martes, 31 de diciembre de 2013

Misteriosos hilos que la vida teje


Esta entrada podría titularse "Un hombre de palabra", porque, como me propuse allá por el mes de mayo, he terminado la lectura de "En busca del tiempo perdido", una de las obras cumbre de la literatura francesa del s. XX, y lo he hecho dentro del plazo fijado. Así que nadie puede burlarse de mí, al menos a este respecto.
Espero que mi billón largo de lectores sepa disculpar si me pongo algo cursi al escribir esta reseña, pero es que yo tiendo a ello y estas fechas lo propician.
A lo largo de los 7 tomos (u 8, pues algunas editoriales dividen el primero en dos), ha pasado la vida delante de nuestros ojos: La infancia del narrador, que disfruta de las fiestas de Pascua con su familia en el pueblo de Combray; su apego por su madre, que roza el complejo de Edipo; el nacimiento de su amor por la Belleza, en cualquiera de sus manifestaciones; sus veranos de playa en Balbec, con su cuadrilla de amigos, o más bien amigas, que luego podría no haber vuelto a ver; el encuentro con la que llegó a ser su primera pareja; la presentación en sociedad, donde fue ascendiendo hasta lo más florido de la aristocracia y convertirse en uno más; el amor adulto, con los celos, las mentiras y los desengaños; la pérdida del ser amado; las pasiones y las vocaciones artísticas; el intento de ser un gran escritor; la comprensión de que algo falta a su obra; las relaciones algo perversas, algo interesadas; la falsedad de algunas amistades; la enfermedad, que lo haría ingresar dos veces en sanatorios durante la Gran Guerra; la pérdida tanto de seres queridos, como de otros con los que compartió vivencias; y, en "El tiempo recobrado", el último de los tomos, la madurez, la decrepitud y el presentimiento de la propia muerte, momento en que se produce una especie de epifanía: El protagonista comprende cuál es la forma en que debe abordar la novela que siempre soñó que podría llegar a escribir algún día. Casi lo mismo que le ocurrió a Proust. Algo así como el encuentro con el Impresionismo: Su obra debería captar la esencia del pasado, traer al presente, a través de ciertos detalles, como la famosa magdalena proustiana, las impresiones sentidas años atrás, a las cuales acompañaría todo un mundo, todo el ambiente que rodeaba esos momentos de vida que serán recreados por él. La única duda que surge, ahora que el narrador ha dado con la clave para llevarla a cabo, es si éste tendrá aquello que pretende transmitir: Tiempo. Tiempo para concluir la empresa que por fin ha iniciado.
Por suerte, aunque le faltó algo de éste para terminar de pulir "En busca del tiempo perdido", Proust sí pudo acabar su obra, y tras un siglo de la publicación del primer volumen, aquí me encuentro, compartiendo con vosotros el deleite que ha supuesto su lectura.
Como colofón a estos meses de gozo, recojo a continuación varias citas que espero que os gusten. Son todas del último tomo:
"Los periódicos se leen como se ama, con una venda en los ojos".
"La gente lo ve todo a través de su periódico".
"No sacrifiquéis hombres a unas piedras cuya belleza procede precisamente de haber fijado un día verdades humanas".
"La verdadera vida, la vida al fin descubierta y dilucidada, la única vida, por lo tanto, realmente vivida es la literatura".
"Es con adolescentes que duran bastantes años con los que la vida hace a los viejos".
"Cuando yo le hablaba a Francisca de una iglesia de Milán [...], envidiaba a los ricos que podían permitirse el espectáculo de semejantes tesoros [...], ella que, llevando tantos años en París, no había sentido nunca la curiosidad de ver Notre-Dame. Y es que Notre-Dame formaba precisamente parte de París, de la ciudad donde transcurría la vida cotidiana de Francisca y donde, en consecuencia, le habría sido difícil a nuestra vieja criada situar los objetos de sus sueños".
"Si yo tuviera todavía el Fraçois le Champi que mamá sacó un día del paquete de libros que mi abuela iba a regalarme por mi cumpleaños, no lo miraría nunca: tendría demasiado miedo de ir insertando poco a poco en él mis impresiones de hoy, de que se fuera convirtiendo en una cosa del presente hasta tal punto de que, cuando yo le pidiera una vez más que suscitase al niño que descifró su título en el cuartito de Combray, el niño, no reconociendo su acento, no respondiera ya a su llamada y permaneciera para siempre enterrado en el olvido".
Después de esto, sobran las palabras.

P. S.: Bueno, añadiré unas: Espero que os gusten los puntos de lectura que me regaló un amigo que conoce bien mis gustos, de los que os hablé hace poco, cuya foto ilustra esta entrada. Se ven pequeños. Recomiendo agrandarla. Hermosísima fotografía, por cierto. (Vale, admito que lo hermoso son los marcadores, que parecen representar el teatro de la vida).
¡FELIZ AÑO 2014 Y QUE SEA PROUSTIANO!

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Viajes por el scriptorium


Nicole Krauss podría ser ella misma un personaje de ficción: Nacida en Manhattan, estudió en la Universidad de Stanford, donde conoció al que se convirtió en su mentor, Joseph Brodsky, Premio Nobel de Literatura en 1987, y posteriormente en la de Oxford. Publicó su primera novela a los 28 años (en principio, únicamente en formato digital). Está casada con el autor de culto Jonathan Safran Foer (junto a él y unos cuantos tótems literarios americanos, como David Foster Wallace o Rick Moody, forma parte de la llamada generación McSweeney´s). Ha sido alabada por intelectuales de la talla de la fallecida Susan Sontag y el Nobel J. M. Coetzee. Colabora con algunas de las revistas más relevantes en lengua inglesa (nombremos sólo una: The New Yorker). Es judía, lo cual se filtra en su obra, aunque ella dice no ejercer como tal. Amante de la literatura hispanoamericana (desde Bolaño a Vila-Matas), en la actualidad vive en Brooklyn junto a su marido y sus dos hijos. (Bueno, tampoco hay que olvidar que uno de sus vecinos, con el que trata habitualmente, es el mismísimo Paul Auster, marido de Siri Hustvedt. Está claro que en ese barrio la densidad de talento por habitante es superior a la media de cualquier otro).
Hace algunos años que mi radar de escritores a seguir no paraba de sonar cuando leía u oía su nombre. Así que no es de extrañar que estuviera entusiasmado cuando un amigo me regaló su tercera y última novela, "La gran casa", libro dividido en dos partes: En la primera se narran cuatro historias y en la segunda, la continuación de éstas, donde entendemos la relación que hay entre ellas.
Prefiero no desvelar demasiado sobre el contenido de las cuatro narraciones que componen el libro. Tan sólo explicar que nos hablan de la memoria, de la capacidad que tienen los muebles de evocar recuerdos a aquellos que han vivido rodeados de ellos (en este caso, se trata de un escritorio que pudo haber pertenecido a Lorca), del dolor que supone la pérdida de esos objetos de inmenso valor sentimental. Pero también nos habla de la Literatura, de las obsesiones, de las costumbres judías, de la dictadura pinochetista y sus desaparecidos (palabra que siempre me ha parecido un cruel eufemismo que dulcifica miles de asesinatos, torturas y secuestros), de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, del mundo intelectual. Y va más allá: De las relaciones familiares, de los secretos e intimidades de las parejas, de los reproches entre personas que se quieren, de lo truculento de algunas enfermedades (el cáncer y las neurodegenerativas), de la pérdida de los seres queridos, del amor, de la vida y de la muerte. Y lo hace con un poder descriptivo poco común y a modo de confesiones o de monólogos, funcionando como si fuera un libro de relatos.
Se trata de una bellísima novela, que ha sido candidata al prestigioso National Book Award. Una de esas novelas que dejan huella. Rotunda. Impresionante.
Me gusta particularmente esta vuelta de tuerca a la famosa frase de Blanche Dubois "Siempre he dependido de la amabilidad de los extraños": "Hay momentos en que la amabilidad de los extraños no hace más que empeorarlo todo, porque entonces uno se da cuenta de lo necesitado que está de amabilidad y de que sólo un perfecto desconocido puede ofrecérsela". Difícil transmitir tanta fragilidad en tan pocas líneas.

P. S.: Disculpad la fotocomposición que ilustra esta entrada. Ya sé que no anima a tomarse a Nicole muy en serio. Claro que tampoco la culpa es del todo mía. La mitad de la foto la conforma la portada anglosajona de la novela, que parece una tarta multicolor. Prefiero la edición española de aquí a Lima.


lunes, 16 de diciembre de 2013

Mitología


Peter O´toole y Joan Fontaine nos han dejado. Es una forma de hablar, porque, por suerte, siempre estarán donde los conocimos, en sus películas. 
Si, como a mí, a alguno de mis lectores le gusta ver fotos de estrellas del cine, les recomiendo la siguiente página: http://liambluett.com/
Se trata de una maravillosa web en la que no sólo vemos a nuestros dioses particulares, sino también sus firmas: cientos de retratos autografiados que harán las delicias de cualquier aficionado al Séptimo Arte.
Pero para quienes piensan que todos nuestros mitos nos están abandonando o para los que opinan que ya no hay actores como los de antes, ilustro esta entrada con una imagen de Ben Whishaw, desde hace años entre mis favoritos.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Ateo practicante

Grande entre los grandes, Unamuno, autor de obras valientes como "Niebla", "La tía Tula" (en mi opinión, una de las novelas más irreverentes que he leído, en la que las ideas religiosas de Tula la vuelven capaz de dejar morir a su hermana con tal de ella ser virgen y madre a la vez) y "San Manuel Bueno, mártir" (historia de un cura que no cree en Dios y sus dudas morales), era ateo, como yo (hay quienes lo ponen en duda, lo sé. Pero también hay quienes ponen en duda mi ateísmo. Y lo digo en serio). Ejemplo de su profundidad intelectual es el siguiente poema:

La oración del ateo

Oye mi ruego Tú, Dios que no existes,
y en tu nada recoge estas mis quejas,
Tú que a los pobres hombres nunca dejas
sin consuelo de engaño. No resistes
a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes.
Cuando Tú de mi mente más te alejas,
más recuerdo las plácidas consejas
con que mi ama endulzóme noches tristes.
¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande
que no eres sino Idea; es muy angosta
la realidad por mucho que se expande
para abarcarte. Sufro yo a tu costa,
Dios no existente, pues si tú existieras
existiría yo también de veras.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Jep Gambardella, el rey de los mundanos

En 2009 se estrenó una película que era, ante todo, un homenaje a uno de los maestros del cine italiano: Se trataba de "Yo soy el amor" y el director homenajeado era Luchino Visconti. Si alguno de mis lectores no la ha visto (cosa que dudo, porque tienen un gusto fuera de lo común), que no espere un segundo más. Se está perdiendo un auténtico deleite para los sentidos.
Desde entonces, no habíamos asistido a un ejercicio similar tan admirable como es "La gran belleza", de Paolo Sorrentino, tributo al Fellini más excesivo y esteticista, el de "La dolce vita" o "Roma". Su director y su protagonista, el multipremiado Toni Servillo, son viejos compañeros: ésta es su cuarta colaboración. En ella, el protagonista de "No mires atrás" ("La ragazza del lago") interpreta a Jep Gambardella, escritor de una sola novela en su juventud cuando llegó de su pueblo a la Ciudad Eterna, que en su edad madura pasea su figura por las terrazas de moda y los ambientes más destacados de la alta suciedad. Vive cuando duerme la gente corriente, practicando el dolce far niente y preguntándose qué hace alguien como él en lugares como esos, pues entiende que la vida no puede ser algo tan limitado. No es de extrañar la referencia al mundo proustiano expresada en dos ocasiones a lo largo del film. Y es que podría decirse que Jeb ha heredado del narrador de "En busca del tiempo perdido" el trono como rey de los mundanos: de reunión en reunión, como el otro de salón en salón. Ambos reflexionando sobre la vida, la muerte y aquello con lo que tratamos de adornarlas. Ambos perdiendo el tiempo.
Sorrentino es un director que no tiene miedo a que se note la presencia de la cámara, que pasea de manera sutil, casi etérea, acariciando las imágenes con auténtica sensualidad. Palacios, jardines, fiestas frikis, decadentes,... todo está rodado primorosamente y denotando una labor de preproducción que ha de haber supuesto un increíble quebradero de cabeza.
La banda sonora es otra de las grandes bazas de esta película: Entre lo hortera y lo sublime, como la propia Roma.
El guión está lleno de aciertos, de frases inteligentes, de parlamentos que calan en lo más hondo. Y muestra algo que ya hace siglos nos dijo Segismundo: que la vida es un frenesí, una ilusión, una sombra, una ficción.
Si después de lo dicho queda alguna duda, aclaro que estamos ante una de las mejores películas del año, de la década. Probablemente, me quede corto.

P.S.: Al concluir la redacción de esta reseña, leí la publicada en el siguiente enlace: http://johannes-esculpiendoeltiempo.blogspot.com.es/2013/10/la-gran-belleza-la-grande-bellezza-2013.html
Os animo a visitar esa página, porque el contenido de la entrada se parece mucho al de la mía (lo cual no es de extrañar, pues hablamos de lo mismo), pero está expresado de manera más cuidada.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Puntos de lectura III: Punto proustiano






Recientemente, un amigo que conoce bien mis gustos me regaló una serie de puntos de lectura que tienen como motivo "En busca del tiempo perdido" hechos por él mismo (vaya, he de teneros saturados). Sé que la foto no hace justicia al detallazo de mi amigo (me quedó un poco tétrica), pero quería dedicarle al menos dos entradas a estos puntos proustianos (la siguiente tardará unas semanas en ser publicada). Espero que os gusten tanto como a mí. (Eso sí, ni se os ocurra pensar que voy a daros alguno de ellos. Éste no es uno de esos blogs afines a lectores pedigüeños que participan en promociones generosas. Quien los quiera, que se los compre a mi amigo. Cuestan sólo 3 euros. Con la crisis, acepta pedidos de cualquier esquina del globo. Yo os pongo en contacto y fijáis los detalles de la transacción).


P.S.: Me pregunto si alguien no habrá entendido el componente jocoso de la última parte de esta entrada. 




martes, 10 de diciembre de 2013

Entre el deseo de saber y el miedo de sufrir


Admito mi culpa: me he retrasado a la hora de publicar la entrada mensual del tomo correspondiente de "En busca del tiempo perdido". Pero es que he tenido la gripe. Además, siempre viene bien un poco de suspense, no saber cuándo aparecerán las reseñas o, incluso, si llegaré a tiempo para la dedicada al último libro de la septalogía.
Hoy toca "La fugitiva" (según la edición que manejo), también titulada "Albertina desaparecida". Y es que al final de la novela anterior, Albertina se va del lado del narrador sin avisar.
Como me suele ocurrir con Proust, distingo dos historias, en este caso, de traición, o de sensación de traición:

En primer lugar, nos encontramos con que el protagonista y Albertina se intercambian cartas en las que ninguno muestra sus verdaderas intenciones, aunque ambos quieran volver. Fingimiento que resulta, finalmente, baldío, pues nunca se encontrarán nuevamente, ya que ella muere en un accidente hípico (recordemos el aspecto autobiográfico de la obra de Proust: Albertina, realmente, no es otra sino Alfred Agostinelli, amante del autor, que, tras abandonarlo, falleció al estrellarse su avioneta). Es este el momento en que se convierte en realidad una de las mayores pesadillas de todo enamorado: perder al ser amado y descubrir después que éste no era quien decía ser, o al menos, confirmar las sospechas de una doble vida. Comienza, así, una serie de confidencias de quienes la conocieron, la reconstrucción de la verdad oculta tras las mentiras que componen los recuerdos del protagonista sobre su relación, las dudas sobre casi cada detalle que la conformó. Y la evidencia de que ya es imposible que Albertina le sea sincera, pues ya no existe ninguna Albertina a la que confrontar con los hechos.
Pero ya sabemos que nuestro narrador es incapaz de enamorarse, que lo suyo son más bien obsesiones, la necesidad de posesión de quien se le resiste. De ahí que tampoco le sea muy difícil el olvido y realizar los proyectos que le impedía llevar a cabo su relación, ahora truncada. En palabras de él mismo: "Mi amor por Albertina no había sido más que una forma pasajera de mi devoción a la juventud". Uno de esos proyectos cumplidos es su viaje a Venecia, que realiza con su madre.

En segundo lugar, de vuelta de la ciudad de los canales, en el tren, se entera de que su amigo Roberto Saint-Loup y su primer amor, Gilberta, se casan (en principio, se trata de una boda de conveniencia, pero ella acaba enamorándose). En este caso, la decepción, la traición, viene dada por un cambio en la forma de ser del novio: Ya no es aquél que se desvivía por complacer al narrador y le contaba sus secretos. Roberto no lo invita a su boda y después de ella finge infidelidades con mujeres para ocultar su homosexualidad, de origen temporal incierto, (o su bisexualidad más tendente al gusto por los hombres. Principalmente, su affaire con Morel, heredado de su tío, el barón de Charlus), provocando con esta tapadera los celos de su esposa y su desdicha.
Pero, una vez más, ya sabemos que nuestro narrador no cree en la amistad. Luego no le cuesta mucho sobreponerse. Difícil encontrar a alguien más cínico en la Historia de la Literatura. Pero, claro, ahí radica gran parte de su encanto.

P.S.: Lo sé, no es ésta una reseña ni muy amplia ni muy inspirada. (La foto es de Agostinelli, por si os pica la curiosidad y queréis saber quién inspiró el personaje de Albertine Simonet, uno de los más recordados de la Literatura Francesa ).

Nota de agradecimiento: Ojiplático y boquiabierto quedeme cuando el 22 de noviembre, en un artículo dedicado al centenario de la publicación de "Por el camino de Swann" del periódico "La Provincia", leí una mención a este blog escrita por uno de sus críticos estrella, Antonio Bordón, autor del espléndido libro de relatos "Muchachos, maten a Borges". Gracias por el detallazo. Sobre todo, viniendo de quien viene.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Más Tarraco Nova


Esta foto muestra lo afortunados que somos  por estar  rodeados de Historia. Y la poca fortuna que tiene la Historia por estar rodeada de progreso.
Para aquellos que echaban de menos las ruinas en la anterior entrada dedicada a Tarragona.
(Las ruinas con sus inevitables turistas).

P.S.: La fotografía es de una visita que hice a la ciudad en 2007. Se nota que todavía no se había pinchado la burbuja inmobiliaria.
Lo de antiguo anfiteatro queda raro, lo sé. Pero creo que todos tenemos claro que me refiero al anfiteatro romano.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

La luz de tu mirada


Fotografiar el reflejo de una vela en una pupila con tanta precisión resulta imposible (creo).
Pero para eso está el artificio.

P.S.: Parece claro que carezco de estilo propio. El resultado de cada foto es un misterio para mí mismo.
Por cierto, ya sé que, de ser un ojo real, le faltarían iris y cristalino. Pero es que tampoco se puede pedir tanto a un simple aficionado.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Comme une image


Vuelvo mis pasos sobre una fotografía ya publicada parcialmente. Considero que el resultado de la nueva edición tiene suficiente encanto como para mostrarla de nuevo. Me recuerda un poco a una acuarela.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Cualquier día es bueno

Hoy es un día de lluvia, por lo que, lógicamente, esta foto no está recién sacada. Espero que sirva para alegrar el día gris a mi mejor amiga y para que sepa que la quiero. Porque no hace falta una fecha señalada para decirlo. Un besazo, Chonita.

viernes, 15 de noviembre de 2013

El club de la rosa


El 23 de octubre de 2012, publicaba en este blog una reseña sobre la novela "Rosa candida", de Auður Ava Ólafsdóttir. La conclusión a la que llegué fue que, pese a parecerme una obra fallida, podría sacar algo bueno: con ella iniciaría una especie de club de lectura con mi mejor amiga. Podría decirse que soy una persona lenta, pero de ideas fijas, porque hoy le toca el turno al segundo de una serie de libros, de número incierto, en los que se centrará lo que he decidido llamar "El club de la rosa": lecturas conjuntas que trataré de realizar con la Chona Mayor.
Esta vez, se trata de una especie de reportaje de investigación cuya excusa resulta algo peregrina: ¿Podría haber transportado un antiguo amante de Lorca sus restos mortales a Uruguay más de una década después de su muerte para enterrarlo detrás del primer monumento en su honor erigido en tierras americanas? Imposible comprobarlo, al menos sin la improbable colaboración de sus herederos (los del poeta granadino). Si todo el libro girase en torno a esta "teoría de la conspiración", el resultado habría sido una pérdida inútil de dinero y esfuerzo; pero su autor, el peruano Santiago Roncagliolo, ha sabido dotar de personalidad e interés a esta obra de encargo. Su título: "El amante uruguayo. Una historia real".
En ella, nos encontramos como personaje principal al escritor uruguayo Enrique Amorim. Considerado por muchos como un pésimo poeta y un prosista más bien mediocre, su compatriota Mario Benedetti decía de él que era un autor "de extraordinarios fragmentos", "pero también de grandes pozos estilísticos". Sólo sus narraciones sobre gauchos llegaron a alcanzar un poco del prestigio que siempre buscó. Millonario y comunista, casado (con Esther Haedo, prima de Borges) y homosexual, cosmopolita que acabó sus días en su Salto natal,... Amorim es descrito como una persona llena de incoherencias, razón por la que muchos no lo tomaban en serio. Otro epíteto que posiblemente lo describiría es el de testigo. Y es que fue una especie de "Zelig", una presencia habitual en los ambientes cultos, que, al parecer, tuvo un trato muy íntimo con Jacinto Benavente y con García Lorca cuando visitaron Argentina (para el segundo, su estancia en dicho país supuso un éxito apoteósico, su primer baño de masas y convertirse en estrella mediática); fue amigo de Borges (asistió al más importante cambio en la trayectoria literaria de éste, producida tras un viaje a la frontera que hicieron juntos, donde presenciaron un asesinato) y condenó con él el régimen peronista; ayudó a Neruda en su huida al exilio y acabó despreciándolo (tras leer que Neruda metía a vivir en su casa a su amante mientras su esposa lloraba junto a la cuna de su hija con hidrocefalia, parece difícil no condenar ciertas actitudes del poeta chileno, al que, por otra parte, siempre se le agradecerá lo que hizo por los republicanos españoles cuando fue embajador de su país en París); se relacionó con Picasso y con Louis Aragon (ambos destacados comunistas) e incluso participó en la reunión secreta que mantuvo el primero con Chaplin (en las memorias del cómico inglés lo confunde con Sartre, o eso deduce Roncagliolo); fue protegido de Horacio Quiroga (cuya existencia no pudo ser más trágica: "Su padre se pegó un tiro cuando él era apenas un bebé. Su padrastro quedó semiparalítico cuando él era un adolescente, y se suicidó en su presencia con la misma escopeta que su padre. Dos de sus hermanos murieron prematuramente. Su primera esposa se envenenó. Alfonsina Storni, con quien vivió un romance, se ahogó. Sus hijos se suicidaron");... De esta manera, a lo largo de las más de 300 páginas que forman este libro, repasamos algunas de las anécdotas más jugosas de algunos de los personajes más destacados del mundo de la cultura de la primera mitad del s. XX.
La conclusión a la que podemos llegar tras la lectura de este extenso y muy documentado reportaje (o ensayo o lo que sea), queda plasmada por su propio autor en las siguientes palabras: "En realidad, la gran obra de Amorim fue su propia vida", "Y su principal importancia sería ayudar a conservar la memoria de los personajes que frecuentó".

P. S.: Como veis, "El club de la rosa" ha elegido mejor esta vez. Por supuesto, "continuará".
Ah, creo que la foto fue tomada en "Las Nubes", residencia de Amorim en Salto, Uruguay, declarada monumento histórico nacional.
Me he prohibido hablar de la polémica provocada por "El amante uruguayo" en dicho país, porque pienso que es meterme en cuestiones ajenas a la obra y, además, Roncagliolo aclara en ella que muchas de sus afirmaciones son en realidad conjeturas.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Las dos caras de la verdad


Lo sé. Esta reseña es algo tardía. Escribo sobre "Gravity" cuando ya ha pasado el tiempo de promoción, pero es que no pertenezco al departamento ídem de la película. Lo que motiva mi retraso es que no sabía cómo enfrentarme a la redacción de esta entrada. La solución ha sido salomónica: Cortar al niño por la mitad. O sea, primero hablaremos de su protagonista y, luego, de la obra en conjunto:

A pesar de Sandrita Bullock: Desde que Marisa Tomei ganó hace 20 años el Oscar como mejor actriz de reparto por "Mi primo Vinny" (aquello parecía una tomadura de pelo por parte de Jack Palance, que fue quien lo entregó), no se había dado el caso de un Oscar a una actriz más sospechoso que el concedido a la Bullock por poner acento sureño en "The blind side", que en España se llamó "Un sueño posible" (sí, señores y señoras, la reina de la comedia romántica arrebató el Oscar a Meryl Streep y a Helen Mirren. Supongo que ellas todavía estarán procesando la información, como ocurre con los chistes sin gracia).
El caso es que a Alfonso Cuarón alguien debió decirle que esa mujer con cara de palo, pero que se conserva bastante bien para haber cumplido 49 años (lo que daría yo por tener unos muslos tan musculosos como los suyos), era la opción ideal para protagonizar su última película. No es que se trate de un error garrafal de reparto. Es sólo que, al menos yo, no pude evitar tomarme "Gravity" como una metáfora de la carrera de Sandra Bullock: ella dando tumbos en medio de la nada que ha supuesto su paso por el cine. Probablemente no fuera la intención de Cuarón que a algunos nos resultara risible ver cómo esta "actriz" se golpea una y otra vez contra estaciones espaciales. Pero es que cumple un sueño (algo cruel, quizás) que muchos albergábamos desde hace años. (Lástima que ya no haya más secuelas de "Saw". Habría sido la víctima perfecta).

La película: Hay que ser un magnífico director para conseguir hacer de una historia tan simple como la que cuenta "Gravity" (una lluvia de asteroides mata a la mayor parte de la tripulación de una estación espacial y los supervivientes tratan de volver a la Tierra) una estupenda película. No basta con los medios que se presuponen a una empresa de esta envergadura para conformar el espectáculo que se desarrolla ante nuestros ojos (por fin un 3D más que justificado). Quien maneja la batuta ha de dominar el tempo; ha de saber ir de lo inmenso del espacio a lo minúsculo de una lágrima que flota en el vacío; o sea, ha de poder digirir a un gran equipo, pero a la vez ha de conseguir que los personajes transmitan emociones. Cosa en la  que Cuarón siempre ha sido un maestro.
No quiero obviar la función de la banda sonora de Steven Price (carente de percusión por decisión de Alfonso), a veces demasiado evidente, pero que en conjunto engrandece el resultado final.
Parece innecesario decir que "Gravity" es una de las mejores películas del año, aunque haya más en ella de artificio que de contenido. Pocas veces como ésta, el puro espectáculo está tan justificado.

P.S.: Vale, lo sé. Tengo fijación por los parecidos razonables (y este blog está degenerando un poco por ello). Lo peor es que también me ocurre con las personas que me rodean y he de callarme para no ofender. Pido disculpas a mi legión de lectores por no saber contenerme. Ah, sí, el fotomontaje es cutre porque lo hice yo mismo.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Bocachocho: una reflexión


Muchos tendréis el placer de no haber oído hablar en vuestra vida de Chabeli Navarro. No le dedicaré mucho tiempo en este blog (ni en el resto de mis actividades diarias). Hoy la vi por primera vez (no diré "cambiando de canal", porque, ¿quién me creería?). La cuestión es que no pude evitar encontrarle un notable parecido con la grandísima Isabelle Adjani. Y me dije: "¡Qué lástima que, en su camino a la fama, esta chica haya decidido que en las únicas cosas que quiere parecerse a una de las leyendas del cine galo sea en, a causa de alguna operación o tratamiento estético chungo, dejarse esa bocachocho y la cara hinchada cual muñeco Michelin! Bueno, también comparten nombre, pero ella ha optado por degradarlo y usar un horrendo diminutivo. En cuanto a carecer de estilo, supongo que no será intencionado. Lo que sí tengo claro es que, a sus 58 años, me quedo con Isabelle de aquí a Lima". 
He investigado. Os la presento: Se trata de una ex de Paquirrín que ha pasado por Hombres, mujeres y viceversa y por Perdidos en la tribu. Ése es su currículum. El de Adjani incluye 2 nominaciones a los Oscar,  8 a los César (ha ganado en 5 ocasiones), 2 David di Donatello, ser premiada como mejor actriz en los festivales de cine de Cannes y Berlin y multitud de otros premios. Lamentablemente, la mayoría de los adolescentes españoles han de conocer sólo a la primera, pero en este blog, podemos decir con orgullo: Te adoramos, Isabelle.

viernes, 1 de noviembre de 2013

La consecuencia insoportable de un gran amor


A medida que avanza "En busca del tiempo perdido", podemos llegar a una conclusión no del todo obvia: Proust carecía por completo de sentido del pudor. Faltaban segundos, y a mí la respiración, cual corredor de fondo, para que llegara el mes de octubre a su fin, cuando el protagonista de "La prisionera" decía ante mis ojos las últimas palabras del quinto o sexto tomo (depende de la edición que manejemos), esas en las que trata de mostrar que aún conserva algo de amor propio: "Déjeme un momento, luego la llamaré". Difícil tarea, pues durante toda la novela ha expuesto sus miserias sentimentales.
Pero hagamos un poco de balance de los hechos, antes de conocer la razón de esas palabras: Al final de "Sodoma y Gomorra", el narrador (su autor deja claro en este volumen que no se trata de él mismo) está decidido a casarse con Albertina, no porque la ame, sino movido por los celos, por una ansia de posesión (pues sólo cree amarla cuando parece que puede perderla). Así que vuelven juntos a París, a casa del protagonista. Su madre está de viaje en Combray, de visita a un familiar enfermo, por lo que quedan prácticamente solos para hacerse daño mutuo. Durante el tiempo que comparten, siguen las mentiras de ella y algo casi peor, el descubrimiento por parte de él, a través de terceros o de algunas frases sueltas e incoherentes con lo que ha dicho anteriormente por parte de ella. Digo que lo peor, porque ahí comienza una necesidad morbosa por reconstruir el pasado, por rehacer la memoria buscando la verdad. Surgen preguntas nuevas y respuestas que parecen sinceras o que quizás lo son en parte: medias verdades que tratan de cubrir otras mentiras. Es éste un auténtico ensayo sobre el engaño. El narrador rompe con su amada, vuelve, rompe nuevamente. La descripción es tan detallada que resulta imposible que Proust no esté narrando su propia vida sentimental. ¿Cómo conocer, si no, hasta el último resorte que mueve el comportamiento del celososo patológico? De ahí que considere que Proust carecía de pudor.
Nuestro protagonista llega a la misma conclusión a la que puede llegar el lector: Es tan prisionera Albertina, espiada constantemente en sus actos diarios, como él, cautivo de los celos. A veces, podemos tener la impresión de que ella va a cambiar, de que procurará hacerlo feliz siéndole fiel y sincera. Pero se trata de un espejismo. Lo cual no evita que él busque cualquier asidero para poder creer en ella tras cada mentira.
Al final, quizás por el cansancio provocado por la repetición de estas escenas incómodas; porque comprende que no va a cambiar nunca, pues conoce su propia naturaleza; porque siente el peso de esa vivienda-celda, a pesar de los caprichos que su "carcelero" le consiente, Albertina huye un día al amanecer (quedando sus razones envueltas en el mistero, como ocurre habitualmente en estos casos). Es al despertar el personaje principal, cuando su fiel criada, Francisca, le anuncia la partida de su huésped y él, para no dejar entrever su estado de ánimo derrotado, le responde con toda naturalidad para que ésta se retire sin sospechar lo que hay tras sus palabras.
Y es que, como ya nos avisaba al comienzo el narrador: "Al dejar Balbec, había creído dejar Gomorra, arrancar Gomorra a Albertina; pero, ¡ay de mí!, Gomorra estaba dispersa en los cuatro extremos del mundo".

P. S.: Como sé que hay quienes, a pesar de todo, siguen pensando que Marcel Proust no resulta moderno y no es divertido (por momentos), citaré parte de un diálogo de "La prisionera" con la esperanza de que cambie esa impresión que quizás aleja de él a muchos lectores:
"En mi tiempo, los homosexuales eran unos buenos padres de familia y no solían tener amante más que como tapadera. Si yo hubiera tenido una hija que casar, habría buscado un yerno entre ellos para estar seguro de que no sería desgraciada". 

domingo, 27 de octubre de 2013

¿En qué momento había progresado el Perú?

Hace tiempo que debería haber publicado esta reseña, pero no me decidía. Necesitaba que se fuera asentando la impresión que tengo sobre esta novela, "El héroe discreto" (magnífico título, que remite a la obra de Baltasar Gracián), de Mario Vargas Llosa, porque no quería ser injusto. Y es que me parece que se trata de una novela con muchos méritos, con muy buenas intenciones, quizás necesaria, pero fallida.
La historia, en realidad, son dos, dos historias paralelas, pero muy parecidas: Felícito Yanaqué, empresario transportista que vive en Piura (Perú, por supuesto), sufre un intento de extorsión: O paga 500 dólares al mes por la protección de un grupo de mafiosos o se arrepentirá, dice un anónimo de los muchos que le irán llegando (todos ellos con la arañita de cinco patas que vemos en la foto). Su educación recta, aunque humilde, no le permite someterse a dicho chantaje, a pesar de que le queman parte de las instalaciones de su negocio y secuestran a su querida. Por otro lado, en Lima, Ismael Carrera, dueño de una importante aseguradora, decide casarse con una de sus empleadas domésticas con la intención de que sea su heredera principal, con tal de que sus hijos se queden con dos palmos de narices cuando él fallezca. Y es que, mientras estaba supuestamente inconsciente y desahuciado, hace un tiempo, les oyó desearle la muerte para ellos quedarse con su fortuna. (Todo se lía bastante tras esa introducción, pero prefiero no desvelar detalles que os estropeen la lectura del libro).
Ambos relatos (el segundo con menor peso) son interrumpidos (felizmente) por la irrupción de personajes conocidos en la obra de Vargas Llosa (los muy queridos Lituma, Rigoberto, Lucrecia y Fonchito -tan cándido y puñetero como siempre-), hasta el punto de que parecen convertirse en protagonistas. No es que sus historias sean tampoco gran cosa (incluso una de ellas queda en el aire), pero resultan agradables. En realidad, toda la novela lo es (contribuye a ello el constante uso de peruanismos, el sentido del humor en algunos pasajes y la sutil construcción de los personajes, algo arquetípicos quizás), sólo que no está a la altura de un autor tan virtuoso. Se queda en poca cosa. Pero tengo la impresión de que más bien lo que mueve a don Mario es transmitir la importancia de determinados valores que parecen haber quedado atrás con el progreso en general, ejemplificado con el de su Perú natal en particular. Incluso cabría interpretar que trata de justificarse cuando dice que la vida se parece más a una telenovela que a Tolstoi o a Cervantes. O sea, que para acercarse a la realidad hay que alejarse de la gran literatura, podríamos entender. Vamos, que sólo me atrevo a recomendar "El héroe discreto" a lectores completistas, a aquellos que quieran conocer toda la obra de Vargas Llosa. Caso en el que me encuentro.

P. S.: Se me olvidaba: Su autor no sólo nos habla, en esta novela, de la importancia de determinados principios, de la lucha por su defensa y de que los buenos pueden vencer alguna vez, aunque sólo sea en la ficción; también nos trasmite su concepción de la religión. Y es que, aunque él siempre se ha declarado agnóstico, considera que es útil a la hora de distinguir entre el bien y el mal (no es algo que yo comparta -soy más bien sartriano a este respecto-, pues creo que basar tu sistema de valores en una mentira no es la mejor manera de aprender y que vicia el conocimiento desde la raíz, pero lo destaco porque es parte notable del contenido del libro y lo enriquece). Sin embargo, coincido con la visión de uno de sus personajes, la de Rigoberto: "Para ser creyente no conviene pensar mucho" o "Un ateo es también un creyente. Cree que Dios no existe" son frases que expresan pensamientos que no me son ajenos.
Ah, por si tengo algún lector poco dado a conocer frases famosas de grandes libros, el título de esta reseña es un guiño a "¿En qué momento se había jodido el Perú?" de "Conversación en la Catedral".

jueves, 17 de octubre de 2013

Bette Davis eyes







Ésta es una de esas entradas casi inexplicables mías que suelo justificar haciendo alusión a mi gusto por la fotografía, cierto. Pero también responde a mi intención de haceros una confidencia: Si queréis saber quién es la responsable de mi debilidad por las gatas, aquí la tenéis. Nadie puede resistirse a esa mirada tan penetrante y a esa cara tan tierna.

lunes, 14 de octubre de 2013

La sonrisa de Marg Sisson

El suyo, el de Alice Munro, parecía un Nobel cantado y justo me pilló leyendo su única novela, "La vida de las mujeres". Es cierto que conocer su biografía ayuda a comprender su obra, pero como no suelo escribir entradas muy largas y ya se han encargado los medios de comunicación de dárnosla a conocer, mejor entrar en materia directamente.
La primera impresión que vamos teniendo a medida que avanzamos en la lectura de este libro es la de que a su autora le costaba escribir una novela y decidió hacerlo a base de relatos que comparten personajes (qué tramposilla, la Munro). Cada capítulo tiene un título alusivo al tema del que habla y no es continuación del anterior, aunque haga referencia a alguna de sus tramas. Cada capítulo nos enseña algo sobre nosotros mismos.
La protagonista, Del Jordan, al principio vive en el pueblo de Flats Road con sus padres y su hermano Owen, hasta que se traslada a la ciudad de Jubilee, pero sólo con su madre. Ambas parecen incapaces de adaptarse a ninguno de esos dos ambientes. Son demasiado independientes y cultas para las gentes de campo y demasiado inocentes para las de ciudad.
La acción transcurre, aproximadamente, entre 1938 y 1950: Llegan los ecos de la Segunda Guerra Mundial y de sus consecuencias, probablemente como una forma de darnos a entender que ése, el bélico, es el mundo de los hombres, mientras las mujeres y los niños se quedan en casa. Aunque también se entiende que a los canadienses les quedara un poco lejos  el campo de batalla.
A lo largo de esos 12 años, Del va creciendo, descubriendo el mundo y conociéndose a sí misma. Nos describe a los pintorescos vecinos de Jubilee, que en realidad no son tan pintorescos, sólo que la mirada de la Munro los vuelve especiales. También nos describe su despertar sexual y su primer amor. Cómo el amor la apartó de su camino. La inutilidad, la irracionalidad y el fanatismo de la religión (la madre de la protagonista expresa con las siguientes palabras algo que siempre he mantenido: "¡Dios fue creado por el hombre! ¡No al revés! El hombre en una fase de su desarrollo más infame y sanguinaria que la actual, o eso esperamos. El hombre creó a Dios a su imagen y semejanza".) Su gusto por la literatura, pues ella misma es una escritora en ciernes, que busca la inspiración en las historias que escucha sobre sus vecinos. La rebeldía frente a su progenitora, a la que se parece más de lo que está dispuesta a admitir.
"La vida de las mujeres" es una novela de iniciación nada complaciente. Se describe el abuso a una menor como algo en lo que participa voluntariamente la propia menor; los disminuidos psíquicos son mostrados como seres crueles; la gente se suicida casi sin razón aparente y se vuelve loca sin que haya la más mínima explicación; los hombres son poseedores de multitud de defectos y sinónimo de peligro.
Creo que la filosofía vital de Del Jordan se resume en las siguientes palabras: "Se suponía que los hombres podían salir y vivir toda clase de experiencias, desechar lo que no querían y volver orgullosos. Sin pensarlo siquiera, yo había decidido hacer lo mismo".
Alice Munro escribe sobre mujeres, pero sobre mujeres reales, con aristas, buscando que éstas resulten, al menos por momentos, antipáticas, mezquinas, vanidosas, machistas, carentes de ambición, torpes, chismosas, contradictorias en sus actos. Y en otros momentos sus mujeres son independientes y a la vez pueden dejarse someter por el amor; son inteligentes y cometen errores que las marcan para siempre; son resueltas, sexuales, obsesivas, apasionadas,.. Así es la vida de las mujeres.

P. S.: Para entender el título de esta entrada es necesario leer otra reciente: "Vidas en tránsito I: Ontario-Canarias".

sábado, 12 de octubre de 2013

El mundo (literario) es un pañuelo

No me considero una persona supersticiosa, pero a veces me encuentro con alguna coincidencia curiosa. Como últimamente se ha sumado una buena cantidad de ellas y todas tienen los libros como punto en común, he pensado que éste es el mejor lugar para reunirlas:
- Comenté a un amigo que estaba leyendo "1913. Un año hace cien años". Él me lo había regalado y pensé que le agradaría saber que me estaba gustando. Me contestó que él estaba leyendo "14", por 1914, de Jean Echenoz.
- Poco tiempo después, informé a ese mismo amigo de que estaba leyendo las memorias del escritor Martin Amis. Él estaba leyendo la biografía del escritor David Foster Wallace, que puso fin a su vida ahorcándose. Las memorias de Amis están llenas de suicidios. Uno de ellos, el de la madre de su primera hija.
- El 31 de agosto fue el cumpleaños de una amiga. El amigo antedicho le regaló "Albert de Adelaida", una novela protagonizada por un ornitorrinco. Yo le regalé "Firmin", una novela sobre una rata que no sólo come libros, también los lee. Ambos, pues, regalamos obras protagonizadas por animales.
- Más tarde, leí "Sodoma y Gomorra", de Marcel Proust. Lectura a la que siguieron, de manera conjunta, las de "El héroe discreto" y "La vida de las mujeres". Pues bien, en el primero de los dos escribe Vargas Llosa: "¿Me podrías decir qué  es eso de Sodoma y Gomorra, papá?". Y en el segundo escribe Alice Munro, en boca de la madre de la protagonista, casi en respuesta de la pregunta anterior: "A lo que se dedicaban en Sodoma y Gomorra era a prácticas antinaturales" (otro personaje añade: "Lo de natural o no natural depende, ¿no?").
- Y por último, ¿casualidad o clarividencia que estuviera leyendo conjuntamente la última novela del Nobel Vargas Llosa y la única novela de Alice Munro y justo en medio de esas lecturas le concedan el Nobel de Literatura a ella? 

Probablemente debería construir un refugio, cual Michael Shannon en "Take shelter". Todo apunta a que se acerca el Apocalipsis.

P. S. : Información para lectores curiosos: Sí, la foto la hice yo. Sí, está manipulada. Como escribí en la primera entrada de este blog, las fotos en las que no salen personas suelen ser mías. El resultado, en mi opinión, es un blog más personal, que es lo que busco. 

martes, 8 de octubre de 2013

Love & other drugs



Victor y Annette son pareja y tienen una hija. Él es francés y ella austríaca. Ambos viven en Viena, en un ambiente pequeñoburgués y culto (al menos esa es la opinión de un español cuando observa que entre sus lecturas se encuentra una obra de Georg Trakl; pero, claro, en Austria ha de ser algo común). De vez en cuando, él se pierde de vista para ir a comprar drogas. Tras cada escapada, ella calla. Falta poco para que se trasladen a París y ahí las cosas cambiarán. (Vana esperanza habitual en una persona enamorada).
Por supuesto, en Francia las cosas van a peor. Surgen la infidelidad y los malos tratos, por lo que la mujer decide abandonarlo y llevarse a su hija consigo.
En realidad, me parece que es Victor quien la ha dejado hace tiempo. Decía Proust que "los hombres pueden tener diversas clases de placeres. El verdadero es por el cual dejan el otro". La idea de que él antepuso el placer que le provocaban las drogas al amor de ella y a la responsabilidad de cuidar de su hija me conduce a mantener ese pensamiento (otra cosa sería que su nivel de adicción le impidiese cambiar, pero, como vemos con el pasar de los años, Victor acaba estando "limpio").
Así comienza "Todo está perdonado", la primera parte de una trilogía dirigida por Mia Hansen-Løve. Después de lo que acabo de contar, llega el perdón. No diré de qué manera. Tan sólo, que el final me parece hermoso y lleno de esperanza, y que la hija juega en él un papel principal.
La película está narrada de manera lineal, aunque con saltos temporables (alguno, notable), "con la intención de transmitir al espectador la imposibilidad de detener el tiempo" (Mia dixit). El estilo de la directora no difiere mucho del de su pareja, Olivier Assayas. Al menos, del Assayas de "Las horas del verano". Íntimo, familiar, elegante, despojado de artificios, salvo las elipsis ya aludidas. La historia es pequeña, una que podría ocurrirle a cualquiera.
Termino la reseña con una cita de un poema de Trakl que quizás viene a cuento:

En una negra nube
navegas ebrio de amapolas

Ah, por supuesto, la recomiendo. Sobre todo a los amantes del buen cine francés.

sábado, 5 de octubre de 2013

Vidas en tránsito I: Ontario-Canarias

Ban Righ Hall

Marg Sisson debía rondar los 20 años en 1963. Se había matriculado en una carrera de Letras en la Queen´s University de Kingston, Ontario. (Dato curioso: La universidad fue fundada en 1841, 26 años antes que el estado de Canadá. Dicho de otra manera, su país de nacimiento aún no era centenario siquiera). Conocida es la influencia de los escoceses en Ontario, de ahí que el diseño del edificio tuviera como modelos las universidades de Edimburgo y Glasgow.
Marg era una estudiante aplicada, pero no la típica que subraya sus libros usando una regla. No, hacía unas líneas erráticas y con bolígrafo azul (la verdad es que era algo sacrílega en ese sentido). Escribía de manera clara, algo amanerada, pero resuelta y rápida.
Decidió alojarse en la Ban Righ Hall, una residencia para mujeres (vale, el nombre es algo obvio: Ban Righ significa en gaélico "la esposa del rey"). Fue esta la primera edificación que se contruyó con dicho fin en la Queen´s. Todo gracias a la iniciativa de un grupo de antiguas estudiantes, que consiguieron la mitad del dinero necesario para la construcción de la residencia a base de vender pasteles, organizar reuniones para tomar el té o para jugar al bridge y mediante pequeños donativos.
El primer año de Marg en dicha residencia, aún no existía el gran comedor que se inauguró casi al final de la década.
Muy probablemente, acabara licenciándose, aunque ha de tener ya unos 70 años, por lo que estará jubilada.
De Ontario y también de Letras son las escritoras Alice Munro y Margaret Atwood. Me imagino a Marg con una sonrisa de orgullo por sus compañeras de generación (aunque ellas son algo mayores), si dentro de unos días la Academia Sueca decide conceder a alguna de las dos el Nobel de Literatura.

Pero, ¿cómo conocí a la señora Sisson (éste, por supuesto, es su apellido de soltera. No sé si llegó a casarse alguna vez)? De una manera muy sencilla: Era mi cumpleaños. No recuerdo exactamente cuál, sólo que era veinteañero. Y mi amiga bibliotecaria decidió hacerme más de un regalo. Uno de ellos sería de broma: Un libro de segunda mano (la tercera edición de "The great critics", antología de crítica literaria compilada y editada por James Harry Smith y Edd Winfield Parks). Marg habia escrito sus datos en la primera página para que, si algún día se le perdía, supieran a quién devolvérselo. El libro tiene anotaciones que me dejan entrever su carácter y componer un vago retrato de ella. Es curioso el viaje que realizó "The great critics" hasta llegar a mis manos, de Ontario a Canarias. Ya hace 50 años que esa estudiante de Letras decidió escribir sus datos en su libro, que ha acabado formando parte de mi biblioteca particular. Probablemente ésta sea la manera más prosaica que conozco de pervivir a través de la escritura, pues, esté donde esté, Marg, para mí, seguirá siendo siempre esa estudiante de Letras, aplicada, que a principios de los 60 se matriculó en la Queen´s University at Kingston.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Les amours passagers

Termina el mes, así que aquí me tenéis, escribiendo, una vez más, sobre "En busca del tiempo perdido". Hoy toca "Sodoma y Gomorra". El título adelanta la orientación sexual de algunos de los personajes y el tratamiento que recibe dicha orientación.
Como suele ocurrirme con los libros que componen esta obra, creo que lo mejor es dividir la novela en dos partes (esa es realmente la división que hace su autor, pero en este caso, me refiero a las dos historias principales: las relaciones del narrador con Albertina y del barón de Charlus con Morel):
Como ya hemos sabido en el volumen anterior, Albertina ha vuelto a la vida del protagonista de esta serie de novelas. En principio, parecía que ya no sentía nada por ella, pero dado el carácter voluble de su corazón, no tarda en "enamorarse" de nuevo nada más comprender que el amor de ella no es una cosa segura. A lo largo de la narración la irá introduciendo en el mundo de salones que frecuenta e irá sospechando que la competencia es doble, que su amada es bisexual, por lo que siente celos de cada persona medianamente atractiva que se le acerca. Viajarán a Balbec, ciudad donde se conocieron cuando eran adolescentes, que se transformará en un lugar más donde encontrarse con amigos (no en ese ambiente plástico de los cuadros de Elstir). Marcel nos deja clara la naturaleza de sus sentimientos con las siguientes palabras: "Mi suerte era la de no perseguir más que fantasmas, seres cuya realidad estaba, en gran parte, en mi imaginación". De esta manera, nos encontramos con que el narrador toma la decisión menos razonable que cabría esperar a los espectadores de una relación y la más comprensible para quien está enamorado y es celoso: En el momento en que confirma sus sospechas de bisexualidad de Albertina, en el momento en que entiende que su sufrimiento será duplicado, que no podrá vivir tranquilo pues su pareja no sólo es infiel, sino que además lo es con hombres y con mujeres, decide que va a casarse con ella. Así de raro y contradictorio es el comportamiento humano.
Al barón de Charlus lo conocíamos ya, pero no había destacado como en "Sodoma y Gomorra". Hermano del duque de Guermantes y tío de Roberto Saint-Loup, es viudo y guarda un luto riguroso (en realidad, todo es una tapadera, pues es homosexual y le conviene hacer creer que no está interesado por más mujer que la que se le murió). Mediante el estudio del comportamiento de este personaje, Proust nos acerca a los inconvenientes de ser gay en una sociedad que condena dicha orientación sexual. El barón se muestra desdeñoso con los jóvenes que le atraen, de esa manera ellos se interesan por él (pues muchos se complacen en gustar a quienes los rechazan). Una vez éstos se fijan en él, les hace saber que lo necesitan para medrar, por lo que la relación se vuelve interesada, tóxica. Aparecen los celos, las amenazas, la manipulación. Hay quien puede pensar que el tratamiento que da el autor a estas relaciones es anticuado, pero a mí me parece que tampoco se ha avanzado mucho después de casi un siglo de haber sido escrita esta novela. Recordemos la persecución que viven actualmente los homosexuales en Rusia (y en muchos otros países, si no en todos), hasta el punto de que recientemente el gobierno de dicho país ha llamado la atención a un canal de televisón por la emisión de la magnífica película "Les chansons d´amour" (uno de los mejores musicales de la historia del cine). La razón aducida es que hace "propaganda de relaciones sexuales no tradicionales" (como se suele decir: tócate los cojones). Citaré un estracto de "Sodoma y Gomorra" respecto a la forma en que se ven obligados a comportarse muchos homosexuales para comprobar que las cosas siguen poco más o menos igual: "Tiene que vivir en la mentira y el perjurio, pues sabe que se considera punible y vergonzoso, por inconfesable, su deseo, ese deseo que constituye para toda criatura el mayor gozo de vivir; que tiene que renegar de su Dios, pues a los cristianos, cuando comparecen ante el tribunal como acusados, les es forzoso, ante Cristo y en su nombre, defenderse como de una calumnia de lo que es su vida misma; hijos sin madre, a la que no tienen más remedio que mentir toda su vida y hasta a la hora de cerrarle los ojos; amigos sin amistades, a pesar de todas las que inspiran su encanto, frecuentemente reconocido, y que su corazón, que suele ser bueno, sentiría; pero ¿se pueden llamar amistades esas relaciones que no vegetan más que a favor de una mentira y de las que, al primer arranque de confianza y de sinceridad que se vieran tentados a tener, se verían rechazados con repugnancia?". Palabras que describen perfectamente lo que siguen viviendo, probablemente, la mayoría de los homosexuales. Qué pena.




P. S.: Espero que os guste el estracto de la película de Christophe Honoré.


viernes, 27 de septiembre de 2013

En un mundo de hombres

Hoy tan solo voy a reflexionar sobre una cuestión que muchas veces se obvia, quizás porque implícitamente esté aceptado. Comienzo poniendo un ejemplo de una autoridad que caía en el defecto del que quiero tratar: Nabokov se consideraba exclusivamente "homosexual" en sus gustos literarios (cito a Martin Amis). Y es que, repasando los libros que tengo y comento y las películas que veo y comento, me encuentro con una mínima cantidad de obras hechas por mujeres. De las más de 80 entradas que he publicado, creo que sólo 2 se refieren a novelas de escritoras y a una película de una directora. Así pues, me incluyo en la crítica que hago a la casi exclusión de la mujer en el mundo del arte.
Más pruebas: Ni una sola de las 100 mejores películas de la historia del cine, según el American Film Institute, ha sido dirigida por una mujer. La revista Time y los periódicos Le Monde y El Mundo han publicado cada uno una lista con las mejores novelas (de 1923 a 2005, en el caso de Time; del siglo XX, LeMonde; en español, del siglo XX, El Mundo). Ninguna de estas listas incluye siquiera 20 obras de escritoras. El diario español no llega a las 10 y, además, se atreve a proferir el insulto que supone que entre ellas se encuentre "Beatriz y los cuerpos celestes", de Lucía Etxebarría.
A falta de otra palabra que defina a quienes somos partidarios de la igualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres, siempre me he considerado feminista. Así que he decidido que mi blog va a incluir conscientemente más obras en femenino. Porque no estoy dispuesto a seguir privándome de la mirada de Margaret Atwood, Alice Munro, Hilary Mantel, Zadie Smith, Amélie Nothomp, Lionel Shriver, Sarah Polley, Kelly Reichardt, Sofia Coppola, Claire Denis, Doris Dörrie, Jane Campion,... (Es una forma de hablar. Por supuesto que frecuento sus creaciones. Pero no suficientemente).

P. S.: Entre el 30 de agosto y el 20 de septiembre se estrenaron en España casi 40 películas. Dos dirigidas por mujeres. Algo tiene que cambiar.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Puntos de lectura II: Vaya puntazo.







Aunque no lo parezca, el viajero de mi familia más cercana es mi hermano. Siempre que va a otro país, me pregunta si quiero que me traiga algo y le suelo contestar que algún punto de lectura con la foto de un buen escritor. Pero casi nunca encuentra de esos.
El que hoy nos ocupa me lo trajo de Praga, de ahí que esté marcando las páginas de un libro de Kafka. Por mi cumpleaños me regalaron el cofre con sus obras completas, así que parece que el punto de lectura ha encontrado su lugar.
Como veis, consiste en unas gafas (de plástico del bueno, como dirían en "Volver") y un libro metálico (pesa como si fuera de plomo) unidos por un cordón de cuero.
Seguro que a partir de ahora todos me envidiaréis el hermano que tengo.



viernes, 20 de septiembre de 2013

La memoria, como las cebollas, está compuesta por capas y nos hace llorar

Hace más de un año, un amigo con buen gusto me regaló "La viuda embarazada", novela de Martin Amis con un alto componente autobiográfico. Me pareció divertida, conmovedora, inteligente. Me entusiasmó y me hizo querer leer otras obras similares. También me hizo interesarme por la vida de su autor. De ahí que cuando me topé con "Experiencia", sus memorias, en mi librería de confianza, no dudara en comprarlas (lo de "librería de confianza", por supuesto, es un comentario irónico. Quiere decir que si les encargas un libro, puedes fiarte de que no te lo conseguirán).
Lo primero que me viene a la mente, al ver un título como éste, es que, para que un escritor tenga la audacia de usarlo, ha de haber vivido experiencias que merezca la pena compartir. Por supuesto, Martin no me ha decepcionado: Hijo de Kingsley Amis (uno de los mejores escritores de su generación, premio Booker 1986 y Sir desde 1990) y de Hilary Ann Bardwell; con dos hermanos, Philip y Sally; amigo del Nobel Saul Bellow y casado con la escritora estadounidense de origen uruguayo Isabel Fonseca, a la que dedica este volumen, dos son los hitos que destaca de su vida: La desaparición de su prima Lucy Partington (19 años después se supo que fue una de las víctimas de uno de los mayores asesinos en serie de Gran Bretaña, Frederick West – para conocer la truculenta historia de ese criminal y de su sórdida esposa, recomiendo la miniserie Appropiate Adult-) y el encuentro con su hija Delilah, a la que conoció cuando ésta cumplió 18 años.
Amis, probablemente para aligerar el tono dramático de estas memorias, dedica gran parte de ellas a su dentadura: según él, podría formar un club con James Joyce y Vladimir Nabokov, el de los escritores que pierden los dientes a los 40 y tantos. También plantea la posibilidad de que John Updike inaugure el de los grandes autores con psoriasis.
Pero no voy a hacer un resumen de las andanzas de Martin, de sus recuerdos, divertidos, trágicos, llenos de amor, alcohol y otras drogas, amigos, desencuentros, enemistad con la prensa y mucha literatura. Tampoco soltaré una retahíla de las frases profundas que trufan el libro. Como invitación a la lectura de "Experiencia", prefiero citar un pasaje, situando antes la escena: Kingsley Amis y la madre de Martin se divorciaron por las infidelidades de él, que luego se casó con la escritora Elizabeth Jane Howard. Cuando su nuevo matrimonio terminó, quedó devastado. Siempre tuvo miedo a quedarse solo, sobre todo por las noches, y su salud no era precisamente buena. Por eso, a pesar de que Hilary ya estaba casada nuevamente, ahora con el barón Kilmarnock, la familia adoptó un acuerdo: Hilary y su marido vivirían con Kingsley. La convivencia duró 15 años, hasta el fallecimiento de éste. Martin expresa el compromiso de su madre intercalando un poema escrito por su padre:
"Ella está en esto hasta el final. Ya no hay amor en ella; sólo memoria del amor. Pero la cuestión es más sencilla: su conciencia no le permitiría hacer menos. Kingsley tenía razón:

En 1946, cuando tenía veinticuatro años,
conocí a una persona inofensiva, indefensa,
pero hasta entonces entera, no readaptada por dentro;
desmañada, amable, sana, erguida,
que hablaba para decir algo, que reía cuando algo le hacía gracia;
que cuando las cosas le salían mal, temía tener la culpa...

Pero... un momento. En 1963 él le rompió el corazón, y ella le dejó.

...y cuyos ojos, entonces, podría haber mirado eternamente.
Oh, sí, y que además era tan bella.
En fin, se ajustaba a como uno espera que sean las mujeres,
y mi mirada siguó buscando más y más en ella.
¿Cómo estar seguro de las cosas, sin nada con que compararlas?".

 Añado otra cita. La primera foto, más que la idea de una familia idílica, me trae a la mente una frase de Martin: "Los matrimonios, en más de un sentido, no son sino secretos: secretos compartidos por los protagonistas".

Al servicio religioso ofrecido en honor de su padre asistieron, entre muchos otros, Ian McEwan, Salman Rushdie, V. S. Naipaul e Iris Murdoch.

Podría haber titulado esta reseña "Padre e hijo", como la película de Sokurov, porque las memorias de Martin Amis no dejan de ser eso, en lo fundamental, la relación de un padre con su hijo (y viceversa, claro).

P. S.: Comencé esta entrada diciendo que "La viuda embarazada" tiene un alto componente autobiográfico. Parte de esa novela puede entenderse como una continuación de sus memorias. En ella cuenta el triste final de su hermana Sally: "...no era una mujer. Era una niña. -Una niña grande en un mundo de adultos. [...] Por eso hablaba como una niña pequeña. No era una mujer". Esa niña grande fue la única persona que estuvo junto a Kingsley en el mismo momento de su muerte.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Triscaidecafobia


En 1913:
- Alma Mahler vive una tormentosa relación amorosa con el pintor expresionista Oskar Kokoschka (la imagen que acompaña esta entrada da fe de lo felices que fueron. ¡Vaya caras de alegría!). Es el segundo genio en su vida, pues por aquel entonces era viuda de Gustav Mahler. Fruto de dicha relación ha quedado una ingente cantidad de retratos, tanto de ella sola, como de la pareja.
- La Mona Lisa, robada en 1911, es recuperada en Italia. La historia resulta rocambolesca. Casi tanto como su devolución al Louvre.
- Camille Claudel es ingresada en un psiquiátrico. Pasará en él los treinta años que le quedan de vida. Mucho después, Isabelle Adjani y Juliette Binoche la interpretarán en el Cine. La primera será nominada al Oscar por ese papel. 
- Bertolt Brecht tiene 15 años. Como se aburre en clase, comienza a escribir poesías.
- Proust publica "Por el camino de Swann". A los pocos días, lo deja su chófer y amante, Alfred Agostinelli.
- Robert Musil toma notas para la posterior redacción de "El hombre sin importancia".
- Thomas Mann planea "La montaña mágica". No sale del armario. Ya se encargarán de sacarlo sus biógrafos.
- Franz Kafka vive una relación epistolar curiosa con Felice Bauer, a la que pide en matrimonio de manera aún más curiosa: destacando todo lo que ella perdería si acepta. También escribe la carta más famosa del siglo XX: la carta a su padre, que nunca llegaría a enviar.
- Nace en Barcelona el asesino de Trotsky. Y, en Lubeca, Willy Bandt.
- Un pintor fracasado pasea por Viena. La Academia de Bellas Artes lo ha rechazado. Se trata de Adolf Hitler. Cuan diferente habría sido el futuro si lo hubiesen aceptado en ella.
- La Gran Guerra se siente en el ambiente. 

"1913. Un año hace cien años", de Florian Illies, experto en Arte (estudió Historia del Arte en Bonn y en Oxford), repasa, mes tras mes, un año que, visto desde el presente, parece que marcó el siglo pasado. Al menos, en Europa Central, que ocupa casi todo el interés de Illies. Dicho autor ha buceado en la correspondencia, los diarios, los cuadros, etc. más destacados relacionados con 1913. No le habrá sido muy difícil. Gracias al egocentrismo absoluto de genios como Kafka (que no paraba de escribir cartas), Mann (que anotaba en sus diarios prácticamente cada movimiento de sus intestinos), los autoretratos de Kokoschka, las epistolas de Rilke a sus diferentes y coexistentes amantes-mecenas; la impudicia de Lasker-Schüler, que se desnuda completamente en sus poemas,... la documentación que ha quedado para la posteridad es numerosísima.
Por las páginas de este anuario pasan también: Picasso, Duchamp, Stalin, Virginia Woolf, Joyce, Klimt, Freud, Chanel, Prada, Stravinski, Nijinsky, D. H. Lawrence y muchísimos más personajes clave.
Escrito con humor, con intención de dar coherencia y unidad a las diferentes anécdotas que cuenta, y con cierto didactismo, Illies consigue hacer amena una obra cargada de información. Cargada de Historia.

sábado, 31 de agosto de 2013

La educación sentimental

Como decía hace dos entradas, lo bueno se hace esperar. Eso es lo que ocurre con la reseña mensual del libro correspondiente de "En busca del tiempo perdido".
"El mundo de Guermantes" parece una novela de tránsito, aunque, por supuesto, cuenta algunos hechos con un principio y un final.
Ya en partes anteriores, el narrador había mostrado su idealización de lo que llamaban en su familia "el lado de Méséglise". Pues bien, tras su traslado a un edificio propiedad de la duquesa de Guermantes, su interés crece hasta tomar un carácter romántico. Irá tanteando a sus amigos comunes para conseguir una invitación a alguna de las fiestas que ésta organiza (fiestas muy exclusivas, en las que sólo son aceptados aristócratas, embajadores, grandes artistas,...). Llega el momento en que es invitado, pero será para descubrir que en ellas "no se decían más que nonadas". Por eso se pregunta si "¿era verdaderamente por unas cenas como ésta por lo que todas estas personas se ponían de tiros largos y se negaban a dejar penetrar a las burguesas en sus salones tan cerrados, para unas cenas como ésta?". Relata pues este libro la historia de una decepción. Y junto al convencimiento de que tampoco hay tanto de especial en Oriana de Guermantes, llegará el desapasionamiento del joven protagonista hacia ella.
Antes de ello, asistiremos a la conclusión de la tempestuosa relación de Roberto Saint-Loup, amigo del narrador y sobrino de la duquesa, con una antigua señora de compañía, Raquel. También veremos cómo Albertina confiesa al protagonista que desea ser su pareja, lo que provoca la falta de interés de éste hacia ella (pues, tan solo le apasionan las relaciones imposibles).
Pero son dos los hechos que destacaría de esta novela: Es en esta parte donde fallece la abuela de Proust (lo cual es narrado con una tremenda delicadeza cruda o con una crudeza delicada. Es lo que destila la siguiente cita: "Pobre pequeño mío, ahora ya no vas a poder contar más que con tu papá y con tu mamá"). Y también es en la que Carlos Swann anuncia que se encuentra gravemente enfermo y que va a morir. Se lo anuncia a los duques de Guermantes, a lo que ellos responden "Tiene usted ganas de broma", no por evitar que éste se preocupe, sino por quitar hierro al asunto, pues tienen prisa para ir a una fiesta importante. Tal es la frivolidad de la pareja y, en suma, del mundo aristocrático de salones al que por fin el protagonista parece haber ascendido.

viernes, 30 de agosto de 2013

La gaviota tras Chéjov

Muchos pensaban que había fallecido, pero, como veis,
tras la muerte de Chéjov, la gaviota se encuentra 
perfectamente, reposando en lo alto de este armatoste,
en el sur de Gran Canaria.
Y es que los clásicos siguen estando vivos.