En 1957 fue publicada por primera vez "En el camino", de Jack Kerouac. Y en 2012 yo me pregunto qué falta por decir sobre esta obra. Son lugares comunes definirla como la Biblia Beatnik o la obra que marcó a la Generación Beat; hablar de su carácter semi-autobiográfico; de su apuesta por una forma de vida bohemia alejada del american way of life.
Se trata de una novela cuya narrativa minuciosa y torrencial cuenta los viajes de Sal Paradise por EEUU y Méjico, a los que se une una cohorte de personajes, principalmente Dean Moriarty, líder carismático, casi mesiánico, en los que se suceden las correrías, con estafas, robos, sexo, drogas, música, amor y amistad. Además de un marcado individualismo que lleva a romper esas amistades y esos amores, que nacen de la noche a la mañana o incluso en un abrir y cerrar de ojos, con la misma facilidad con la que son creados.
Es un canto a lo trivial y a lo profundo. O como decía Oscar Wilde: "La piel es lo más profundo de los seres humanos".
Es un canto a lo trivial y a lo profundo. O como decía Oscar Wilde: "La piel es lo más profundo de los seres humanos".
Todos los personajes de la novela están basados en alguien real: Sal es el propio Kerouac; Dean es Neal Cassady; Carlo Marx es Allen Ginsberg, y así hasta más de 50.
Resulta llamativo que hace pocos años apareciera y fuera publicado el rollo original, sin censura, de "En el camino", pues en la versión anterior, que es la que he leído, no se aprecia ningún resquicio de censura: campan por ella el consumo de drogas, la libertad sexual, el gusto y la aprobación del deseo hacia las menores (a partir de los 13 años a nuestros protagonistas les parece bien hablar de las adolescentes como objetos sexuales), el robo y la estafa vistos con buenos ojos, la alabanza implícita de la total irresponsabilidad (Dean deja de pagar los alimentos de sus hijos por comprarse un coche), la prostitución de menores como algo apreciado y apreciable; el uso reiterado de tacos; la corrupción policial,... En suma, una muestra más de que moral y arte no tienen por qué ir de la mano, aunque no todos los autores tengan la valentía que tuvo Jack Kerouac a la hora de plasmarlo.