miércoles, 20 de agosto de 2014

El monolito

Director genial, puntilloso y superdotado, Stanley kubrick es autor de una obra riquísima en matices, objeto de multitud de estudios y víctima de elucubraciones peregrinas.  Tanto los primeros, como las segundas aportan luz y dotan de (interesantes) sombras a un corpus artístico donde el cripticismo constituye una marca de la casa. Recordemos el especial radiofónico que realizaba todos los años el ínclito Carlos Pumares sobre el monolito de "2001: Odisea en el espacio" o el falso documental coproducido por ARTE "Operación Luna", en el que Donald Rumsfeld y Henry Kissinger daban rienda suelta, una vez más, a su capacidad para mentir con una sonrisa en los labios (se trata, en realidad, de una enfermedad que afecta en gran medida a la clase política y que es conocida normalmente por el nombre de cinismo).
Cuando oí hablar por primera vez de "Room 237", pensé que sería el resultado de filmar a un grupo de frikis disparatando sobre su idolatrado director y las numerosas lecturas que sus mentes maravillosas hacían de "El resplandor". Pero, bueno, nuestra Paulette la recomendaba y yo sentía curiosidad por verla. Me encontré con que ciertamente la gente tiene mucho tiempo libre para analizarla secuencia por secuencia (incluso se nos muestra un montaje compuesto por dos copias de la película superpuestas: En una ésta avanza de principio a fin y en la otra va en reverso, del final al principio. Por supuesto, de su visionado se infieren nuevas interpretaciones, algunas quizás provocadas por los efectos secundarios del consumo habitual de LSD). Pero también asistí a un espectáculo hipnótico, cuya narración cautiva hasta convertirte en un acólito más de ese culto kubrickiano (si ya no pertenecías a él anteriormente): El genocidio indio, el mito del Minotauro, la publicidad subliminal,... son solo tres de las claves con las que habría jugado su autor (me refiero a Stanley Kubrick) a la hora de pergeñar su puzle.
Tras ese baño de imágenes (pensar que Kubrick convenció a la censura de que la sangre que salía del ascensor e inundaba los pasillos del hotel era agua sucia y, por ello, no debían poner objeciones a que ese plano apareciera en el tráiler), nuestro cerebro sigue bullendo y, quizás, creando nuevas interpretaciones. La mía, al ver al niño de la película huir a través de la nieve y volver sobre sus propias pisadas para despistar a su persecutor, cual boy scout de 6 años, acción que considero impensable en un crío de esa edad, me hace plantearme si con esa escena su director no querría representar la imposibilidad de sobrevivir de los seres enteramente inocentes. Si el niño no pensara como un adulto, tras haber circulado por los pasillos del hotel con su triciclo, encontrándose con los fantasmas que lo habitan, lo cual habría provocado que su cerebro madurara rápidamente, hasta el punto de poder manejar situaciones en las que incluso un adulto dudaría, probablemente no habría dado con esa solución. Nos hallaríamos, pues, ante la muerte de la inocencia como requisito para la supervivencia. 

2 comentarios:

  1. Ese daniel montado en su triciclo recorriendo los pasillos del Overlook me marcó profundamente, tanto que tuve que leer "Doctor sueño", secuela de "El Resplandor" publicada el año pasado, para calmar mi profunda preocupación por el futuro de este chiquillo.

    Abrazos
    Paulette

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  2. Eso es lo que técnicamente se denomina una BEPJTGP (te copié lo de las siglas del otro comentario: buena excusa para justificar tus "guilty pleasures"). Me dijeron que la continuación no es gran cosa, pero si tu preocupación por el futuro de Daniel era tan profunda, mereció la pena tu sacrificio. Recordaba que figuraba como una de tus lecturas en mujerdepapel, pero pensé que querrías que se me fuera olvidando (es broma. Me gusta picar un poco).
    Un abrazo y mil besos, Paulette. Espero que todo vaya bien en tu vida.

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