domingo, 30 de junio de 2013

El amor en los tiempos del ocio

Millones de lectores esperan cada mes este momento: la publicación de una nueva entrada sobre "En busca del tiempo perdido" (vale, quizás se trate de más gente, pero prefiero ser humilde). Esta vez toca hablar sobre "Unos amores de Swann" y "Nombres de tierras: El nombre". (Probablemente, sería mejor traducir el primer título, como hacen algunas ediciones, como "Un amor de Swann", porque Proust usó el singular en francés y la historia gira en torno a una sola relación, pero así son nuestros amigos de Alianza Editorial).
"Unos amores de Swann" narra el proceso de "enamoramiento" (yo lo llamaría obsesión) de Carlos Swann por Odette de Crécy. Lo cual ocurrió hacia el tiempo en que nació el narrador. Trataré de hacer un resumen sucinto, pues prefiero que el lector descubra cada detalle por sí mismo. Comenzaré diciendo eso, que, a pesar de que en muchas ocasiones se habla de amor en esta novela, difícilmente podría encontrarse en ella algo que vaya más allá del intento de posesión, de una obsesión, de una relación enfermiza (probablemente Swann se refiera más veces a ella como a una enfermedad que como a un amor) y de los celos y del sufrimiento que ellos provocan. En este libro no encontramos las altas dosis de humor de la primera parte, salvo en la descripción de algunos personajes que pueblan la tertulia de los Verdurin, en la que se conocen los protagonistas de esta historia. Y es que, además de la relación entre Swann y Odette, también nos encontramos ante una descripción del mundo de los salones, tanto aristocráticos como burgueses, a los que tan asiduo fue Marcel Proust. El conocimiento en detalle de estos ambientes y de los diferentes estadios del amor que muestra su autor convierten esta obra en una de las mejores novelas de la literatura francesa de la primera mitada del s.xx., según la lista del Grand prix des Meilleurs romans du demi-siècle.
Carlos es un conquistador adinerado y no le importa que una mujer esté con él por su dinero. De hecho, considera que esa es su característica más duradera: si están con él por eso, no importa si se hace viejo, la mujer que ame seguirá con él (todavía os preguntaréis por qué no veo amor por ninguna parte). Y Odette es una mujer coqueta e interesada, una mantenida que vive de los hombres. Qué buena pareja harían, si Carlos no acabara cayendo en desgracia a ojos de los Verdurin por opinar de manera diferente a ellos. A partir de ese momento, su "amada" se irá acercando al conde de Forcheville, también asiduo a la tertulia, lo cual desata los celos del primero.
Nos encontramos, sobre todo (en realidad en el conjunto de novelas que forman "En busca del tiempo perdido"), ante un estudio de la psicología humana expresado con frases tan certeras como: "Swann no hacía porque le parecieran bonitas las mujeres con que pasaba el tiempo, sino que hacía por pasar el tiempo con las mujeres que le habían parecido bonitas"; "pertenecía a esa clase de hombres inteligentes que viven sin hacer nada, en ociosidad, y buscan consuelo y acaso excusa en la idea de que esa ociosidad ofrece a su inteligencia temas tan dignos de interés como el arte o el estudio"; "como si [...] conociera lo vano de la felicidad"; "desde que se fijó en que Odette era para muchos hombres una mujer encantadora, y codiciable el atractivo que para ellos ofrecía su cuerpo, despertó en Swann un deseo doloroso de dominarla enteramente",... Quizás una de las mejores frases sea aquella con que se cierra la narración. Pero tendréis que leer el libro para saber cómo termina. Mis labios están sellados.
"Nombres de tierras: El nombre" transcurre durante la adolescencia del narrador. En él, nos habla de lo que suponen los nombres en su vida, del carácter evocador y simplificador de ellos, de cómo el nombre de Florencia le habla de "una ciudad de milagrosa fragancia y semejante a una corola, porque se llamaba la ciudad de las azucenas y su catedral la bautizaron con el nombre de Santa María de las Flores". Y también de cómo la realidad siempre hacía que se sintiese defraudado frente a la idea que se había formado de estos lugares. Tantas ciudades y tantos nombres. Hasta que uno que no le evoca nada, los Campos Elíseos (lugar a donde lo lleva a pasear Francisca, antigua empleada de la tía Leoncia que conocimos en Combray) lo acerca otro, Gilberta, objeto de su amor. Gilberta también va a los Campos Elíseos a jugar con sus amigas e invita al narrador a que se les una. Así éste retoma el amor que ya sintió por ella en el libro anterior. Se trata éste, sí, de un amor inocente y real que basta para ser alimentado con la sola mención de ese nombre: Gilberta. O de su apellido: Swan. Y es que se trata de la hija de Carlos y Odette, ya mayores y sin trato con la familia del narrador.
Sobra decir que sigue pareciéndome que estamos ante una obra SUBLIME, riquísima, de una profundidad poco habitual, en la que, pasado ya casi un siglo de su publicación, podemos reconocernos en ciertos aspectos y reconocer características de aquello y aquellos que actualmente nos rodean. El de Swann no es realmente un amor, pero sí que podemos aprender de esta obra qué errores no cometer cuando nos enfrentamos a él.

P.S.: Pido disculpas si soy incapaz de transmitir como se merece los valores literarios de la obra de Proust. Tomaos estas entradas tan solo como una invitación a su lectura.
Incluyo un enlace a un vídeo del pasaje musical que tanto conmueve al protagonista. Quizás os interese a quienes hayáis leído la novela.
https://www.youtube.com/watch?v=u-F98knpuRQ
Ah, la foto es de Charles Haas, en quien se inspiró Proust para crear el personaje de Carlos Swann.

jueves, 27 de junio de 2013

Josef K., de Kafka

Hace más de una semana que terminé de leer "El proceso", de Kafka, pero me ha costado escribir esta reseña dada la complejidad de la obra (del conjunto de ella) de su autor.
Comenzaré por contar de qué va: Josef K., su protagonista, es empleado de banca (Franz lo era de una aseguradora). Una mañana, antes de ir a trabajar, es detenido. Pero, a la vez, no es detenido. En realidad, sólo se le comunica su detención, aclarándosele que puede seguir con su vida, pero que ha comenzado un proceso en su contra del que no se le puede informar. Como se dice inocente, cree imposible lo que le está ocurriendo: Un estado de Derecho como el suyo no puede dar cabida a tales injusticias. Días después, es interrogado por un tribunal respecto a cuyos magistrados se muestra orgulloso, pues él está en posesión de la razón y ellos, según se va demostrando, son tan solo una panda de pervertidos y corruptos. El tribunal se encuentra en un edificio de ambiente estancado, donde no corre el aire, donde se hace difícil respirar. Tanto, que K. tiene que ser asistido para salir de él porque siente que va a desmayarse. Sintomáticamente, cuando han llegado a la calle, una de las personas que lo ha ayudado tiene que entrar porque le hace daño el aire puro del exterior (y es que está tan acostumbrada a un sistema enfermo, que lo salubre le repele). A medida que pasa el tiempo, Josef va convenciéndose de que la cosa va en serio (como la vida) y va ocupándose más de su caso. Contrata a un abogado, consulta con cada persona que dice que le puede favorecer,... Pero todo es confuso, impredecible. Un día, en la catedral, un cura le dice algo que define la naturaleza de toda la novela: "El proceso se convierte poco a poco en sentencia". No contaré más. Tan sólo que, a pesar de tratarse de una obra inacabada, tiene un final cerrado.
No intento decir nada novedoso, porque ya todo se ha dicho sobre esta monumental novela de uno de los autores más representativos del s.XX. En ella, encontramos una actitud desafiante hacia la autoridad (parece que esto tiene que ver con la difícil relación de Kafka con su padre), una descripción muy negativa de la burocracia y de la Justicia, una imagen del sexo como algo sucio e interesado,... Todo puede ser interpretado de muy diferente forma en la obra de su autor. Y todo con una base firme: Podemos decir que "El proceso" es un  libro cargado de gravedad, de seriedad, que es imposible encontrar una gota de humor en éste; pero sabemos que cuando Franz Kafka leyó el pasaje relativo a la detención de K. no paró de reír, razón por la que Guido Crespi destaca el carácter cómico-dramático de su autor en el ensayo "Kafka humoriste". También existen distintas teorías sobre el ojeto del proceso contra el protagonista. La más peregrina, probablemente, pero a la vez, razonable, es la expuesta por el Nobel Elias Canetti: Se trata de "una transposición narrativa del compromiso matrimonial de Kafka con Felice Bauer" (junto a él en la fotografía que ilustra esta entrada). Aunque también vemos en ella una expresión del caos, de la falta de lógica de una época marcada por la Gran Guerra. (Leemos en el prólogo a la edición publicada por Random House Mondadori, de Jordi LLovet, unas palabras de Franz Kafka que definen la pintura de Picasso, pero también la narrativa del autor que nos ocupa: "Registra las deformaciones que todavía no han penetrado en nuestra conciencia").
En conclusión, nos encontramos con un hito en la Historia de la Literatura Universal que nos interpela con preguntas que mantienen la fuerza con la que fueron planteadas a principios del siglo pasado. Siempre he pensado que sería positivo perder algo del respeto que sentimos hacia los clásicos. Ese respeto que a algunos les echa para atrás y los disuade de leerlos. Y es que merece la pena acercarnos a ellos y, al contrario de lo que suelen dar a entender los prejuicios, comprender que son amenos, cercanos y tratan cuestiones actuales.  

domingo, 23 de junio de 2013

Camino de perversión

Consejo para aquellos a los que no les gusta que les revelen lo esencial de la trama de las películas: Dense de baja de internet. Bueno, en este caso bastará con que dejen de leer. A partir de aquí, comienza la reseña de "Stoker".
Con ánimo de sintetizar, he de decir que considero que existen dos formas de afrontar el esteticismo en el Cine: Una acrobática, ruda y muscular (de la que Tarantino sería el paradigma); y otra más cercana a la danza, a lo sensible, al ligamento (de la cual es ejemplo claro el menos conocido Xavier Dolan, también adorado en Cannes). Al terreno de ésta última, se circunscribe "Stoker", del director coreano Park Chan-wook. Película de una elegancia, marca de la casa, desbordantemente creativa.
La historia, aunque se aparta de ella en muchos sentidos, remite en su esquema a la catódica "Dexter": Un padre, ya fallecido, a través de flash-backs, enseña a su hija a vehicular su instinto psicopático hacia presas que la metan en menos líos de los que cabría esperar. Incluso le dice: "Sometimes you need to do something bad to stop you from doing something worse" (o sea: "A veces necesitas hacer algo malo que te impida hacer algo peor"). Pero, ¿durante cuánto tiempo podemos frenar nuestros instintos, impedir que se desvele nuestra verdadera naturaleza? Probablemente, no toda una vida. Al menos, eso es lo que le ocurre a la protagonista, India, interpretada de manera contenida por una de las mejores actrices de su generación: Mia Wasikowska. Junto a ella, destacan Nicole Kidman, Matthew Goode y Jacki Weaver (el intento de asesinato de Nicole vestida como en un anuncio de Chanel es de lo más hermoso que se ha visto últimamente en los cines. Y es que está en uno de los mejores momentos de su carrera y parece que nadie quiere darse cuenta. Quizás por eso cada una de sus películas está siendo veneno para la taquilla).
Como decía Tolstoi: "Todas las familias felices se parecen unas a otras; cada familia desdichada lo es a su manera". En ese sentido, ésta es una película familiar, pues casi todo ocurre dentro de la mansión de los Stoker o en sus alrededores, y los conflictos internos de esta familia acaban estallando en un baño de sangre. 
En conclusión, nos encontramos ante todo un peliculón, algo minoritario, vista su escasa recaudación, pero digno de su director y de su plantel de grandes actores.  Vamos, que no entiendo cómo no habéis ido ya a verlo.

P.D.: La planta de la foto es de mi madre, al igual que la flor que huele la abeja (así mantengo el tono familiar de esta entrada). El resto está "ligeramente" editado.

sábado, 22 de junio de 2013

Xoel à la plage

Vale, sé que he dicho que no escucho mucha música (lo cual es cierto) y este blog no va de ella, pero esta canción es tan bonita y el video es tan sencillo y bello a la vez y es una forma tan agradable de darle la bienvenida al verano, que no me queda otra opción (es un decir) que presentaros a quienes no lo conozcáis a Xoel López (junto a Iván Ferreiro) cantando "Tierra".


P.S.: Esta entrada la he escrito pensando en ti y en nuestra amistad infinita (espero que la persona de la que hablo se dé por enterada. Es un chico algo lento, el pobre, porque, de tanto trabajar, tiene las neuronas muy debilitadas).

viernes, 21 de junio de 2013

16 de junio

Soy de los que piensan que sólo existe una cosa que por fuerza ha de perderse con el paso de los años en las relaciones amorosas. Por experiencia propia, sé que la intensidad del amor, la pasión, el deseo,... pueden continuar siendo como el primer día, como cuando por primera vez, al dejar de estar al lado del ser amado, sientes que te falta algo en el pecho. Lo que sí se agota es la sensación de novedad que supone descubrir ese territorio nuevo interior y exterior representado por el objeto del amor que acaba de nacer.
Pero parece que para algunos es posible lo contrario. Han pasado nueve años desde que Jesse y Céline se conocieron en Viena, se enamoraron y decidieron volver a verse al cabo de seis meses. Jesse se ha convertido en un autor novel de éxito que viaja por Europa para promocionar su libro, en el que narra precisamente ese encuentro, sin aclarar que no volvió a repetirse. Céline se ha enterado de que va a estar firmando libros en su librería favorita y decide pasarse a saludar. Lo que podría haber supuesto un simple cruce de palabras de unos segundos o unos minutos termina siendo una larga conversación sobre lo divino y lo humano, en la que paseamos con ellos por la Ciudad Luz y los protagonistas vuelven a conocerse, a descubrirse, pues 9 años dan para muchas novedades en las vidas de dos personas. Y, a la vez, son conscientes de que ambos siguen siendo los mismos, de que en realidad los seres humanos apenas cambiamos (mantenemos los cimientos de nuestra forma de ser por mucho tiempo que pase), de que se aman todavía y se faltan el uno al otro desde aquel amanecer en que se dijeron adiós.
Igual de hermosa y creíble que la primera parte, "Antes del atardecer" es un canto a la vida, al amor, al placer de conversar y disfrutar de la belleza de aquello que nos rodea. Qué bonito ser Jesse o Céline por un día eternamente.

P.S.: Destaco la fecha, porque yo también me enamoré un 16 de junio. Por eso, esta serie de películas para mí supone algo más que la historia de amor entre sus protagonistas.

viernes, 7 de junio de 2013

Washington Square

Podría haber titulado esta entrada "La sombra de una duda" o "Pobre niña rica", pero he querido ser más sutil. Y es que hoy cumplimos nuestra palabra (uy, qué humilde, uso el plural mayestático) escribiendo una reseña del clásico de 1949 "La heredera", adaptación para el cine de la obra de teatro homónima basada en la famosa novela de Henry James.
Nos encontramos ante una película cuyo origen teatral no pretende ser disimulado, pues, básicamente, transcurre en un solo escenario: la casa donde vive la protagonista, Catherine Sloper (una espectacular Olivia de Havilland, capaz de resultar tan ingenua como su Melania de "Lo que el viento se llevó" y, más adelante, mostrar la misma crueldad con la que miraría a su hermana Joan Fontaine, si algún día se cruzase en su camino). Junto a ella, residen su padre y una tía. Éste sobreprotege a su hija, no por amor, sino porque la considera carente de virtudes, salvo su destreza en el bordado, y piensa que nunca podrá llegar a casarse con un hombre de su estatus económico. Por eso, cuando una noche, Catherine conoce  a un joven guapo y encantador que se fija en ella y desde el primer momento trata de enamorarla, el acaudalado doctor Austin Sloper, o sea, su padre, entiende que lo que ese joven ve en ella es la fortuna que va a heredar e intenta que ésta lo comprenda. Al menos, esa es la visión de él, que puede estar viciada por el desprecio que siente hacia su hija. Una vez introducida la duda en la trama, no sabremos hasta el final cuál es la verdad.
Se trata de una película rodada con maestría (imposible lo contrario siendo su director William Wyler), con un Monty Clift perfecto en su papel (¿cómo podría no sucumbir Catherine ante las palabras de cariño y la mirada de ese icono, que aún no había cumplido los 30 años por aquel entonces, con lo necesitada que se hallaba de amor?), la cual nos plantea dos opciones vitales: Ser inocentes y que nos puedan engañar o ser maduros y desconfiar de todos. La primera nos hará felices y burlados. La segunda, amargados seres solitarios. Espero que el planteamiento sea algo extremo. Yo siempre he procurado hacer compatibles inocencia y madurez, y  me he defendido de quienes han tratado de acabar con la primera en mí. Por eso, hace unos años escribí este poema sin título:

No vuelques tus dudas sobre mí,
No inocules tu frustración bajo mi piel.
No digas todo es igual,
e igual de perverso.
No trabajes el dolor en mi corazón
(mi única posesión valiosa).

Es mentira que abras mis ojos,
que apartes las piedras de mi camino
para que no caiga;
que tu experiencia concreta
sea más sabia que mi abstracta inocencia.

Te conozco bien.
Tú eres lo perverso.
Y el velo negro de tu amargura
pretende cegar mis ojos.

Eres la piedra en mi camino
que he de saber esquivar.

Por si no se ha dado por enterada, esta entrada está dedicada a Paulette, una de mis seguidoras más fieles.
 

martes, 4 de junio de 2013

Muy cerca de ti


La última película que he visto es "Un amigo para Frank". Para Frank Langella, que interpreta a un anciano que va perdiendo la memoria y al que su hijo decide ponerle un robot para que lo cuide. La historia transcurre en un futuro cercano, tan cercano que en los títulos de crédito nos muestran imágenes actuales de robots capaces de realizar muchas de las acciones que lleva a cabo el que sale en esta película, al que pone voz el muchas veces desaprovechado Peter Sarsgaard (vamos, su película anterior fue "Linterna verde". No creo, pues, que deba argumentar mi aseveración). Todo parece cuestión de desarrollar algo más los softwares. 
Se trata de un film notable, divertido y melancólico a la vez, que plantea algunos temas interesantes. El del alzheimer y el de qué haremos con nuestros mayores en los próximos años es uno de ellos, pero me gustaría referirme a otro. En el pueblo en que vive Frank, están desmantelando una biblioteca, porque con la digitalización de los libros, éstos ya no son físicamente necesarios. Se opta, por tanto, por reciclarlos (qué manera tan dulce de referirse a la destrucción de la cultura). Es ésta una cuestión que se están planteando ya quienes estudian el futuro de las bibliotecas. ¿Para qué va a ir nadie a ellas, si van a poder acceder al conocimiento desde su ordenador? La respuesta, según vi recientemente en un reportaje de Andalucía Televisión, es relativamente sencilla y desde hace algunos años se lleva a la práctica: Las bibliotecas han de crear comunidad, convertirse en un lugar al que no sólo se vaya a sacar un libro o a realizar una consulta en ellos. Han de llevarse a cabo actividades con los niños, tipo cuentacuentos, clubs del libro, ect. Se han de convertir éstas en lugares confortables, casi como si fueran un segundo hogar. Y los estudios de los futuros bibliotecarios han de estar enfocados en gran medida a conseguir involucrar a la sociedad en las actividades de las bibliotecas. Supongo que, además, dejarán de ser templos del silencio.
Ya he dicho otras veces que no suele gustarme la ciencia ficción. Pero cuando está bien hecha, como en este caso, es un placer disfrutar de ella, porque nos habla del futuro, pero también de nuestros problemas actuales y nos hace plantearnos cómo podemos solucionarlos.

P. S.: Uno de mis dos mejores amigos me ha dicho que está harto de ver a Ricardo Darín en casi todas las películas argentinas que consiguen estrenarse en España. Yo tengo un sentimiento similar, pero no sé por qué nos ocurre esto, porque el pobre Ricardo protagonizó una película el año pasado, tuvo un pequeño papel en otra, que además era española, y este año lo hemos visto en "Tesis sobre un homicidio". Sólo eso. En cambio, no siento lo mismo hacia Susan Sarandon, que aparece en "Mi amigo Frank" y entre 2012 y lo que va de año ha sido miembro del reparto de las series "Rockefeller Plaza" (un capítulo), "Con C mayúscula" (6 capítulos y un personaje insufrible) y "Louie" (un capítulo) y de las películas "El fraude", "Desmadre padre", "The company yoy keep" (aún si fecha de estreno en España), "El atlas de las nubes", "El mensajero" y "La gran boda". No contenta con ello, puso la voz a un personaje de un video juego: "Dishonored". O sea, que mi amigo y yo tenemos que hacernos mirar esta sensación injustificada de saturación. El bueno de Ricardo no se la merece.