Como decía hace dos
entradas, lo bueno se hace esperar. Eso es lo que ocurre con la
reseña mensual del libro correspondiente de "En busca del
tiempo perdido".
"El mundo de
Guermantes" parece una novela de tránsito, aunque, por
supuesto, cuenta algunos hechos con un principio y un final.
Ya en partes anteriores,
el narrador había mostrado su idealización de lo que llamaban en su
familia "el lado de Méséglise". Pues bien, tras su
traslado a un edificio propiedad de la duquesa de Guermantes, su
interés crece hasta tomar un carácter romántico. Irá tanteando a
sus amigos comunes para conseguir una invitación a alguna de las
fiestas que ésta organiza (fiestas muy exclusivas, en las que sólo
son aceptados aristócratas, embajadores, grandes artistas,...).
Llega el momento en que es invitado, pero será para descubrir que en
ellas "no se decían más que nonadas". Por eso se pregunta
si "¿era verdaderamente por unas cenas como ésta por lo que
todas estas personas se ponían de tiros largos y se negaban a dejar
penetrar a las burguesas en sus salones tan cerrados, para unas cenas
como ésta?". Relata pues este libro la historia de una
decepción. Y junto al convencimiento de que tampoco hay tanto de
especial en Oriana de Guermantes, llegará el desapasionamiento del joven
protagonista hacia ella.
Antes de ello,
asistiremos a la conclusión de la tempestuosa relación de Roberto
Saint-Loup, amigo del narrador y sobrino de la duquesa, con una
antigua señora de compañía, Raquel. También veremos cómo
Albertina confiesa al protagonista que desea ser su pareja, lo que
provoca la falta de interés de éste hacia ella (pues, tan solo le
apasionan las relaciones imposibles).
Pero son dos los hechos
que destacaría de esta novela: Es en esta parte donde fallece la
abuela de Proust (lo cual es narrado con una tremenda delicadeza
cruda o con una crudeza delicada. Es lo que destila la siguiente cita:
"Pobre pequeño mío, ahora ya no vas a poder contar más que
con tu papá y con tu mamá"). Y también es en la que Carlos
Swann anuncia que se encuentra gravemente enfermo y que va a morir.
Se lo anuncia a los duques de Guermantes, a lo que ellos responden
"Tiene usted ganas de broma", no por evitar que éste se
preocupe, sino por quitar hierro al asunto, pues tienen prisa para ir
a una fiesta importante. Tal es la frivolidad de la pareja y, en
suma, del mundo aristocrático de salones al que por fin el
protagonista parece haber ascendido.