lunes, 30 de septiembre de 2013

Les amours passagers

Termina el mes, así que aquí me tenéis, escribiendo, una vez más, sobre "En busca del tiempo perdido". Hoy toca "Sodoma y Gomorra". El título adelanta la orientación sexual de algunos de los personajes y el tratamiento que recibe dicha orientación.
Como suele ocurrirme con los libros que componen esta obra, creo que lo mejor es dividir la novela en dos partes (esa es realmente la división que hace su autor, pero en este caso, me refiero a las dos historias principales: las relaciones del narrador con Albertina y del barón de Charlus con Morel):
Como ya hemos sabido en el volumen anterior, Albertina ha vuelto a la vida del protagonista de esta serie de novelas. En principio, parecía que ya no sentía nada por ella, pero dado el carácter voluble de su corazón, no tarda en "enamorarse" de nuevo nada más comprender que el amor de ella no es una cosa segura. A lo largo de la narración la irá introduciendo en el mundo de salones que frecuenta e irá sospechando que la competencia es doble, que su amada es bisexual, por lo que siente celos de cada persona medianamente atractiva que se le acerca. Viajarán a Balbec, ciudad donde se conocieron cuando eran adolescentes, que se transformará en un lugar más donde encontrarse con amigos (no en ese ambiente plástico de los cuadros de Elstir). Marcel nos deja clara la naturaleza de sus sentimientos con las siguientes palabras: "Mi suerte era la de no perseguir más que fantasmas, seres cuya realidad estaba, en gran parte, en mi imaginación". De esta manera, nos encontramos con que el narrador toma la decisión menos razonable que cabría esperar a los espectadores de una relación y la más comprensible para quien está enamorado y es celoso: En el momento en que confirma sus sospechas de bisexualidad de Albertina, en el momento en que entiende que su sufrimiento será duplicado, que no podrá vivir tranquilo pues su pareja no sólo es infiel, sino que además lo es con hombres y con mujeres, decide que va a casarse con ella. Así de raro y contradictorio es el comportamiento humano.
Al barón de Charlus lo conocíamos ya, pero no había destacado como en "Sodoma y Gomorra". Hermano del duque de Guermantes y tío de Roberto Saint-Loup, es viudo y guarda un luto riguroso (en realidad, todo es una tapadera, pues es homosexual y le conviene hacer creer que no está interesado por más mujer que la que se le murió). Mediante el estudio del comportamiento de este personaje, Proust nos acerca a los inconvenientes de ser gay en una sociedad que condena dicha orientación sexual. El barón se muestra desdeñoso con los jóvenes que le atraen, de esa manera ellos se interesan por él (pues muchos se complacen en gustar a quienes los rechazan). Una vez éstos se fijan en él, les hace saber que lo necesitan para medrar, por lo que la relación se vuelve interesada, tóxica. Aparecen los celos, las amenazas, la manipulación. Hay quien puede pensar que el tratamiento que da el autor a estas relaciones es anticuado, pero a mí me parece que tampoco se ha avanzado mucho después de casi un siglo de haber sido escrita esta novela. Recordemos la persecución que viven actualmente los homosexuales en Rusia (y en muchos otros países, si no en todos), hasta el punto de que recientemente el gobierno de dicho país ha llamado la atención a un canal de televisón por la emisión de la magnífica película "Les chansons d´amour" (uno de los mejores musicales de la historia del cine). La razón aducida es que hace "propaganda de relaciones sexuales no tradicionales" (como se suele decir: tócate los cojones). Citaré un estracto de "Sodoma y Gomorra" respecto a la forma en que se ven obligados a comportarse muchos homosexuales para comprobar que las cosas siguen poco más o menos igual: "Tiene que vivir en la mentira y el perjurio, pues sabe que se considera punible y vergonzoso, por inconfesable, su deseo, ese deseo que constituye para toda criatura el mayor gozo de vivir; que tiene que renegar de su Dios, pues a los cristianos, cuando comparecen ante el tribunal como acusados, les es forzoso, ante Cristo y en su nombre, defenderse como de una calumnia de lo que es su vida misma; hijos sin madre, a la que no tienen más remedio que mentir toda su vida y hasta a la hora de cerrarle los ojos; amigos sin amistades, a pesar de todas las que inspiran su encanto, frecuentemente reconocido, y que su corazón, que suele ser bueno, sentiría; pero ¿se pueden llamar amistades esas relaciones que no vegetan más que a favor de una mentira y de las que, al primer arranque de confianza y de sinceridad que se vieran tentados a tener, se verían rechazados con repugnancia?". Palabras que describen perfectamente lo que siguen viviendo, probablemente, la mayoría de los homosexuales. Qué pena.




P. S.: Espero que os guste el estracto de la película de Christophe Honoré.


viernes, 27 de septiembre de 2013

En un mundo de hombres

Hoy tan solo voy a reflexionar sobre una cuestión que muchas veces se obvia, quizás porque implícitamente esté aceptado. Comienzo poniendo un ejemplo de una autoridad que caía en el defecto del que quiero tratar: Nabokov se consideraba exclusivamente "homosexual" en sus gustos literarios (cito a Martin Amis). Y es que, repasando los libros que tengo y comento y las películas que veo y comento, me encuentro con una mínima cantidad de obras hechas por mujeres. De las más de 80 entradas que he publicado, creo que sólo 2 se refieren a novelas de escritoras y a una película de una directora. Así pues, me incluyo en la crítica que hago a la casi exclusión de la mujer en el mundo del arte.
Más pruebas: Ni una sola de las 100 mejores películas de la historia del cine, según el American Film Institute, ha sido dirigida por una mujer. La revista Time y los periódicos Le Monde y El Mundo han publicado cada uno una lista con las mejores novelas (de 1923 a 2005, en el caso de Time; del siglo XX, LeMonde; en español, del siglo XX, El Mundo). Ninguna de estas listas incluye siquiera 20 obras de escritoras. El diario español no llega a las 10 y, además, se atreve a proferir el insulto que supone que entre ellas se encuentre "Beatriz y los cuerpos celestes", de Lucía Etxebarría.
A falta de otra palabra que defina a quienes somos partidarios de la igualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres, siempre me he considerado feminista. Así que he decidido que mi blog va a incluir conscientemente más obras en femenino. Porque no estoy dispuesto a seguir privándome de la mirada de Margaret Atwood, Alice Munro, Hilary Mantel, Zadie Smith, Amélie Nothomp, Lionel Shriver, Sarah Polley, Kelly Reichardt, Sofia Coppola, Claire Denis, Doris Dörrie, Jane Campion,... (Es una forma de hablar. Por supuesto que frecuento sus creaciones. Pero no suficientemente).

P. S.: Entre el 30 de agosto y el 20 de septiembre se estrenaron en España casi 40 películas. Dos dirigidas por mujeres. Algo tiene que cambiar.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Puntos de lectura II: Vaya puntazo.







Aunque no lo parezca, el viajero de mi familia más cercana es mi hermano. Siempre que va a otro país, me pregunta si quiero que me traiga algo y le suelo contestar que algún punto de lectura con la foto de un buen escritor. Pero casi nunca encuentra de esos.
El que hoy nos ocupa me lo trajo de Praga, de ahí que esté marcando las páginas de un libro de Kafka. Por mi cumpleaños me regalaron el cofre con sus obras completas, así que parece que el punto de lectura ha encontrado su lugar.
Como veis, consiste en unas gafas (de plástico del bueno, como dirían en "Volver") y un libro metálico (pesa como si fuera de plomo) unidos por un cordón de cuero.
Seguro que a partir de ahora todos me envidiaréis el hermano que tengo.



viernes, 20 de septiembre de 2013

La memoria, como las cebollas, está compuesta por capas y nos hace llorar

Hace más de un año, un amigo con buen gusto me regaló "La viuda embarazada", novela de Martin Amis con un alto componente autobiográfico. Me pareció divertida, conmovedora, inteligente. Me entusiasmó y me hizo querer leer otras obras similares. También me hizo interesarme por la vida de su autor. De ahí que cuando me topé con "Experiencia", sus memorias, en mi librería de confianza, no dudara en comprarlas (lo de "librería de confianza", por supuesto, es un comentario irónico. Quiere decir que si les encargas un libro, puedes fiarte de que no te lo conseguirán).
Lo primero que me viene a la mente, al ver un título como éste, es que, para que un escritor tenga la audacia de usarlo, ha de haber vivido experiencias que merezca la pena compartir. Por supuesto, Martin no me ha decepcionado: Hijo de Kingsley Amis (uno de los mejores escritores de su generación, premio Booker 1986 y Sir desde 1990) y de Hilary Ann Bardwell; con dos hermanos, Philip y Sally; amigo del Nobel Saul Bellow y casado con la escritora estadounidense de origen uruguayo Isabel Fonseca, a la que dedica este volumen, dos son los hitos que destaca de su vida: La desaparición de su prima Lucy Partington (19 años después se supo que fue una de las víctimas de uno de los mayores asesinos en serie de Gran Bretaña, Frederick West – para conocer la truculenta historia de ese criminal y de su sórdida esposa, recomiendo la miniserie Appropiate Adult-) y el encuentro con su hija Delilah, a la que conoció cuando ésta cumplió 18 años.
Amis, probablemente para aligerar el tono dramático de estas memorias, dedica gran parte de ellas a su dentadura: según él, podría formar un club con James Joyce y Vladimir Nabokov, el de los escritores que pierden los dientes a los 40 y tantos. También plantea la posibilidad de que John Updike inaugure el de los grandes autores con psoriasis.
Pero no voy a hacer un resumen de las andanzas de Martin, de sus recuerdos, divertidos, trágicos, llenos de amor, alcohol y otras drogas, amigos, desencuentros, enemistad con la prensa y mucha literatura. Tampoco soltaré una retahíla de las frases profundas que trufan el libro. Como invitación a la lectura de "Experiencia", prefiero citar un pasaje, situando antes la escena: Kingsley Amis y la madre de Martin se divorciaron por las infidelidades de él, que luego se casó con la escritora Elizabeth Jane Howard. Cuando su nuevo matrimonio terminó, quedó devastado. Siempre tuvo miedo a quedarse solo, sobre todo por las noches, y su salud no era precisamente buena. Por eso, a pesar de que Hilary ya estaba casada nuevamente, ahora con el barón Kilmarnock, la familia adoptó un acuerdo: Hilary y su marido vivirían con Kingsley. La convivencia duró 15 años, hasta el fallecimiento de éste. Martin expresa el compromiso de su madre intercalando un poema escrito por su padre:
"Ella está en esto hasta el final. Ya no hay amor en ella; sólo memoria del amor. Pero la cuestión es más sencilla: su conciencia no le permitiría hacer menos. Kingsley tenía razón:

En 1946, cuando tenía veinticuatro años,
conocí a una persona inofensiva, indefensa,
pero hasta entonces entera, no readaptada por dentro;
desmañada, amable, sana, erguida,
que hablaba para decir algo, que reía cuando algo le hacía gracia;
que cuando las cosas le salían mal, temía tener la culpa...

Pero... un momento. En 1963 él le rompió el corazón, y ella le dejó.

...y cuyos ojos, entonces, podría haber mirado eternamente.
Oh, sí, y que además era tan bella.
En fin, se ajustaba a como uno espera que sean las mujeres,
y mi mirada siguó buscando más y más en ella.
¿Cómo estar seguro de las cosas, sin nada con que compararlas?".

 Añado otra cita. La primera foto, más que la idea de una familia idílica, me trae a la mente una frase de Martin: "Los matrimonios, en más de un sentido, no son sino secretos: secretos compartidos por los protagonistas".

Al servicio religioso ofrecido en honor de su padre asistieron, entre muchos otros, Ian McEwan, Salman Rushdie, V. S. Naipaul e Iris Murdoch.

Podría haber titulado esta reseña "Padre e hijo", como la película de Sokurov, porque las memorias de Martin Amis no dejan de ser eso, en lo fundamental, la relación de un padre con su hijo (y viceversa, claro).

P. S.: Comencé esta entrada diciendo que "La viuda embarazada" tiene un alto componente autobiográfico. Parte de esa novela puede entenderse como una continuación de sus memorias. En ella cuenta el triste final de su hermana Sally: "...no era una mujer. Era una niña. -Una niña grande en un mundo de adultos. [...] Por eso hablaba como una niña pequeña. No era una mujer". Esa niña grande fue la única persona que estuvo junto a Kingsley en el mismo momento de su muerte.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Triscaidecafobia


En 1913:
- Alma Mahler vive una tormentosa relación amorosa con el pintor expresionista Oskar Kokoschka (la imagen que acompaña esta entrada da fe de lo felices que fueron. ¡Vaya caras de alegría!). Es el segundo genio en su vida, pues por aquel entonces era viuda de Gustav Mahler. Fruto de dicha relación ha quedado una ingente cantidad de retratos, tanto de ella sola, como de la pareja.
- La Mona Lisa, robada en 1911, es recuperada en Italia. La historia resulta rocambolesca. Casi tanto como su devolución al Louvre.
- Camille Claudel es ingresada en un psiquiátrico. Pasará en él los treinta años que le quedan de vida. Mucho después, Isabelle Adjani y Juliette Binoche la interpretarán en el Cine. La primera será nominada al Oscar por ese papel. 
- Bertolt Brecht tiene 15 años. Como se aburre en clase, comienza a escribir poesías.
- Proust publica "Por el camino de Swann". A los pocos días, lo deja su chófer y amante, Alfred Agostinelli.
- Robert Musil toma notas para la posterior redacción de "El hombre sin importancia".
- Thomas Mann planea "La montaña mágica". No sale del armario. Ya se encargarán de sacarlo sus biógrafos.
- Franz Kafka vive una relación epistolar curiosa con Felice Bauer, a la que pide en matrimonio de manera aún más curiosa: destacando todo lo que ella perdería si acepta. También escribe la carta más famosa del siglo XX: la carta a su padre, que nunca llegaría a enviar.
- Nace en Barcelona el asesino de Trotsky. Y, en Lubeca, Willy Bandt.
- Un pintor fracasado pasea por Viena. La Academia de Bellas Artes lo ha rechazado. Se trata de Adolf Hitler. Cuan diferente habría sido el futuro si lo hubiesen aceptado en ella.
- La Gran Guerra se siente en el ambiente. 

"1913. Un año hace cien años", de Florian Illies, experto en Arte (estudió Historia del Arte en Bonn y en Oxford), repasa, mes tras mes, un año que, visto desde el presente, parece que marcó el siglo pasado. Al menos, en Europa Central, que ocupa casi todo el interés de Illies. Dicho autor ha buceado en la correspondencia, los diarios, los cuadros, etc. más destacados relacionados con 1913. No le habrá sido muy difícil. Gracias al egocentrismo absoluto de genios como Kafka (que no paraba de escribir cartas), Mann (que anotaba en sus diarios prácticamente cada movimiento de sus intestinos), los autoretratos de Kokoschka, las epistolas de Rilke a sus diferentes y coexistentes amantes-mecenas; la impudicia de Lasker-Schüler, que se desnuda completamente en sus poemas,... la documentación que ha quedado para la posteridad es numerosísima.
Por las páginas de este anuario pasan también: Picasso, Duchamp, Stalin, Virginia Woolf, Joyce, Klimt, Freud, Chanel, Prada, Stravinski, Nijinsky, D. H. Lawrence y muchísimos más personajes clave.
Escrito con humor, con intención de dar coherencia y unidad a las diferentes anécdotas que cuenta, y con cierto didactismo, Illies consigue hacer amena una obra cargada de información. Cargada de Historia.