Lo mejor que podemos hacer con una bomba es desactivarla. De ahí, supongo, que, en el mismo título de sus memorias, Gregor von Rezzori admitiera su mayor pecado. Publicadas originariamente en 1979, la editorial Anagrama reeditó, con motivo del centenario de su nacimiento, sus "Memorias de un antisemita", las cuales nos recuerdan, más que a "El mundo de ayer", de Stefan Zweig, con el que comparte su descripción de una sociedad periclitada, cuyas costumbres y principios resultan por completo caducos, a esa máxima gatopardiana, observada de manera tan pulcra en política, de que "si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie". Y es que, leyendo este repaso calmado por sus días, nos encontramos con que este hijo de la Gran Guerra nos muestra la misma relación amor/odio ancestral que parece heredar cada nueva generación hacia lo diferente.
Nunca he compartido el rechazo irracional hacia el otro, hacia el de fuera, hacia el que no es igual. Tiendo a apreciar la diversidad como elemento enriquecedor, pero comprendo que soy una excepción. Por suerte, no la única. Ello no obsta para que pueda disfrutar con la prosa elegante, delicada y altamente evocadora que nos ofrece su autor al recordar su infancia en un pueblo de Rumanía (sus padres eran nobles y lo educaron en la idea de que ellos eran superiores a quienes los rodeaban. Y más superiores aún que esos niños judíos endurecidos por el desprecio ajeno que a su vez se burlaban de él). Como suele ocurrir, nuestro protagonista no puede evitar sentir cierta admiración hacia quienes lo humillan. Más adelante llegarán las relaciones de pareja, de las cuales destaca una clandestina con una tendera judía, entre la ternura materno-filial y la repulsa hacia esa señora mayor que lo protege, a la que desprecia y ante la que se siente sometido.
No se trata su odio, su antisemitismo, de un sentimiento identificable con el que movía a los nazis (de hecho, son numerosas las mofas concebidas en torno a la figura de Hitler), sino de algo más antiguo y general, una especie de conciencia de clase, cuya jerarquía coloca a los judíos entre lo más bajo de la sociedad, al fondo de un "abismo cósmico". Algo antiguo, sí, pero que pervive y nos rodea.