miércoles, 31 de diciembre de 2014

Coleccionando simetrías VI: Año capicúa


Para mí, el año no ha podido terminar mejor, así que, ¿por qué no convertirlo en una simetría y despedirlo con una entrada hermana de la primera de 2014? 

"Uno podría llamar a esto coincidencia afortunada, casualidad o suerte (la cual viene en dos variedades, a menudo vinculadas); o simplemente, vida".
De noche andamos en círculos
Daniel Alarcón

  P. S.: Lo sé, esta entrada es corta, pero se acerca la cena de fin de año y no es cuestión hacer esperar a la familia. Mucha felicidad a todos.


martes, 30 de diciembre de 2014

Un sexagenario voluptuoso

Lo mejor que podemos hacer con una bomba es desactivarla. De ahí, supongo, que, en el mismo título de sus memorias, Gregor von Rezzori admitiera su mayor pecado. Publicadas originariamente en 1979, la editorial Anagrama reeditó, con motivo del centenario de su nacimiento, sus "Memorias de un antisemita", las cuales nos recuerdan, más que a "El mundo de ayer", de Stefan Zweig, con el que comparte su descripción de una sociedad periclitada, cuyas costumbres y principios resultan por completo caducos, a esa máxima gatopardiana, observada de manera tan pulcra en política, de que "si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie". Y es que, leyendo este repaso calmado por sus días, nos encontramos con que este hijo de la Gran Guerra nos muestra la misma relación amor/odio ancestral que parece heredar cada nueva generación hacia lo diferente.
Nunca he compartido el rechazo irracional hacia el otro, hacia el de fuera, hacia el que no es igual. Tiendo a apreciar la diversidad como elemento enriquecedor, pero comprendo que soy una excepción. Por suerte, no la única. Ello no obsta para que pueda disfrutar con la prosa elegante, delicada y altamente evocadora que nos ofrece su autor al recordar su infancia en un pueblo de Rumanía (sus padres eran nobles y lo educaron en la idea de que ellos eran superiores a quienes los rodeaban. Y más superiores aún que esos niños judíos endurecidos por el desprecio ajeno que a su vez  se burlaban de él). Como suele ocurrir, nuestro protagonista no puede evitar sentir cierta admiración hacia quienes lo humillan. Más adelante llegarán las relaciones de pareja, de las cuales destaca una clandestina con una tendera judía, entre la ternura materno-filial y la repulsa hacia esa señora mayor que lo protege, a la que desprecia y ante la que se siente sometido.
No se trata su odio, su antisemitismo, de un sentimiento identificable con el que movía a los nazis (de hecho, son numerosas las mofas concebidas en torno a la figura de Hitler), sino de algo más antiguo y general, una especie de conciencia de clase, cuya jerarquía coloca a los judíos entre lo más bajo de la sociedad, al fondo de un "abismo cósmico". Algo antiguo, sí, pero que pervive y nos rodea.

martes, 4 de noviembre de 2014

El canto del cisne


Quien anda en círculos siempre acaba volviendo al punto de partida. Lo cual no tiene por qué suponer que no haya aprendido algo o no haya madurado en su deambular, ni que no haya podido disfrutar del camino. De eso, en gran medida, nos habla Daniel Alarcón en su novela "De noche andamos en círculos": De las pasiones que impelen al movimiento, de lo que dota de una razón de ser a la vida, en el caso de su protagonista, Nelson, la que siente por el teatro y por su héroe particular, Henry Núñez, dramaturgo y actor, líder de la mítica compañia Diciembre, disuelta 15 años antes de su vuelta a los escenarios. De su nueva gira formará parte este personaje desesperado, al que ha abandonado su mujer y que parece que no tuviera ya nada más que perder.
Alarcón repasa, sin hacer alusiones directas, la historia reciente de su país, el Perú, que no nombra en ningún momento. La guerrilla, el narcotráfico, la corrupción, la censura, el estado deplorable de las prisiones, causa directa de multitud de motines,... Todo ello como telón de fondo de este relato sobre perdedores, sobre ilusos, sobre seres un poco marginales, por bohemios, basada en las experiencias de un amigo y con claras influencias del clásico "El beso de la mujer araña" y su relación amoroso-carcelaria. En él se palpan los diversos ambientes, el de la capital, una Lima que aún no ha sido peruanizada, como diría Bryce Echenique, y el de sus pueblos serranos, tan aislados que es necesario dirigirse al único bar que hay en ellos para poder establecer contacto telefónico con los seres queridos, para poder saber qué ocurre en el mundo.
Daniel Alarcón es autor de una obra aún escasa, pero prometedora, juguetona, que ha cosechado alabanzas del mismísimo The New York Times Book Review e incluso exagerados elogios como que leerlo "es como ser testigo de la llegada de John Steinbeck o Gabriel García Márquez". Ciñámonos a unos justos términos para no crear lectores decepcionados. "De noche andamos en círculos" está dotada de suficientes atractivos como para inventarle algunos más. Es un salto al vacío que acaba provocando numerosas ondas concéntricas en la superficie de la nada cotidiana, un espectáculo que mantiene al espectador en vilo, un nocturno de Chopin que deja al auditorio en silencio.

jueves, 16 de octubre de 2014

La Lucha


¿Quién les diría a los que lucharon por conseguir que llegara la democracia a España que una manada de hijos de puta iba a romper su sueño convirtiéndolo en un medio para hacerse de oro con casos Gürtel, EREs, tarjetas opacas y otras formas de corrupción? Igualmente, en Sudáfrica, la Lucha contra el Apartheid ha dado paso a un país presidido por un sujeto acusado de violación y de participar en el contrabando de armas (al parecer, la presunta víctima de la agresión sexual padecía sida y Jakob Zuma era conocedor de ello. Su única precaución, según ha admitido: Ducharse tras el acto, consentido, si nos fiamos de su versión). Para completar el esperpento, ha dedicado 15 millones de euros de las arcas del Estado a reformar su vivienda. Vomitivo, sí.
Ante tal realidad, una escritora comprometida con la libertad y la igualdad como la recientemente fallecida Nadine Gordimer, no podía hacer otra cosa mas que denunciarla. De ello trata su última novela, "Mejor hoy que mañana", sabia reflexión sobre el post-segregacionismo, la política, la frustración y la toma de decisiones vitales. En suma, sobre la condición humana.
Protagonizada por una pareja mixta que se traslada a vivir a un barrio residencial pijo de Johannesburgo, ambos miembros proceden de la clandestinidad, de la política comunista, y actualmente son profesionales liberales. La razón de su mudanza no es otra sino la inscripción de sus hijos en colegios privados. Hay quien puede verlo como un hecho contradictorio, pero, en un país como Sudáfrica, ¿quién sacrificaría el futuro de sus hijos por un afán de coherencia?
La Transición sudafricana parece haber sido más veloz que la española. Transición de la dictadura blanca a la corrupción multirracial. ¿Existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, de salvarnos de esa forma de "hacer política"? Por supuesto que sí: Nadine Gordimer, a pesar de todo, confiaba en el individuo, en su poder de decisión. Su obra, su Lucha, son su principal legado.

viernes, 10 de octubre de 2014

El horizonte


Este año no me atreví a predecir quién ganaría el Nobel y creo que hice bien, porque, aunque Patrick Modiano se encontraba entre los nombres que podría haber incluído en mi lista, ni de lejos ocupaba las primeras plazas. Lo que no faltará en este blog será la reseña de una de sus obras más destacadas, "Calle de las tiendas oscuras", cuya lectura tenía mediada.

P. S.: Sí, la foto es mía. ¿Quién, si no, iba a editar de manera tan perceptible?

lunes, 6 de octubre de 2014

La vuelta de Tadzio










 Si algo representaba Tadzio, más allá de tentaciones que podrían llevar a la perdición, es la belleza inocente en estado puro de la juventud. Belleza que se fundía con la del paisaje de Venecia.

Han pasado muchos años, muchos tadzios, hasta que por fin he hallado mi versión de la Belleza con mayúsculas.



















P. S.: Sé que resulta inmodesto decirlo cuando uno mismo es el autor, pero la verdad es que es una fotaza.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

La rendija de mi puerta


Esta es una de esas fotos que a veces me da por publicar: El resultado de una pequeña experimentación. En este caso, no es más que la luz que se filtra por la rendija de una puerta, vista de manera transversal, con una ligera labor de edición y algunas palabras evocadoras de una realidad alternativa. Espero que guste, aunque no sea gran cosa.

martes, 16 de septiembre de 2014

El Patán de la Loto

Martin Amis siempre ha sentido una especial predilección por los personajes pendencieros  (él mismo parece sacado de una banda setentera, a lo Sex Pistols, pero con camisa de rayas). Su última novela, "Lionel Asbo. El estado de Inglaterra", deja ese extremo más que patente, pues convierte en protagonista (o más bien coprotagonista) a un joven delicuente de baja estofa, con la facha del futbolista Wayne Rooney y dos pit-bulls a los que mantiene en tensión a base de Tabasco. En su cerebro, supongo, una neurona iracunda se debate entre la violencia irracional y la absoluta estolidez. Con este libro, el célebre escritor nos traslada su visión algo alucinada y muy cáustica de la Inglaterra actual, ésa en la que triunfan los Geordie Shore y demás despojos de la sociedad del entretenimiento autodegradante. Todo llevado al límite.
Como contrapunto, su sobrino Desmond Pepperdine es un adolescente estudioso, idealista y romántico, que quiere labrarse un futuro como profesional del periodismo serio y salir de su barrio de clase, más que baja, situada casi en el subsuelo (aunque viva en el piso 33 de una torre de viviendas sociales). Pero, como lo normal o lo reglado en esta novela no tienen cabida, nuestro pequeño cerebrito guarda un secreto: Que se ha liado reiteradamente con su abuela, de 36 años (el caso es que todo suena posible, incluso a conocido, dentro de lo extremo). Y es que, bajo la mirada que ofrece Amis de su país, nada ni nadie se salvan.
Lionel Asbo, sobre todo en el original inglés, se expresa deficientemente. De lo contrario, sería inverosímil. Con esa característica se prueba la teoría que asegura que si los cimientos del lenguaje son débiles, lo son a su vez los pensamientos resultantes. Y, como consecuencia, nos encontramos con personajes primarios, cuya capacidad para empatizar se halla mermada, si no anulada por completo. Claro que, y parece obvio decirlo, esta es tan solo una demostración de la riqueza léxica de la que hace alarde el autor, que le ofrece numerosas posibilidades para dar rienda suelta a su pirotecnia expresiva (sus dotes para innovar a la hora de adjetivar son también notabilísimas: Nuestro antihéroe gana en la Loto 140 millones de libras y pasa a convertirse en objeto de portada de tabloides. Tras ello, Lionel cambia su forma de vestir, dando pie a que Amis describa su posado como "pickwickiano, vodevilesco, radiante de inflamable bonhomía").
Otro tema recurrente en la obra de Martin Amis es precisamente la crítica al periodismo amarillista, ese que convirtió en cuestión de estado el ídem de su dentadura cuando decidió arreglársela, dejando claro con ello que lo que realmente iba mal era la salud de la prensa anglosajona.
Esta sátira mordaz de la sociedad inglesa actual, de ese fruto podrido resultante de las políticas thatcherianas, que más que crear un estado, trató de descomponerlo (y bien descompuesto quedó), ha sido objeto de polémica en su país. Nunca he entendido las críticas furibundas a casi cada nueva obra de Amis. Parece como si una parte de la prensa británica se empeñara en que su vida cultural se corvierta en un páramo carente de debates sociales  y los ciudadanos, al modo de Lionel Asbo, solo leyeran el periódico local gratuito, cargado de sucesos truculentos y de anuncios de NILFs y GILFs ("Nans I´d like to fuck" y "Grans I´d like to fuck". Prefiero no traducirlo, pero me alegra que a ciertas edades se mantenga el gusto por el sexo). No diré que se trate de su mejor novela, pero sí que es de las más divertidas y amenas, a lo que se une el interés de las cuestiones que expone y que van más allá del evidente humor negro con el que se envuelve el conjunto.

P. S.: Destaco, al igual que lo hice en la reseña de "Operación Dulce", la dedicatoria: A Chistopher Hitchens, ese gran ateo practicante que era para Amis como un hermano.

sábado, 30 de agosto de 2014

Temporada de atunes para una humana no standard


Sabina Berman no es una escritora muy conocida en España, al contrario que en el país del que es oriunda, México, donde le han llovido los premios. Así pues, creo que resulta conveniente realizar una pequeña presentación: Nombre completo: Sabina Berman Goldberg. Con esos apellidos, sobra decir que es de ascendencia judía. Nació en 1955 en Ciudad de México. Según parece, en su infancia la hacían leer la biblia cuatro horas todos los días y además en hebreo. De ahí que la conozca hasta el punto de no creer en lo que se dice en ella. Y es que ese es uno de sus rasgos definitorios: la sensatez. Cursó estudios de Psicología Clínica y Letras. Dramaturga, novelista, periodista, presentadora de televisión, codirectora, coproductora de cine y guionista (es autora de la adaptación que Alfonso Cuarón piensa dirigir de "The history of love", de Nicole Krauss. Un reto inmenso). En dos palabras: Trabajadora incansable. 
Probablemente su mayor éxito haya sido la novela que me dispongo a reseñar: "La mujer que buceó dentro del corazón del mundo". En ella nos encontramos con uno de esos personajes de los que es imposible no enamorarse (a su autora le ha ocurrido lo mismo, pues la volvió a convertir en protagonista de su siguiente libro, "El dios de Darwin"), Katia Nieto, niña autista (padece el síndrome de Ásperger) a la que iremos viendo crecer y pasar de víctima del maltrato y la cosificación (nadie la ha enseñado a hablar y está llena de cicatrices) a empresaria atunera. La más importante del mundo. Todo gracias a una tía suya que se hará cargo de ella y no se rendirá ante las dificultades.
La historia ficticia de Katia Nieto recuerda mucho a la de la científico estadounidense, también autista, Temple Grandin. Como ella, asistió a la universidad en una carrera de ciencias, y también como ella, hará lo que esté en su mano para evitar el sufrimiento innecesario de los animales al ser sacrificados para la alimentación. Personaje realista, es poética aunque deteste las metáforas y los conceptos abstractos. Le es imposible mentir y la idea de fantasía le resulta ajena. Considera que el ser humano primero existe y, luego, "a veces" piensa. Vamos, que también detesta a Descartes. Podría decirse que Sabina Berman usa a Katia Nieto como vehículo para transmitir su concepción de la vida: Su amor por la diversidad, que considera enriquecedora (ya he dicho que es una persona sensata), por la naturaleza (en especial, por el mar, cerca del cual pasa la mitad de su tiempo), por la ciencia y el conocimiento,...
Otras notas que caracterizan su obra son el sentido del humor, el uso de la ironía y la carencia de cualquier referencia a la corrección política. En "La mujer que buceó..." encontramos grandes dosis de locura, situaciones cómicas hasta rozar el absurdo, escenas conmovedoras,... En suma, se trata de una novela que transmite una realidad cercana y lejana a la vez a través de una mirada diferente, original, genuina.
Por supuesto, ya me he hecho con su continuación.

domingo, 24 de agosto de 2014

Buscando la excepción

Lo sé, éste no es un blog sobre música y yo no tengo especial debilidad por ella. Pero es que este video es una cucada que cuenta una historia de manera original, con una realización cuidada y la intérprete/bailarina está magnífica (sin necesidad de rebajar el nivel de exigencia por el hecho de ser una niña). Así que, para los que no lo hayan visto, aquí les dejo el vídeo de "Chandelier", de Sia:



P. S.: Espero que no seáis tan cazurros como para no verlo con la máxima calidad que ofrece youtube.

jueves, 21 de agosto de 2014

Puntos de lectura IV: Mi librera me la tiene jurada

Siempre que voy a mi librería de confianza, alguna de las chicas que atienden (no sé si llamarlas libreras, porque parecen únicamente dominar un género literario: el manual de texto escolar) tiene el detalle de incluir en mi compra, con cada libro, un punto de lectura. Probablemente me odien, porque parece que los eligiesen con la sola intención de rebajar el prestigio de cada una de mis adquisiciones. Quizás su odio sea producto de mi constante insistencia en decirles, con cara de que me estuviesen sirviendo una coca-cola, cuando he pedido una pepsi (quienes me conocen saben a qué cara me refiero), que si me pueden dar marcadores de libros buenos (no esos que promocionan las publicaciones de Jorge Bucay y demás vendedores de crecepelo). El caso es que la última vez que fui a mi particular palacio de la cultura, la chica me dio la caja donde guardan los puntos de lectura para que yo mismo cogiera tantos como quisiera. Fue en ese momento cuando descubrí que la muy avara atesoraba el que hoy os muestro: Este sexteto dedicado a algunas obras ya clásicas editado por DEBOLSILLO y LIBRERÍAS INDEPENDIENTES. Espero que os guste tanto como a mí.

P. S.: Antes de invitarme a surtirme yo mismo, la librera, supongo que para borrar cualquier duda sobre la opinión que tiene de mí, había metido en uno de los libros que me llevaba un marcador que publicita un gabinete psicológico sito en mi ciudad. Y es que en mi librería de confianza me conocen muy bien.

P. S.: Los títulos de las obras los puse yo mismo. Cada marcador debería separarse del resto aprovechando una línea de puntitos que los divide. Imposible que yo haga tal cosa. A pesar de no creer en la existencia del alma, no soy tan desalmado.

miércoles, 20 de agosto de 2014

El monolito

Director genial, puntilloso y superdotado, Stanley kubrick es autor de una obra riquísima en matices, objeto de multitud de estudios y víctima de elucubraciones peregrinas.  Tanto los primeros, como las segundas aportan luz y dotan de (interesantes) sombras a un corpus artístico donde el cripticismo constituye una marca de la casa. Recordemos el especial radiofónico que realizaba todos los años el ínclito Carlos Pumares sobre el monolito de "2001: Odisea en el espacio" o el falso documental coproducido por ARTE "Operación Luna", en el que Donald Rumsfeld y Henry Kissinger daban rienda suelta, una vez más, a su capacidad para mentir con una sonrisa en los labios (se trata, en realidad, de una enfermedad que afecta en gran medida a la clase política y que es conocida normalmente por el nombre de cinismo).
Cuando oí hablar por primera vez de "Room 237", pensé que sería el resultado de filmar a un grupo de frikis disparatando sobre su idolatrado director y las numerosas lecturas que sus mentes maravillosas hacían de "El resplandor". Pero, bueno, nuestra Paulette la recomendaba y yo sentía curiosidad por verla. Me encontré con que ciertamente la gente tiene mucho tiempo libre para analizarla secuencia por secuencia (incluso se nos muestra un montaje compuesto por dos copias de la película superpuestas: En una ésta avanza de principio a fin y en la otra va en reverso, del final al principio. Por supuesto, de su visionado se infieren nuevas interpretaciones, algunas quizás provocadas por los efectos secundarios del consumo habitual de LSD). Pero también asistí a un espectáculo hipnótico, cuya narración cautiva hasta convertirte en un acólito más de ese culto kubrickiano (si ya no pertenecías a él anteriormente): El genocidio indio, el mito del Minotauro, la publicidad subliminal,... son solo tres de las claves con las que habría jugado su autor (me refiero a Stanley Kubrick) a la hora de pergeñar su puzle.
Tras ese baño de imágenes (pensar que Kubrick convenció a la censura de que la sangre que salía del ascensor e inundaba los pasillos del hotel era agua sucia y, por ello, no debían poner objeciones a que ese plano apareciera en el tráiler), nuestro cerebro sigue bullendo y, quizás, creando nuevas interpretaciones. La mía, al ver al niño de la película huir a través de la nieve y volver sobre sus propias pisadas para despistar a su persecutor, cual boy scout de 6 años, acción que considero impensable en un crío de esa edad, me hace plantearme si con esa escena su director no querría representar la imposibilidad de sobrevivir de los seres enteramente inocentes. Si el niño no pensara como un adulto, tras haber circulado por los pasillos del hotel con su triciclo, encontrándose con los fantasmas que lo habitan, lo cual habría provocado que su cerebro madurara rápidamente, hasta el punto de poder manejar situaciones en las que incluso un adulto dudaría, probablemente no habría dado con esa solución. Nos hallaríamos, pues, ante la muerte de la inocencia como requisito para la supervivencia. 

lunes, 28 de julio de 2014

Carta al padre


El 25 de agosto de 1987, el médico y profesor universitario Héctor Abad Gómez fue asesinado en la ciudad de Medellín por miembros de un grupo paramilitar afín al gobierno colombiano. Nunca se supo quiénes ordenaron su ejecución, pero sí las razones: Su lucha en defensa de la igualdad y de los derechos humanos. Publicaba artículos en los que acusaba al ejército de cometer torturas y con ello enfurecía a los círculos de poder de su país, hasta que la inquina hacia él se hizo tan grande que decidieron poner fin a su vida.
El doctor Abad Gómez había sido conocido anteriormente por combatir las enfermedades a través de iniciativas políticas. Era consciente de que siempre será mejor prevenir que curar y, como consecuencia, que era más eficaz conseguir potabilizar el agua que llegaba a los hogares, que tratar a los enfermos con antibióticos una vez infectados. De ahí que ése fuera durante mucho tiempo su mayor empeño.
A esa figura, en cierto modo quijotesca, dedica su hijo Héctor Abad Faciolince su libro "El olvido que seremos" (no "se lo dedica"), proyecto mil veces pospuesto, al modo proustiano, hasta encontrar, casi 20 años después, la voz adecuada, el modo de recordar sin resultar hagiográfico. Y a medida que va rememorando, ese padre particular, tan tierno y cercano, se va universalizando y convirtiéndose en símbolo de muchas cosas: De la integridad de quien cree en la idea de justicia, de lo que debería suponer la educación y la paternidad (mantenía que los hijos felices se convierten en buenas personas), de sus múltiples batallas en favor de quienes menos tienen,...
A esas memorias, Faciolince añade su visión de la vida y la de su padre. En gran medida, coincidentes, y en la misma medida, sensatas. Supongo que esta última característica es una de las razones del éxito del libro: Uno siente que estuviera leyendo un relato narrado por una mente hermana en cuanto a las ideas. (Destaco como ejemplo de ello la indignación del autor cuando, durante el funeral de un ser querido, el oficiante, que era obispo, repetía una y otra vez la letanía "¡Alegría, Aleluya, Alegría!", pues la persona fallecida iba a reunirse con su creador.  Como consecuencia de ello, su padre y él se salieron de la iglesia. No lo soportaban. A mí me ocurre algo similar cuando escucho a un sacerdote en un funeral referirse al finado como un "pecador". Así, tal cual. Delante de sus seres queridos, en vez de honrarlo, desde el púlpito se atreven a insultarlo. Y cada vez que asisto a ese lamentable espectáculo, me dan ganas a mí también de salirme soltando alguna blasfemia).

Dice Faciolince que su intención al escribir "El olvido que seremos" ha sido retrasar para su padre ese olvido que a todos nos llega una vez fallecemos. La verdad es que no solo ha conseguido eso, sino que lo ha convertido en parte de una memoria compartida más allá de los límites de quienes lo conocieron en su día y más a llá de las fronteras de su país.

P.S.: En octubre de 2012, el mismo autor publicó un artículo titulado "Acuérdate de olvidar" en la revista "El malpensante". Lo pueden leer en la siguiente dirección: http://elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=2689
Y, de paso, si la desconocían como yo, descubrirán una revista bullente de cultura con textos de Thomas Pynchon, Jorge Edwards, el director de cine portugués Miguel Gomes, Gay Talese, Martin Amis, Ricardo Piglia, Juan Gabriel Vásquez, que entrevista a Jonathan Franzen, y un etcétera tan largo que llegaría de aquí a Lima (o a Medellín) .

domingo, 20 de julio de 2014

Vida de este chico

"Primero contaré lo del atraco que cometieron nuestros padres. Y luego lo de los asesinatos, que vinieron después". Con estas palabras, que la resumen a la perfeccción, comienza la última novela de Richard Ford, "Canadá", publicada en castellano el verano pasado. Dividida en tres partes, con estilos ligeramente diferentes,  y narrada en primera persona por uno de los hijos de los atracadores (especie de Bonnie y Clyde de pacotilla y sin amor de por medio),  compendio de múltiples fuentes, orales y escritas, además de los propios recuerdos, en un principio parecemos transitar por una non-fiction novel (1) en la que Dell Parsons nos cuenta de manera detallista cómo sus progenitores terminaron robando un banco y cómo él tuvo que huir a Canadá, donde le aguardaba su futuro. Un futuro con cierto aire de western (2), algo así como un "Solo ante el peligro" que no transcurre en tiempo real, pero de final ineluctable, pues tampoco los acontecimientos que ocurren allí dependen de su voluntad. Y, en una tercera parte, más urbana, el narrador, que nos habla desde la madurez, nos resume el resto de su vida, la de su hermana y la de sus padres.
He contado la historia. De principio a fin, tal como hace su autor con las dos frases iniciales del libro. Pero quien pensara leerlo únicamente por ella, cometería un error, pues se trata de mucho más que una historia. Nos encontramos ante una reflexión sobre el crimen, el castigo y la vida: ¿Está el criminal predestinado y, por tanto, el delito es parte de su esencia, o cambia su identidad, su propia materia, su mismidad, al cometerlo y se torna en otra persona que ya no conocemos? ¿Es malo por naturaleza el delincuente e incapaz de haber llevado una existencia normal sin que fuera detectada su propensión a la vileza? En cualquier caso, el protagonista decide que es dueño de sus actos, de su vida, y que él sí desea salvarse (considero razonable entender que Ford trata de transmitir que el hecho de que el protagonista no sea creyente contribuye a que opte por dicho camino; que las creencias religiosas pueden suponer una rémora a la hora de adoptar ciertas decisiones; que, en ocasiones, éstas convierten al individuo en un ser pasivo que se deja llevar por la idea de la fatalidad).
Dell, que comienza la novela como un adolescente deseoso de conocimiento, tiene dos grandes pasiones: La apicultura y el ajedrez. Las cuales simbolizan dos rasgos vitales: La primera, su necesidad de orden y seguridad (los propios de una colmena); y la segunda, su capacidad para adaptarse a cada nueva situación, propia de cualquier gran estratega. Y es ésta segunda característica la que marcará su destino, que, al final, no estaba escrito, pues resultó ser él mismo su propio autor (o creador).
Es común, en este comienzo de siglo, leer críticas en las que se dice de una novela que es el primer clásico del XXI. Afirmaciones frívolas, en la mayoría de los casos (salvo en uno, claro. Algo así como el cuento de "Pedro y el lobo": Alguna vez tendrá que ser la buena). Así que, con gran acierto, John Banville, ha optado por una mejor fórmula: "Una de las primeras grandes novelas del siglo XXI". Y no se ha equivocado.

P. S.: Para quienes no les gusten (o sea, todo lector sensato), debería haberse creado un "aviso de erratas" (algo así como el famoso "parental advisory" de los cds) con motivo del lanzamiento de la primera edición de "Canadá". (Supongo que la palabra lanzamiento me vino a la mente porque, ciertamente, el descuido con el que ha sido editado te hace sentir un dolor semejante al que te produciría que te tiraran el libro a la cara y te diera de canto dejándote con semblante de estupor y una brecha en la frente de la que manara un río de sangre).

viernes, 11 de julio de 2014

Una cierta mirada (ya no me atrevo a llamarlo "parecido razonable")


Vaya. Yo y mis locuras. Ahora me ha dado por encontrar un indudable parecido (indudable para una mente ociosa como la mía, que no para de hacer absurdas asociaciones de ideas) entre la maravillosa y un tanto desaprovechada Kelly Reilly y la gran dobladora de obras maestras de Kubrick Verónica Forqué (perdón, la adoro, pero es que su interpretación en "El resplandor" es uno de sus hitos como cómica y me siento obligado a recordársela). Será que comparten una cierta mirada felina o esa forma de sonreír que destaca sus incisivos superiores. Será el cabello pelirrojo. Será que no me he graduado la vista desde hace un tiempo. Sea como sea, lo que sí es una locura es que Verónica casi no haya rodado ninguna película desde hace años.


martes, 8 de julio de 2014

Noticia de un secuestro o Érase una vez en Medellín

Corría el año 1971, cuando el industrial Diego Echevarría Misas fue secuestrado. Persona amante de la cultura europea, resultaba quizás algo excéntrica, pues en 1943 compró un castillo en la ciudad de Medellín, la cual todavía no era injustamente conocida por su famoso cártel.  La historia de ambos hechos, con algunas notables modificaciones, es el meollo de la última novela de Jorge Franco, galardonada con el Premio Alfaguara 2014. 
Podría tratarse ésta de una mera transposición de sucesos, pero su autor ha decidido convertirla en algo más, añadiendo capas y significados a la narración:
Uno de ellos, el más evidente, que remite ligeramente al realismo mágico, pero de forma muy particular, nos es transmitido a modo de cuento: Don Diego y su esposa tienen una hija, Isolda, especie de princesa del castillo, alejada del mundo y de sus peligros. La niña, en su soledad, se construye un mundo propio en el bosque cercano a su residencia. Un mundo poblado por unos seres mitológicos que la defienden de cualquier amenaza y son sus únicos amigos, que se contrapone a ese otro de afuera del que la familia acabará siendo víctima.  Es una hermosa manera de tratar la cuestión de  la sobreprotección de los hijos.
Otra lectura, más actual, más social, incluso moral, se nos transmite mediante el choque entre esos dos ambientes contrapuestos resultante de incrustar en una ciudad variopinta, cierto, pero llena de gentes con pocos recursos un castillo a imitación del de La Rochefoucauld. No es difícil que dicha imagen nos recuerde las urbanizaciones con helipuerto que lindan con chabolas de algunas zonas de Brasil (supongo que ese fenómeno ocurre también en otros países) o las protestas contra el derroche en medio de la pobreza anteriores al último mundial de fútbol. Parece casi imposible que dicha situación no provoque enfrentamientos.
Por otro lado, encuentro que las comparaciones de algunos miembros del jurado que otorgó el premio han sido más bien exageradas: Aluden a directores como Tarantino y  los hermanos Coen, con cuyo cine hallo tan solo una similitud, la torpeza de los secuestradores. Creo que más bien cabría hablar de un parecido, en la parte realista de la novela, con la forma de escribir los diálogos propia de Vargas Llosa. Del de hace algunas décadas.
Amena, ágil, ligeramente compleja en su estructura y con algunos pasajes francamente bellos, "El mundo de afuera" nos acerca de manera original una historia real con aroma colombiano y, a la vez, muy europeo. Resulta profunda, pero, a diferencia de otras obras, no lo hace mediante la introspección, sino a través de la misma acción.

P. S.: Tras el trágico final del secuestro del filántropo Diego Echevarría, el mismo año 1971, su hogar pasó a convertirse en el Museo El Castillo, que ilustra esta entrada. Casi 20 años después, Julián Echevarría Lince, sobrino nieto suyo fue secuestrado y asesinado. Para un español todo esto resulta novedoso, pero para los colombianos la familia Echevarría es parte de la historia de su país.

sábado, 28 de junio de 2014

El pasado revisitado

No es rara ni carece de lógica la concepción de la infancia como una forma de Paraíso perdido. Pero lejos de una representación idílica de ella, la coherencia de esta idea la encontramos en que nos indica que es precisamente durante los primeros años de vida, a medida que vamos descubriendo el mundo, cuando se quiebra la inocencia. De eso nos habla John Banville, último Premio Príncipes de Asturias de las Letras,  en su novela más laureada, "El mar", por la cual recibió el Booker de 2005. Y, entre otras cuestiones, de algo aún más difícil de admitir, quizás: Su protagonista, Max Morden, que en su vejez ha perdido a su esposa recientemente, nos recuerda que "una ilusión muy corriente, [...] todo el mundo la tiene" es la de poseer "la convicción, inmune a todas las consideraciones racionales, de que en algún momento futuro y sin especificar, el permanente ensayo que es" la "vida, con sus numerosas malinterpretaciones, sus deslices y pifias, terminará, y la obra propiamente dicha, para la que" nos hemos "estado preparando siempre y con tanto ahínco, comenzará por fin". Que acabemos sintiendo esa frustración vital es el peligro, supongo, que se corre cuando se nos convence desde un comienzo, aunque bienintencionadamente, de que hemos de sentirnos realizados (a través de nuestro trabajo, junto a otra persona, siendo padres,...), de que somos seres incompletos y que hemos de esforzarnos para hallar la felicidad. Cuando la felicidad, al menos para la mayoría, está al alcance de la mano y ya desde antiguo se nos explicó en qué consiste: Carpe diem. O lo que es lo mismo: No comernos la cabeza con metas lejanas, difiriendo, palabra de moda, a un tiempo futuro la consecución de los sueños y fiándolo todo a ésta; vivir el presente disfrutando de cada cosa que hacemos. Tomar la manzana del árbol sin miedo (ni "su compañero inseparable, la culpa") y degustarla sacándole hasta la última gota del jugo. Retornar a la "brutal inmediatez de la infancia".
Parte de esa forma de entender la vida puede consistir, ¿por qué no?, en leer esta novela impecable, sublime, llena de símbolos, de personajes memorables, de ideas sugerentes, que se nos transmiten con una sensibilidad poco común, en la que la memoria se convierte en refugio y único consuelo ante el abismo de un ahora desolador.
Lo sé, apenas he explicado nada de la historia que nos relata Banville, pero es que esta reseña es una mera invitación a descubrirla.

P. S.: No puedo resistirme a citar una frase atea, de esas que tanto aprecio, que el escritor irlandés nos regala:  "Dado el mundo que Dios creó, sería una impiedad contra él creer en su existencia".
Otro detalle: Se ha destacado en muchos medios la espléndida traducción de Damián Alou. Pero, ¿quién revisó el texto antes de imprimirlo? ¿Por qué Anagrama nos tortura con una edición llena de erratas? Estos son unos pocos ejemplos de ellas: "La cabeza y el hombro izquierdos inclinados" (la coherencia de esta frase no llevaba brújula y se perdió), "con mucho mayor inmediatez" (esto sí es una cuestión de identidad transgenérica y no la transexualidad) o "se dio media vuelta y de dirigió al borde del agua" (cierto que hay quien pronuncia "de dirigió", pero no hay que imitarlos. Suena a burla), entre otras perlas.  

miércoles, 18 de junio de 2014

El amargo don de la belleza



 Hubo un tiempo en que las mujeres eran educadas para ser esposas. Algunos intelectuales, conscientes del drama que suponía para ellas ser reducidas a la condición de mero adorno y contraer matrimonios de conveniencia, decidieron mostrar dicha realidad y denunciarla a través de sus obras. Es el caso de la escritora Edith Wharton, que en una de sus novelas más conocidas, el clásico de 1905 "La casa de la alegría", nos cuenta la historia de una de esas damnificadas por la educación machista: Lily Bart, la cual "era de modo tan manifiesto víctima de la civilización que la había procreado que incluso los eslabones de su pulsera parecían esposas destinadas a encadenarla a su destino".
Conocemos a Lily en lo más alto de su gloria social: Es guapa, popular entre la flor y nata neoyorquina, domina el fino arte de la diplomacia y no le faltan pretendientes. Ilumina cualquier estancia o ambiente con su presencia. Huérfana acogida por una tía, lleva una vida por encima de sus posibilidades, pues considera que es la única manera de conseguir atraer a un marido rico. Pero va pasando el tiempo y no se decide por ninguno de esos aburridos, lascivos, demasiado mayores o no tan adinerados caballeros que le hacen la corte. Y ya tiene 29 años. Lo cual equivale a que le quedan muy pocos para decantarse por uno: la juventud y sus encantos se le van agotando.
En su desventurada trayectoria vital, es traicionada por quienes creía sus amigas; rechazada, las pocas veces que se declara a algún hombre; desplazada de su selecto grupo, pero también aconsejada y ayudada por unas pocas personas piadosas.
Superficial, con ligeros destellos de humanidad, propensa a gastar más de la cuenta, contenida en la expresión de sus afectos, por otro lado bastante escasos, y con dificultades para identificar aquello que realmente le interesa y la haría feliz, Lily parece decidida a tropezar con todas las piedras que se va encontrando en el camino. Incluso da la impresión de ir colocándolas ella misma para poder caer, cada vez con menos fuerzas para recuperarse. Está llena de defectos y esa imperfección es lo que nos la vuelve cercana y hace que sintamos empatía hacia ella.
Edith Wharton define y resume perfectamente el carácter frívolo teñido de tragedia de su protagonista con la siguiente frase: "Nunca he sido llorona. Descubrí muy pronto que las lágrimas me enrojecen la nariz y saberlo me ha ayudado a superar varios episodios dolorosos". Heroína clásica, Lily pertenece a esa dramática estirpe compuesta por personajes como Margarita Gautier o Madame Bovary. Damas a las que la fortuna resuelve darles las espalda. Pero no sin que antes hayan conocido lo que es el amor. Lo cual, en este caso, ocurre casi a modo de epifanía.
Si queréis disfrutar de una novela inscrita con letras de oro en la historia de la literatura estadounidense, de la autora de "La edad de la inocencia", no dudéis, "La casa de la alegría" es una excelente opción.



miércoles, 11 de junio de 2014

Memorial del engaño

No os dejéis engañar. Pese a su título, la última obra de Ian McEwan, "Operación Dulce", no es una novela de espionaje: El MI5* es tan solo el marco en que se mueve su torpe protagonista, Serena Frome. Lo mismo que los años 70 o la Guerra Fría (aunque, ciertamente, su autor llevaba tiempo queriendo situar una de sus tramas en esa época en la que comenzó su carrera). Se trata, en realidad, de una historia de amor, de un ensayo sobre la literatura y de un ejercicio formal.
Desde la primera página, McEwan juega con la tradición literaria: "No me alargaré mucho hablando de mi infancia y adolescencia", nos dice la espía en ciernes, al contrario de lo que harían algunos héroes dickensianos. Y es que Serena es justo lo opuesto a ellos: Hija de un obispo anglicano, nace en un hogar modélico y recibe una educación  quizás por encima de lo que sus aptitudes merecerían. Sus dos únicas cualidades son que se le dan las matemáticas y que le gusta leer, aunque, como le llega a decir uno de sus amantes, es "un jodido colador". Esta última característica es la que hace que la acepten en el MI5 y que forme parte de la "Operación Dulce", consistente en la búsqueda de jóvenes autores con ideas de derechas para financiarlos y de esa manera combatir la propaganda comunista (lo que llamarían "guerra de ideas", que por supuesto existió y existe).
Pero no es eso lo más interesante de la novela, sino la cuestión formal (y todos sabemos que esa es una cuestión de fondo) en la literatura: La conclusión, no podría ser otra, es que el verdadero compromiso de un escritor es el que mantiene con su propia concepción sobre lo que es y lo que debe ser el objeto de su trabajo. Igualmente legítimas son la práctica de una literatura de mero entretenimiento, como la experimentación vanguardista, como usarla en función de la defensa de cuestiones sociales o los ejercicios estilísticos con la sola intención de mostrar la belleza en estado puro (auque, claro, no hay que llegar al extremo de la protagonista, que afirma la superioridad de Jacqueline Susann y "El valle de las muñecas" sobre Jane Austen).
El juego formal llega al punto de que Ian McEwan usa su biografía para componer el personaje del que acaba enamorándose Serena: Uno de los autores captados a través de la Operación Dulce, Tom Haley. Hace referencias a relatos propios, usa a amigos como Martin Amis e Ian Hamilton en algunas anécdotas en las que participa Tom, troca el premio Somerset Maugham, que ganó por "Niños en el tiempo", en el Jane Austen que recibe su personaje, que ha estudiado, como él mismo, en una universidad no Oxbrigde (lo cual es todo un símbolo: Serena se licenció en Matemáticas por la Universidad de Cambridge, con lo que se contraponen la clase media y las elites, o una persona sin conciencia social y un autor comprometido).
Y, finalmente, es una divertida e ingeniosa historia de amor, no exenta de dolor ("traté de vomitar en vano. Para expulsar tu sabor de mis entrañas", dice uno de los personajes, evidenciando la fisicidad del enamoramiento cuando se convierte en parte de uno mismo), en la que nada es lo que parece, de las que no se olvidan. Como con cualquier buena novela de espías, su desenlace no se ve venir y no debe ser desvelado.

* Supongo que no es necesario aclararlo, pero cabe la posibilidad de que alguno de quienes me leen no lo sepa y no tenga ganas de consultarlo. Así que le ahorro el esfuerzo: El MI5 (Military Intelligence Section 5) es el nombre con el que es conocido comúnmente el servicio de inteligencia británico destinado a la seguridad interior y la denominación oficial que recibió entre septiembre de 1916 y 1929.

P. S.: Se me olvidaba. Ian McEwan dedica este libro a su amigo, ya fallecido, Chistopher Hitchens. Lo cual destaco, como ateo practicante,  por haber sido éste todo un ídolo de masas para quienes compartimos con él nuestra creencia en la no existencia de ningún dios. Vamos, que es nuestro Justin Bieber, pero con un poco más de nivel.

sábado, 31 de mayo de 2014

La verdad no sospechada

Andrea, la joven protagonista de "Nada", el clásico de Carmen Laforet, llega llena de ilusiones a Barcelona, esa ciudad que, aun durante la posguerra, promete convertir en realidad los sueños de quienes la eligen como destino. Desde la estación de trenes hasta la que será su casa, la de los parientes que la acogen en la calle de Aribau, a un tiro de piedra de la universidad en la que va a estudiar, sus ojos van asistiendo al bello espectáculo arquitectónico que ofrece la ciudad condal, mientras ella va preguntándose por las historias que se ocultan tras los visillos. Lo que no puede esperar es lo que se encontrará en su propia vivienda: Un hogar poblado de rencores y de miseria, en el que la violencia resulta un elemento cotidiano; en el que intentan controlarla y la tratan como a una más, o sea, con insultos y demás humillaciones. Sin llegar del todo a conocer las razones últimas de la locura que encierra esa casa, sí va descubriendo algunos de sus secretos, pues, como ella misma se dice "unos seres nacen para vivir, otros para trabajar, otros para mirar la vida. Yo tenía un pequeño y ruin papel de espectadora". Lo cual no obsta para que esos hechos que presencia la hagan evolucionar y convertirse en la mujer que narra en un tiempo futuro dichas experiencias.
"Nada" es la historia de muchas ambiciones frustradas, pero también sirve como fresco de esa Barcelona de posguerra cuya fisonomía había cambiado rápidamente. Se nos habla de la burguesía, que tan importante papel ha jugado en el mundo cultural de la ciudad; de los artistas bohemios catalanes, algo así como el germen de la gauche divine; por supuesto, de las clases menos favorecidas, y de la relación existente entre dichos grupos, en gran medida marcada por la envidia.
La capacidad evocadora de Carmen Laforet parece no tener límites y solo por sus descripciones merece la pena la lectura de esta novela ("Barcelona se había quedado infinitamente vacía", dice Andrea con motivo de las vacaciones estivales, y con la simple inclusión de un adverbio nos hace sentir el peso trascendente del vacío que la envuelve). Pero no es esa la única virtud de "Nada". Solo que, por lo mismo que no he desvelado ningún detalle de las diversas tramas que cuenta, dejaré que seáis vosotros quienes descubráis los encantos que encierra entre sus páginas. Setenta años después de haber inaugurado el Premio Nadal, su lectura sigue atrapando como si acabara de ser escrita. O más, si la comparamos con algunas de las últimas novelas que han ganado.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Me casé con un comunista

Resulta difícil escribir sobre "Memorial del engaño", la última novela de Jorge Volpi, sin estropear al lector parte de su encanto. Precisamente porque desde un principio aclaramos la verdadera autoría de una obra que se presenta como el relato autobiográfico de un falso estafador, J. Volpi, responsable de un desfalco de 15 mil millones de dólares, actualmente prófugo de la ley. Tanto en la portada, como en el interior del libro (cuyo prólogo firma tan sólo con sus iniciales, A. W., un editor ficticio) se mantiene el artificio. Pero considero lícito hablar de ello, pues el mismo Jorge Volpi ya lo ha hecho previamente durante la promoción. 
Se trata ésta de una historia en dos tiempos: La que narra cómo su protagonista llega a lo más alto en el mundo de las finanzas y acaba por crear una estafa piramidal (en primera persona, a modo de confesión cínica); y la que desvela los datos sobre su padre que se desprenden de una investigación llevada a cabo junto a la que se convertirá en la esposa del narrador (el padre de éste falleció sin que llegara a conocerlo y su madre nunca quiso ser clara sobre las razones que lo llevaron a abandonarlos a ambos a principios de los 50). En la primera trama se nos explican de manera didáctica las razones de la actual crisis (principalmente, la desregularización del mercado de valores y la creación de derivados financieros que nadie pudiera comprender), mientras que en la segunda se nos habla, también con profusión de información, sobre el espionaje ruso en tiempos de la Guerra Fría y la posibilidad de que el padre del protagonista fuera un idealista espía situado en las altas esferas del gobierno estadounidense: Capitalismo y Comunismo, dos sistemas enfrentados destinados al fracaso por olvidarse en la práctica del individuo. O como diría Claudio Magris: "Utopía y desencanto". Todo ello envuelto en una estructura operística muy al gusto de un personaje que en ningún momento trata de expiar sus culpas.
¿Cuál es, en mi opinión, el problema de la novela? Que, salvo al comienzo, no me ha enganchado; que resulta relativamente predecible; que ya se nos ha explicado en otras ocasiones con datos similares las razones de la crisis; que el cinismo del protagonista acaba resultando impostado y que la estructura de la novela ni siquiera acaba de estar suficientemente justificada (para ello le falta pasión y le sobra desapego hacia casi todo por parte de este lobo de Wall Street sin excesos).
Por ello, sólo puedo decir que, aunque interesante y entretenida, la encuentro fallida y más digna de haber sido expuesta en forma de ensayo.

P. S.: No acepto críticas sobre el modelo de la foto. Es un autorretrato. Sin gafas pierdo mucho.
Para compensar (o para acabar de cargarme esta reseña), adjunto un poema anti-crisis. Pensé que viene a cuento. Dada su calidad, no hace falta aclarar que es mío:

"No puedo imaginar el esfuerzo tremendo
de luchar por una idea",
escribí en mis horas dichosas,
allá por mi juventud.
Mas llega a mí, con el tiempo, una fuerza
que me impele a levantar el puño
como gesto y como ariete
de esta causa:
La defensa de lo conseguido,
de aquello que era de todos
y entre todos hemos de proteger.

Construiremos un castillo,
una fortaleza;
dispondremos cocodrilos
para quienes traten de asaltarnos.
Nos apoyaremos unos a otros
y soportaremos que nos llamen demagogos;
que nos nombren por un color,
el de la sangre,
o por una situación física,
la del corazón,
como si fuera realmente eso lo que nos define.
Y no nos dejaremos vencer,
pues es justo,
pues es nuestro
lo que defendemos.

Porque la playa sigue estando debajo de los adoquines
que nos gobiernan.

P. S.: Lo sé. Sólo me ha faltado titularlo "El poder de la gente" y dedicárselo a la familia Bardem y a Almudena Grandes, pero es que no quería arriesgarme a que el ministro del interior mandase a los GEOs a mi casa. Espero que, por el momento, se conforme con investigar a los desdichados tuiteros (esa "mafia de las redes sociales", según un tío mío de derechas que me levanta dolor de cabeza cada vez que abre la boca). 

martes, 6 de mayo de 2014

Intimidad

Dice Paulette Petras que conocer el contenido de las estanterías ajenas es una forma de conocer sus vidas. Así que aquí os muestro parte de la mía (con alguna salvedad: la película "Marea roja" es de mi hermano):




P. S.: El cartel de "Vacanze romane" me lo regaló uno de mis dos mejores amigos. ¡¡¡Lo trajo de Roma!!! (El llavero con forma de caballo también me lo regaló él. ¡¡¡Lo trajo de Dinamarca!!! Vaya, eso sí es un amigo).
Ah, lo sé, me pasé con los filtros a la hora de editar las fotos, pero ya es tarde para corregirlo. Además, tampoco quedaron tan mal. Como he dicho anteriormente, es difícil conseguir que las fotografías de objetos no resulten planas.


martes, 29 de abril de 2014

Ensayo sobre la identidad

Imaginemos que somos un profesor de Historia con una existencia anodina, divorciado, con una pareja a la que no sabemos si queremos, porque, en realidad, no tenemos claro nada sobre nuestra vida, que además se ha convertido en un marasmo del que no conseguimos salir. Imaginemos que un día, al vernos cabizbajo, un compañero de trabajo nos recomienda distracción, que veamos una película que nos aparte de nuestras cuitas. ¿Cuál, por ejemplo?, le preguntaremos. Nos recomendará una que al parecer no es buena, pero que cumplirá su función de entretenernos. Supuestamente. La película, al fin, nos deja tal como estábamos. No comprendemos cómo ha podido creer nuestro compañero que así se iba a solucionar el problema que tenemos. Pero, no, no puede ser. De repente reparamos en que uno de los actores, uno secundario, casi un figurante, es idéntico a nosotros. Y en ese preciso instante una obsesión se apodera de nuestro cerebro (aclaremos, para quienes no hayan leído nunca la definición que hemos creado sobre la marcha, que las obsesiones son esa fuerza que nos arrastra a hacer realidad nuestro destino, a pesar de los buenos consejos del sentido común): Hemos de encontrar a ese ser que es exacto a nosotros. Hemos de confrontarlo.
Ése es el punto de partida de "El hombre duplicado", de José Saramago. Novela que ya tiene unos años y que ha sido magníficamente adaptada al cine recientemente con el título de "Enemy". Tan magníficamente que el visionado de la película resulta una experiencia complementaria y enriquecedora de la lectura del libro.
Como es habitual en las obras de Saramago, su autor nos habla en condicional respecto a situaciones kafkianas: ¿Y si surgiera una enfermedad que dejara ciega a la Humanidad?, ¿y si la muerte decidiera dejar de trabajar?, ¿y si las personas se abstuviesen de votar?,... A esas premisas convertidas en parábolas, se añade, en este caso, según interpreto, una que trata de denunciar la deshumanización de la sociedad moderna, masificada en megalópolis, globalizadora, que nos vuelve a todos iguales, individuos sin identidad, o cuya identidad es intercambiable, hormigas que se mueven de un lado a otro, en medio de un marasmo que apenas comprendemos.
Por supuesto nos encontramos nuevamente con las constantes a la hora de narrar de su autor: Oral y discursivo, sin signos de interrogación o exclamación, con los diálogos integrados en la acción tan solo mediante la separación de una coma, el uso de las variaciones sobre una misma cuestión y la repetición casi machacona de los nombres de los personajes (que yo recuerde, esto último únicamente no ocurría en "Todos los nombres", cuyo protagonista permanecía en el anonimato a lo largo de todo el libro).
Quizás sea por la universalidad del tema sobre el que trata la novela, por la profundidad alcanzada en su desarrollo o por el genio de Saramago, siempre comprometido con el arte y con el individuo, pero el caso es que mientras leía "El hombre duplicado" sentía que me encontraba ante un texto de esos que pasan a la Historia de la Literatura, en el que la palabra pesa como una piedra que su autor ha colocado para que perdure en el tiempo.

martes, 22 de abril de 2014

Coleccionando simetrías V: El Doppelgänger

No diré que el caso del Doppelgänger (respeto la mayúscula propia de los sustantivos en alemán) haya sido suficientemente tratado en la Literatura. Pero sí algo. Es digna de mención la famosa frase de Strindberg: "El que ve a su doble es que va a morir". Inquietante, ¿verdad?
Se dice que de todos existe una copia en algún lugar del planeta. Incluso, que si no existe en la actualidad, ha existido en el pasado o existirá en el futuro. Si ello fuera así, ésta supondría probablemente la forma de simetría más preocupante que cabe imaginar: ¿Qué podría estar haciendo nuestro doble en nuestro nombre y qué consecuencias resultarían de sus actos?
Digo esto a modo de introducción de las últimas citas sobre casualidades o coincidencias que he añadido a mi colección:

"Suponiendo que haya una persona que es una copia tuya, o tú una copia suya, y por lo visto la hay, no tienes ninguna obligación de ir a buscarla, ese tipo existe y tú no lo sabías, existes tú y él no lo sabe, nunca os visteis, nunca os cruzasteis en la calle, lo mejor que puedes hacer es, Y si me lo encuentro un día de éstos, si me cruzo con él en la calle, interrumpió Tertuliano Máximo Afonso, Vuelves la cara hacia otro lado, ni te he visto ni te conozco, Y si él se dirige a mí, Con que tenga un ápice de sensatez hará lo mismo".

"Es difícil considerar extraña a una persona que es igual que yo".

"Tertuliano Máximo Afonso no consigue escapar a la idea de que tantas casualidades y coincidencias juntas pueden muy bien corresponder a un plan por el momento inescrutable, pero cuyo desarrollo y desenlace ciertamente ya se encuentran determinados en las tablas en que el dicho Destino [...] apuntó, en el principio de los tiempos, la fecha en que caerá el primer cabello de la cabeza y la fecha en que se apagará la última sonrisa de la boca".

La cita con la que pongo fin a esta entrada parece dirigida a mí:

"Sigo pensando que tienes que acabar con esta maldita historia de sosias, gemelos y duplicados".

Al igual que la réplica se asemeja a lo que yo podría contestar:

"Tal vez, pero no lo consigo, es más fuerte que yo".

Todas estas frases forman parte de "El hombre duplicado", de José Saramago.

P. S.: Hablando de dobles, ¿qué otra cosa son las manos y los pies, sino reflejos semiespeculares? He ahí la razón de que publique una foto como la presente para ilustrar este texto. La hice yo, por supuesto.

domingo, 20 de abril de 2014

Regalando vida



Cada dos por tres, al reseñar algún libro, os digo que se trata de un obsequio que he recibido. Ya casi tengo complejo de pedigüeño (seguro que mis amigos leen en mi mirada una necesidad insaciable y desmedida y tratan de satisfacer este vicio solitario que padezco:  la bibliofagia) . Pero no os dejéis llevar por las apariencias. Aquí tenéis una prueba que las refuta: La foto que publico muestra dos novelas que regalé en noviembre. Porque sí, lo confieso, yo también regalo libros.
 Aaliya, la protagonista de "La mujer de papel", de Rabih Alameddine, dice: "la literatura me da vida". Cuando regalo un libro, si no vida, al menos espero estar transmitiendo la misma ilusión que yo siento cuando recibo uno.

P. S.: ¡Qué difícil es fotografiar libros sin que el resultado sea plano! Espero haberlo conseguido. (Por un lado, un chico con la boca tapada. Por otro, un sermón. Me gusta el contraste entre ambas imágenes).

lunes, 14 de abril de 2014

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos


Hay actrices con miradas poderosas, magnéticas, cuya fuerza hace que cada fotograma de las películas en las que aparecen cobre significado. Es algo que les ocurre a Najwa Nimri, a Laura Morante, a Paulina García,... En "Miel", nos reencontramos con una de esas actrices de mirada inolvidable: Jasmine Trinca, a la que ya vimos en "La habitación del hijo", "La mejor juventud", "Manual de  amor", "Romanzo criminale", "El caimán" y "Casa de tolerancia", por nombrar sus mejores filmes. Su rostro, algo andrógino, resulta duro e inocente a la vez, características necesarias para componer su personaje, el de una antigua estudiante de medicina (sólo cursó dos años, lo justo para haber adquirido ciertos conocimientos), que ayuda a morir a enfermos terminales o en un estado que convierte sus vidas en algo que ya no consideran vida. La suya es una labor clandestina, de ahí que use un pseudónimo: Miel. Y es que Irene, pues  ese es su nombre real, trata de endulzar los últimos momentos de sus clientes. (Resulta tan convincente, que yo mismo no dudaría en contratarla si me viera en el trance por el que ellos pasan).
Miel nunca se ha planteado éticamente lo que hace, hasta que se encuentra con alguien que rompe las reglas que ella se ha marcado. Lo cual supone un punto de inflexión y el comienzo de una relación inusitada que la hará evolucionar interiormente.
Valeria Golino dirige una película de tono intimista, cercano, sensorial, en la que destacan el uso balsámico de la música y una fotografía discreta, pero muy cuidada (la imagen que ilustra esta entrada está editada, pero deja patente la capacidad de la directora a la hora de conseguir encuadres de una plasticidad orgánica, por momentos lindante con lo pictórico). Una película que nos hace pensar, que nos plantea la torpeza inherente a cualquier dogma sobre la eutanasia y, en realidad, respecto a cualquier cuestión controvertida, puesto que, precisamente, el dogmatismo y el pensamiento son conceptos antagónicos.
Tanto en Italia, como en España, "Miel" ha pasado más bien inadvertida. No lo merecía.

P. S.: Ya sé que sobra aclararlo, pero lo haré: El título de esta entrada, por supuesto, es el mismo que el del famoso poema de Pavese. Para aquellos que no lo conozcan (probablemente, nadie), lo adjunto a continuación:

 "Verrà la morte e avrà i tuoi occhi-
questa morte che ci accompagna
dal mattino alla sera, insonne,
sorda, come un vecchio rimorso
o un vizio assurdo. I tuoi occhi
saranno una vana parola
un grido taciuto, un silenzio.
Così li vedi ogni mattina
quando su te sola ti pieghi
nello specchio. O cara speranza,
quel giorno sapremo anche noi
che sei la vita e sei il nulla.

Per tutti la morte ha uno sguardo.
Verrà la morte e avrà i tuoi occhi.
Sarà come smettere un vizio,
come vedere nello specchio
riemergere un viso morto,
come ascoltare un labbro chiuso.
Scenderemo nel gorgo muti."

O sea,

"Vendrá la muerte y tendrá tus ojos,
esta muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un remordimiento
viejo o un vicio absurdo. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito apagado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas hacia ti
en el espejo. Oh ansiada esperanza
ese día, también nosotros,
sabremos que eres la vida y la nada.
Para todos, la muerte tiene una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como en el fondo del espejo
ver resurgir un rostro muerto,
como escuchar un labio mudo.
Callados bajaremos al vacío."

 En italiano suena mejor. Es mejor. Pero yo soy de los que necesitan las versiones bilingües.

miércoles, 9 de abril de 2014

Kolkata o la insoportable levedad del ser

Hace una semana o así, me pasé por mi librería de confianza con la sana intención de surtirme de libros para algún día poder nadar entre ellos (Francisco Umbral tiraba a su piscina los que le parecían infumables. En cambio, yo sueño con  llenar una con lo mejorcito de la literatura y hacerme unos largos). El caso es que llamó mi atención una faja: La de "La hondonada", de Jhumpa Lahiri, que rezaba lo siguiente: "Novela finalista de los premios Booker y National Book Award" (sic). El caso es que, cegado por el brillo de esas palabras, no pude evitar adquirirlo.
Os resumo la historia (espero que mejor de lo que lo hace la editorial Salamandra en la contraportada, pues, supongo que con la finalidad de no desvelar demasiado sobre el argumento, nos deja con la impresión de que éste va a ir por unos derroteros distintos a los que realmente toma): Calcuta, años 50. Dos hermanos inseparables, Subhash, el mayor, y Udayan, el pequeño, residen en un barrio humilde, a un tiro de piedra de un club de golf en el que nunca podrían permitirse entrar. Pasan los años y Subhash se va a estudiar a EEUU, mientras que Udayan se compromete políticamente con un partido maoísta de inspiración naxalita (la autora dedica algunas páginas a explicar en qué consistió dicho movimiento terrorista) y acaba siendo asesinado por la policía tras participar en un atentado. A partir de ahí comienza realmente la novela y acaban los tópicos.
El título del libro hace referencia a una hondonada, cercana a la casa de los hermanos, que se encuentra entre dos lagunas, en la que Udayan se oculta para evitar que lo encuentre la policía tras el atentado. Pero en realidad nos habla del vacío que provoca su muerte, ése que nadie podrá llenar jamás y que convierte a su hermano mayor en un recordatorio constante de su pérdida. La existencia del resto de los personajes girará a partir de entonces en torno a esa especie de agujero negro que lo vuelve todo silencio.  Pues ésa es la opción que adoptan: No enfrentarse a la situación, no afrontar el problema, callar y sufrir. La mejor postura si uno no tiene intención de construir un futuro. El problema de quienes se deciden por el silencio es que se arruinan la vida y se la arruinan a quienes intentan mantenerse a su lado y ayudarles. En el día a día, esta solución me provoca rechazo, pero la considero enriquecedora a la hora de desarrollar una historia. Por poco habitual en la literatura, porque supone transitar por terrenos alejados del sentimentalismo, porque insinúa el dolor sin mostrarlo de manera lacrimógena.  Por esa razón, Lahiri parece una escritora un tanto árida, hasta que notas cómo van calando los personajes en tu interior. Percibes el ambiente en que se mueven y ese presente continuo de pesar en el que parecen instalados, que los paraliza, manteniéndolos en suspenso. Y sientes la pausa, el vacío en el que  viven: La hondonada.

P. S.: Petición para quienes dirigen la editorial Salamandra: Por favor, contratad a alguien que revise los textos. Tantas erratas transmiten la impresión de un trabajo poco riguroso.

viernes, 28 de marzo de 2014

"Mientras arrojaban los libros a la hoguera"


Stefan Zweig nos describe en sus memorias un mundo seguro anterior a las dos grandres guerras: "Todo lo radical y violento parecía imposible en aquella era de la razón". Con esas sencillas palabras resume la época en que nació. Lamentablemente, como a tantos otros, le tocó asistir al desmoronamiento de ese mundo, demolido hasta los cimientos por los totalitarismos que asolaron Europa. Con el tiempo, se ha ido transmitiendo la idea de que el Holocausto tuvo que ver con el desconocimiento del pueblo alemán, pues parece imposible que si sus miembros hubieran sabido lo que ocurría en los campos de exterminio, hubieran podido apoyar al Tercer Reich. Anna Funder nos habla, en su magnífica novela histórica "Todo lo que soy", de aquellos intelectuales pacifistas que denunciaron lo que estaba ocurriendo y no lograron impedirlo, en gran medida, por la connivencia de los gobiernos extranjeros que luego tuvieron que combatir el nacionalsocialismo con las armas y, por supuesto, del pueblo alemán, responsable nada inocente de la ascención al poder de Hitler y los suyos.
"Tras el incendio del Reichstag y la persecución posterior, habían partido al exilio cincuenta y cinco mil alemanes, de los que unos dos mil eran escritores y artistas [...]. La masa de judíos llegó más tarde", narra Anna dando voz a Ruth Wesemann, activista y escritora de la que fue amiga durante 17 años, hasta el fallecimiento de la segunda. Ruth, su prima Dora Fabian (mucho más conocida que ella), el poeta y dramaturgo Ernst Toller y otros muchos exiliados forzosos formaron parte de ese grupo de ciudadanos alemanes que vieron venir lo que se avecinaba y trataron de evitarlo. Los que centran este relato huyeron primero a Gran Bretaña, donde no se les permitía publicar con sus nombres ningún escrito político, so pena de ser deportados. Si esa espada de Damocles no fuera suficiente, sufrían el acoso de la Gestapo o eran sencillamente secuestrados o asesinados por ella.
"Todo lo que soy" es un tributo a esas personas que arriesgaron o dieron su vida luchando por la Paz. Pero también lo es a la amistad, al valor de la experiencia, de la cultura y de la libertad. Al valor, sin más. A la integridad y a la dignidad del ser humano.
Anna Funder está dotada de una sensibilidad exquisita que la convierte en profunda sin resultar pedante o cursi. No sé si sus personajes destilan tanta sabiduría porque fueron personas de carne y hueso, porque vivieron intensamente o porque formaron parte de la elite cultural alemana, pero lo cierto es que es ésa la impresión que consigue transmitir su autora.
A ello, añadamos la posibilidad de dar una lectura actual al relato: "Para mí era insólito que el gobierno mintiera al pueblo [...]. Si no podíamos confiar en las autoridades, ¿en quién podíamos confiar? La respuesta era: en nosotros", dice Ruth Wesemann. Cierto. Frente a gobernantes mentirosos, los ciudadanos hemos de confiar en nosotros mismos, en nuestra capacidad para defender nuestros derechos y libertades de los ataques de  aquellos que tratan de arrebatárnoslos mientras se dibuja en sus rostros una sonrisa llena de cinismo.

Aparte:

P. S.: Por si alguien no pilla lo de la sonrisa cínica, os doy una pista. Es muy sutil, pero confío en que sepáis interpretarla.

Nota para mi mismo: ¡Cómo te pasas, Jose! ¿A quién se le ocurre insinuar que a estos tres les importamos todos una higa? Vale que dan grima, incluso miedo. Vale que no sirven ni para darle gusto a un caldo, pero, si alguna vez consigues ser banquero, te sacarán de cualquier apuro.

P. S.: Lo sé, siendo este un blog cultural, falta Wert, nuestro inefable ministro del ramo, que tan denodadamente ha luchado para hundirnos en la ignorancia, pero es que mi médico me tiene prohibido ver, publicar o tan siquiera intuir imágenes suyas.


domingo, 23 de marzo de 2014

Coleccionando simetrías IV: Cita dentro de una cita


Los Reyes Magos me trajeron libros, como todos los años (lo sé, es un poco tarde para dedicar una entrada a esto). La cuestión es que, a pesar de no haber acabado de leerlo, en uno de ellos hallé una de esas referencias a las coincidencias que aprecio tanto. La novela es muy buena, cosa que quizás sea innecesario aclarar, teniendo en cuenta cuál es su autor. Ya le dedicaré una reseña más adelante. Por el momento, habréis de conformaros con esta especie de pequeña matrioska: yo, citando a Vila-Matas, que a su vez cita a Justo Navarro:




"Me acordé, leyendo ese libro, de algo que le oí decir un día a Justo Navarro y que a veces he hecho pasar por mío: Hay coincidencias y casualidades con las que te mueres de risa y hay coincidencias y casualidades con las que te mueres".

 EL MAL DE MONTANO
Enrique Vila-Matas.

P. S.: Siempre he creído que existía una cierta similitud entre el tavaresco blog Paulette Petras, c´est moi y esta sección del mío. Aunque, claro, ése contiene cápsulas de ingenio de su autora y aquí tan sólo se recogen las que han escrito otros, no yo. Pues bien, las dudas que pudiera conservar se han disipado mediante una nueva simetría: Reviso su última entrada, publicada el día 15 de este mes. Se titula "Vila-(me) Matas suavemente".
Ante eso, únicamente cabe decir: Paulette, tú sí que me Vila-Matas.

domingo, 2 de marzo de 2014

Antes del amanecer






Un año más, llega la gala de los Oscar. Y, por primera vez en este blog, habrá predicciones, apuestas o como prefiráis llamarlas. Dudo de mis dotes adivinatorias. Más cuando veo que se están premiando películas que, en mi opinión, no han sido las mejores de la temporada (lo de la Academia de Cine Francesa no tiene nombre). Como sé que a muchos os gustan esos detalles, añado entre paréntesis cuál querría que ganase:









Oscars 2014 Mejor película
12 años de esclavitud (Ex-aequo: ¿Cómo elegir entre "Nebraska" y "Her", mis dos favoritas?).

Oscars 2014 Mejor director
Alfonso Cuarón por Gravity. (Por suerte, aquí no cabe ninguna duda para mí: Alexander Payne ha conseguido crear un clásico llamado "Nebraska").

Oscars 2014 Mejor actor protagonista
Matthew McConaughey por Dallas Buyers Club. (Otros lo merecen tanto como él, pero ninguno más. Lleva unos pocos años demostrando que puede actuar, aunque me pregunto si seguirá eligiendo tan bien sus papeles en el futuro).

Oscars 2014 Mejor actriz protagonista
Cate Blanchett por Blue Jasmine. (En esta categoría, me basta con que no gane Sandrita. El resto de interpretaciones también son muy buenas).

Oscars 2014 Mejor actor de reparto
Jared Leto por Dallas Buyers. (Michael Fassbender es mi preferido. De hecho, creo que la interpretación de Jared es más bien del montón).

Oscars 2014 Mejor actriz de reparto
Jennifer Lawrence por La Gran estafa americana. (Sé que muchos no la aprecian demasiado, pero esta opción sería también mi favorita, si no fuera porque Juen Squibb está que se sale en "Nebraska" y se ha convertido en la elegida por mi corazón cinéfilo).

Oscars 2014 Mejor Película de Animación
Frozen. (Tachadme de infantil, pero mi preferida es "Ernest y Celestine", esa joyita de la cinematografía belga con guión del prestigioso escritor francés, nacido en Casablanca, Daniel Pennac).

Oscars 2014 Mejor Guión Original
Spike Jonze por Her

Oscars 2014 Mejor Guión Adaptado
John Ridley por Doce años de esclavitud. (Opto por la falta de pirotecnia de "Antes de anochecer" de Richard Linklater. Aunque lo de que los guiones de las secuelas sean considerados adaptaciones siempre me ha parecido que tiene poca base).

Oscars 2014 Mejor Fotografía
Gravity. (Me quedo con la de Nebraska. Ése blanco y negro me recuerda mucho a "The last picture show").

Oscars 2014 Mejores Efectos Especiales
Tim Webber, Chris Lawrence, Dave Shirk y Neil Corbould por Gravity. (La verdad, esta categoría me importa poco como para tener algún favorito).

Oscars 2014 Mejor diseño de vestuario
El Gran Gatsby. (Tampoco tengo favoritos, pero el vestuario de "La gran estafa americana" me pareció un personaje más y los kimonos de "The grandmaster" eran preciosos, por eso los destaco).

Oscars 2014 Mejor Banda Sonora Original
William Butler y Owen Pallett por Her (es mi favorita).

Oscars 2014 Mejor montaje
Alfonso Cuarón and Mark Sanger por Gravity. (Prefiero el de "La gran estafa americana", pero sé que puedo ser tachado de cutre y hortera).

Oscars 2014 Mejor documental
The Act of Killing

Oscars 2014 Mejor cortometraje documental 
The Lady in Number 6: Music Saved My Life

Oscars 2014 Mejor película de habla no inglesa
The Great Beauty de Italia (es mi favorita al cuadrado).

Oscars 2014 Mejor maquillaje
Jackass Presents: Bad Grandpa. (Una broma: Si se tratara del mejor trabajo de peluquería, tendrían que dárselo a Bradley Cooper por su permanente en "La gran estafa americana").

Oscars 2014 Mejor canción
Ordinary Love de Mandela: Un largo camino hacia la Libertad. (Prefiero "The moon Song" de la película "Her", aunque ésta no esté mal).

Oscars 2014 Mejor diseño de producción
Gravity (yo optaría por "Her").

Oscars 2014 Mejor cortometraje de animación
Get a Horse! de Lauren MacMullan y Dorothy McKim

Oscars 2014 Mejor cortometraje de ficción
The Voorman Problem de Mark Gill y Baldwin Li

Oscars 2014 Mejor edición de sonido
Glenn Freemantle por Gravity

Oscars 2014 Mejor mezcla de sonido
Skip Lievsay, Niv Adiri, Christopher Benstead y Chris Munro por Gravity

Y ahora, a reírse de mí cuando se sepa el resultado. (Ah, el título de esta entrada hace alusión a las madrugadas en vela que tenemos que sufrir en España para ver en directo la entrega de premios).