Stefan
Zweig nos describe en sus memorias un mundo seguro
anterior a las dos grandres guerras: "Todo lo radical y violento
parecía imposible en aquella era de la razón". Con esas sencillas palabras resume la época en que nació. Lamentablemente, como a tantos otros, le tocó asistir al desmoronamiento de ese mundo, demolido hasta los cimientos por los totalitarismos que asolaron
Europa. Con el tiempo, se ha ido transmitiendo la idea de que el Holocausto tuvo que ver con el desconocimiento del pueblo alemán, pues parece
imposible que si sus miembros hubieran sabido lo que
ocurría en los campos de exterminio, hubieran podido apoyar al
Tercer Reich. Anna Funder nos habla, en su magnífica novela histórica "Todo lo que soy", de aquellos
intelectuales pacifistas que denunciaron lo que estaba
ocurriendo y no lograron impedirlo, en gran medida, por la
connivencia de los gobiernos extranjeros que luego tuvieron que
combatir el nacionalsocialismo con las armas y, por supuesto, del pueblo alemán, responsable nada inocente de la ascención al poder de Hitler y los suyos.
"Tras
el incendio del Reichstag y la persecución posterior, habían
partido al exilio cincuenta y cinco mil alemanes, de los que unos dos
mil eran escritores y artistas [...]. La masa de judíos llegó más
tarde", narra Anna dando voz a Ruth Wesemann, activista y
escritora de la que fue amiga durante 17 años, hasta el
fallecimiento de la segunda. Ruth, su prima Dora Fabian (mucho más
conocida que ella), el poeta y dramaturgo Ernst Toller y otros muchos
exiliados forzosos formaron parte de ese grupo de ciudadanos alemanes
que vieron venir lo que se avecinaba y trataron de evitarlo. Los que
centran este relato huyeron primero a Gran Bretaña, donde no se les
permitía publicar con sus nombres ningún escrito político, so pena
de ser deportados. Si esa espada de Damocles no fuera suficiente,
sufrían el acoso de la Gestapo o eran sencillamente secuestrados o
asesinados por ella.
"Todo
lo que soy" es un tributo a esas personas que arriesgaron o
dieron su vida luchando por la Paz. Pero también lo es a la amistad,
al valor de la experiencia, de la cultura y de la libertad. Al valor,
sin más. A la integridad y a la dignidad del ser humano.
Anna
Funder está dotada de una sensibilidad exquisita que la convierte en
profunda sin resultar pedante o cursi. No sé si sus personajes
destilan tanta sabiduría porque fueron personas de carne y hueso,
porque vivieron intensamente o porque formaron parte de la elite
cultural alemana, pero lo cierto es que es ésa la impresión que
consigue transmitir su autora.
A
ello, añadamos la posibilidad de dar una lectura actual al relato:
"Para mí era insólito que el gobierno mintiera al pueblo
[...]. Si no podíamos confiar en las autoridades, ¿en quién
podíamos confiar? La respuesta era: en nosotros", dice Ruth Wesemann. Cierto. Frente a gobernantes mentirosos, los ciudadanos hemos de confiar en nosotros mismos, en nuestra capacidad para defender nuestros derechos y libertades de los ataques de aquellos que tratan de arrebatárnoslos mientras se dibuja en sus rostros una sonrisa llena de cinismo.
Aparte:
P. S.: Por si alguien no pilla lo de la sonrisa cínica, os doy una pista. Es muy sutil, pero confío en que sepáis interpretarla.
Nota para mi mismo: ¡Cómo te pasas, Jose! ¿A quién se le ocurre insinuar que a estos tres les importamos todos una higa? Vale que dan grima, incluso miedo. Vale que no sirven ni para darle gusto a un caldo, pero, si alguna vez consigues ser banquero, te sacarán de cualquier apuro.
P. S.: Lo sé, siendo este un blog cultural, falta Wert, nuestro inefable ministro del ramo, que tan denodadamente ha luchado para hundirnos en la ignorancia, pero es que mi médico me tiene prohibido ver, publicar o tan siquiera intuir imágenes suyas.
Aparte:
P. S.: Por si alguien no pilla lo de la sonrisa cínica, os doy una pista. Es muy sutil, pero confío en que sepáis interpretarla.
Nota para mi mismo: ¡Cómo te pasas, Jose! ¿A quién se le ocurre insinuar que a estos tres les importamos todos una higa? Vale que dan grima, incluso miedo. Vale que no sirven ni para darle gusto a un caldo, pero, si alguna vez consigues ser banquero, te sacarán de cualquier apuro.
P. S.: Lo sé, siendo este un blog cultural, falta Wert, nuestro inefable ministro del ramo, que tan denodadamente ha luchado para hundirnos en la ignorancia, pero es que mi médico me tiene prohibido ver, publicar o tan siquiera intuir imágenes suyas.