sábado, 30 de agosto de 2014

Temporada de atunes para una humana no standard


Sabina Berman no es una escritora muy conocida en España, al contrario que en el país del que es oriunda, México, donde le han llovido los premios. Así pues, creo que resulta conveniente realizar una pequeña presentación: Nombre completo: Sabina Berman Goldberg. Con esos apellidos, sobra decir que es de ascendencia judía. Nació en 1955 en Ciudad de México. Según parece, en su infancia la hacían leer la biblia cuatro horas todos los días y además en hebreo. De ahí que la conozca hasta el punto de no creer en lo que se dice en ella. Y es que ese es uno de sus rasgos definitorios: la sensatez. Cursó estudios de Psicología Clínica y Letras. Dramaturga, novelista, periodista, presentadora de televisión, codirectora, coproductora de cine y guionista (es autora de la adaptación que Alfonso Cuarón piensa dirigir de "The history of love", de Nicole Krauss. Un reto inmenso). En dos palabras: Trabajadora incansable. 
Probablemente su mayor éxito haya sido la novela que me dispongo a reseñar: "La mujer que buceó dentro del corazón del mundo". En ella nos encontramos con uno de esos personajes de los que es imposible no enamorarse (a su autora le ha ocurrido lo mismo, pues la volvió a convertir en protagonista de su siguiente libro, "El dios de Darwin"), Katia Nieto, niña autista (padece el síndrome de Ásperger) a la que iremos viendo crecer y pasar de víctima del maltrato y la cosificación (nadie la ha enseñado a hablar y está llena de cicatrices) a empresaria atunera. La más importante del mundo. Todo gracias a una tía suya que se hará cargo de ella y no se rendirá ante las dificultades.
La historia ficticia de Katia Nieto recuerda mucho a la de la científico estadounidense, también autista, Temple Grandin. Como ella, asistió a la universidad en una carrera de ciencias, y también como ella, hará lo que esté en su mano para evitar el sufrimiento innecesario de los animales al ser sacrificados para la alimentación. Personaje realista, es poética aunque deteste las metáforas y los conceptos abstractos. Le es imposible mentir y la idea de fantasía le resulta ajena. Considera que el ser humano primero existe y, luego, "a veces" piensa. Vamos, que también detesta a Descartes. Podría decirse que Sabina Berman usa a Katia Nieto como vehículo para transmitir su concepción de la vida: Su amor por la diversidad, que considera enriquecedora (ya he dicho que es una persona sensata), por la naturaleza (en especial, por el mar, cerca del cual pasa la mitad de su tiempo), por la ciencia y el conocimiento,...
Otras notas que caracterizan su obra son el sentido del humor, el uso de la ironía y la carencia de cualquier referencia a la corrección política. En "La mujer que buceó..." encontramos grandes dosis de locura, situaciones cómicas hasta rozar el absurdo, escenas conmovedoras,... En suma, se trata de una novela que transmite una realidad cercana y lejana a la vez a través de una mirada diferente, original, genuina.
Por supuesto, ya me he hecho con su continuación.

domingo, 24 de agosto de 2014

Buscando la excepción

Lo sé, éste no es un blog sobre música y yo no tengo especial debilidad por ella. Pero es que este video es una cucada que cuenta una historia de manera original, con una realización cuidada y la intérprete/bailarina está magnífica (sin necesidad de rebajar el nivel de exigencia por el hecho de ser una niña). Así que, para los que no lo hayan visto, aquí les dejo el vídeo de "Chandelier", de Sia:



P. S.: Espero que no seáis tan cazurros como para no verlo con la máxima calidad que ofrece youtube.

jueves, 21 de agosto de 2014

Puntos de lectura IV: Mi librera me la tiene jurada

Siempre que voy a mi librería de confianza, alguna de las chicas que atienden (no sé si llamarlas libreras, porque parecen únicamente dominar un género literario: el manual de texto escolar) tiene el detalle de incluir en mi compra, con cada libro, un punto de lectura. Probablemente me odien, porque parece que los eligiesen con la sola intención de rebajar el prestigio de cada una de mis adquisiciones. Quizás su odio sea producto de mi constante insistencia en decirles, con cara de que me estuviesen sirviendo una coca-cola, cuando he pedido una pepsi (quienes me conocen saben a qué cara me refiero), que si me pueden dar marcadores de libros buenos (no esos que promocionan las publicaciones de Jorge Bucay y demás vendedores de crecepelo). El caso es que la última vez que fui a mi particular palacio de la cultura, la chica me dio la caja donde guardan los puntos de lectura para que yo mismo cogiera tantos como quisiera. Fue en ese momento cuando descubrí que la muy avara atesoraba el que hoy os muestro: Este sexteto dedicado a algunas obras ya clásicas editado por DEBOLSILLO y LIBRERÍAS INDEPENDIENTES. Espero que os guste tanto como a mí.

P. S.: Antes de invitarme a surtirme yo mismo, la librera, supongo que para borrar cualquier duda sobre la opinión que tiene de mí, había metido en uno de los libros que me llevaba un marcador que publicita un gabinete psicológico sito en mi ciudad. Y es que en mi librería de confianza me conocen muy bien.

P. S.: Los títulos de las obras los puse yo mismo. Cada marcador debería separarse del resto aprovechando una línea de puntitos que los divide. Imposible que yo haga tal cosa. A pesar de no creer en la existencia del alma, no soy tan desalmado.

miércoles, 20 de agosto de 2014

El monolito

Director genial, puntilloso y superdotado, Stanley kubrick es autor de una obra riquísima en matices, objeto de multitud de estudios y víctima de elucubraciones peregrinas.  Tanto los primeros, como las segundas aportan luz y dotan de (interesantes) sombras a un corpus artístico donde el cripticismo constituye una marca de la casa. Recordemos el especial radiofónico que realizaba todos los años el ínclito Carlos Pumares sobre el monolito de "2001: Odisea en el espacio" o el falso documental coproducido por ARTE "Operación Luna", en el que Donald Rumsfeld y Henry Kissinger daban rienda suelta, una vez más, a su capacidad para mentir con una sonrisa en los labios (se trata, en realidad, de una enfermedad que afecta en gran medida a la clase política y que es conocida normalmente por el nombre de cinismo).
Cuando oí hablar por primera vez de "Room 237", pensé que sería el resultado de filmar a un grupo de frikis disparatando sobre su idolatrado director y las numerosas lecturas que sus mentes maravillosas hacían de "El resplandor". Pero, bueno, nuestra Paulette la recomendaba y yo sentía curiosidad por verla. Me encontré con que ciertamente la gente tiene mucho tiempo libre para analizarla secuencia por secuencia (incluso se nos muestra un montaje compuesto por dos copias de la película superpuestas: En una ésta avanza de principio a fin y en la otra va en reverso, del final al principio. Por supuesto, de su visionado se infieren nuevas interpretaciones, algunas quizás provocadas por los efectos secundarios del consumo habitual de LSD). Pero también asistí a un espectáculo hipnótico, cuya narración cautiva hasta convertirte en un acólito más de ese culto kubrickiano (si ya no pertenecías a él anteriormente): El genocidio indio, el mito del Minotauro, la publicidad subliminal,... son solo tres de las claves con las que habría jugado su autor (me refiero a Stanley Kubrick) a la hora de pergeñar su puzle.
Tras ese baño de imágenes (pensar que Kubrick convenció a la censura de que la sangre que salía del ascensor e inundaba los pasillos del hotel era agua sucia y, por ello, no debían poner objeciones a que ese plano apareciera en el tráiler), nuestro cerebro sigue bullendo y, quizás, creando nuevas interpretaciones. La mía, al ver al niño de la película huir a través de la nieve y volver sobre sus propias pisadas para despistar a su persecutor, cual boy scout de 6 años, acción que considero impensable en un crío de esa edad, me hace plantearme si con esa escena su director no querría representar la imposibilidad de sobrevivir de los seres enteramente inocentes. Si el niño no pensara como un adulto, tras haber circulado por los pasillos del hotel con su triciclo, encontrándose con los fantasmas que lo habitan, lo cual habría provocado que su cerebro madurara rápidamente, hasta el punto de poder manejar situaciones en las que incluso un adulto dudaría, probablemente no habría dado con esa solución. Nos hallaríamos, pues, ante la muerte de la inocencia como requisito para la supervivencia.