jueves, 30 de abril de 2015

Hombre mirando al horizonte


No es la primera vez que lo digo: Nunca sé cuál será el resultado final cuando tomo una fotografía. En este caso, aprecio una cualidad cuasipictórica, ligeramente impresionista, muy de mi agrado. El concepto, un hombre solo que no mira a la cámara, sino al horizonte, a una vegetación florida en plena primavera, cuya visión lo aleja de sus problemas diarios; un hombre que encuentra la paz interior en la simple contemplación de los espacios abiertos; me parece de un gran lirismo y una invitación a participar de esa modesta forma de hallar el sosiego.
Sobra decir que, tras hacerla, me uní a él.

P. S.: La fotografía fue tomada cerca de la Caldera de los Marteles, uno de los tesoros naturales de Gran Canaria.

martes, 28 de abril de 2015

La otra orilla del cielo


Nueva invitación a conocer Gran Canaria: 

Peco de escasa originalidad al haber tomado esta fotografía tan tópica, lo sé, pero no por ello la estampa pierde su atractivo. Desde lo alto de mi isla (uy, qué posesivo suena eso) se divisa sin ningún problema Tenerife, cuyo contorno se distingue perfectamente gracias al pico que la corona. El mar de nubes formado entre ambas islas parece invitarnos a atraversar la distancia que las separa a pie. Mi recomendación para los viajeros intrépidos, en caso de que se les pase esa idea tan peregrina por la cabeza, es sencilla: Tómense su dosis de litio sin dilación.

P. S.: Debí haber podado los arbusto que aparecen en primer plano. Dejarlos a la vista fue un fallo de principiante.

martes, 14 de abril de 2015

La ronda nocturna


Entre octubre de 2006 y agosto de 2007, tuve la suerte de vivir en la provincia de Barcelona. En concreto, en un edificio de apartamentos con piscina en medio de una pineda en Gavà Mar (que no daba precisamente al mar, sino a una autovía). Lugar encantador, pero que, visto en perspectiva, podía ser aterrador también. Y es que cada noche, cual flota aérea, los murciélagos de la zona planeaban a ras de la piscina para hidratar sus cuerpos menudos de rata con alas. Incluso llegó a colárseme uno en casa. Agarrado de una cortina con las pezuñas y soportando la luz artificial interior, parecía un ser tan indefenso que ni miedo daba (más bien grima). Las que realmente debían asustar eran las tormentas veraniegas. Pocas veces he sido testigo de una concentración de rayos tan abrumadora como durante esas noches en la costa mediterránea. El caso es que, tras una de ellas, supe que en el camping que había a unos cuantos metros al lado de casa (en realidad, podían ser unos cuantos cientos de metros, pero aun así era la edificación más cercana a la derecha de mi apartamento) había fallecido una mujer portuguesa víctima de uno de esos rayos.  El camping se llamaba "Estrella de Mar" y estaba situado en la ciudad aledaña de Castelldefels (no sé qué habrá sido de él, solo que en 2008 querían clausurarlo).
¿A cuento de qué viene esta referencia autobiográfica en un blog literario? Pues a cuento de que, gracias a la lectura de "Soldados de Salamina", de Javier Cercas, he podido ampliar mi anecdotario sobre el "Estrella de Mar". Por una parte, uno de los huéspedes de dicho camping es a su vez uno de los personajes clave de la investigación que lleva a cabo el narrador de la novela (no entro en detalles para no estropeársela a quienes no la conozcan). Pero lo que me ha dejado con la sangre helada, más aún que un rayo de tormenta veraniega, es saber que el gran Roberto Bolaño, ese autor chileno ya mítico, trabajó como vigilante nocturno en él; que, si hubiera adelantado unos 25 años mi visita a Gavà, podríamos haber sido una suerte de vecinos; que cerca de mi casa cruzaba historias con los campistas y que una de esas historias acabaría formando parte de una obra que se ha convertido en un clásico de la literatura española.
A estas alturas parece evidente, pero prefiero aclararlo: Mi intención al escribir esta entrada es, además de dejar patente el importante papel que juegan las casualidades en el arte y en nuestras vidas, animar, al modo de los buenos trailers, o sea, creando interés sin desvelar nada sobre su trama, a la lectura de "Soldados de Salamina", novela, a su vez, marcada por el azar.