miércoles, 20 de febrero de 2013

Magdalena peruana


Alfredo Bryce Echenique es un Autor. Es imposible, cuando uno lo lee, no reconocer sus constantes: el humor, la ternura, la crueldad, la peruanidad, el amor arrebatado, la nostalgia, la fatalidad, las enfermedades, más que mentales, del alma, la oralidad, la exageración más absoluta, el uso constante de la paradoja, la crítica a la oligarquía peruana, o más bien limeña, la demostración de su gran cultura europeizante,...
Su obra está marcada por lo autobiográfico (no sólo en sus dos libros de memorias), de lo cual es prueba su última y esperadísima novela: "Dándole pena a la tristeza" (esperadísima, porque la mandé a pedir en mi librería "de confianza" en noviembre, nada más salir a la venta, y aún no me la han traído. Ha sido uno de mis famosos amigos quien me la ha conseguido. Si fuera por mí, seguiría esperando).
Recordemos como datos de interés, que el tatarabuelo de Bryce Echenique fue presidente de Perú, que su abuelo fue presidente del Banco Internacional del Perú y que su padre fue gerente del mismo. En 1968, el dictador de turno nacionalizó dicha entidad, lo cual afectó, como era previsible, a la economía familiar del gran Alfredo.
Partiendo de esa base, nuestro autor nos cuenta la ascención y la caída de una saga familiar a lo largo de tres generaciones: Tadeo, abuelo del clan, que construyó su fortuna con su trabajo en la minería (fumador irredento de puros cubanos, incluso cuando en su vejez necesita un tanque de oxígeno para respirar, y que amenaza a su enfermera con que si le pide que deje el vicio, hará explotar el tanque y volarán todos por los aires, tal es el genio y el ingenio de dicho señor, nada respetable, por cierto, dada su debilidad por las niñas); Fermín Antonio, heredero de don Tadeo y presidente del Banco Nacional del Perú (mujeriego, o cumplidor de su deber de caballero, como diría él. Por lo demás, persona responsable, trabajadora y algo maquiavélica); y por último, su sobrino Federico, que tras un accidente provocado por él, se perdió como marinero durante años hasta que reapareció para, con el tiempo, hacerse cargo del Banco y del resto del gran patrimonio familiar, que moriría con él.
Es éste un resumen de las 273 páginas de esta novela inabarcable, llena de constantes giros y digresiones, de muertes salvajes, de amores a destiempo, de odios, de tristeza y de alegrías. Sobre todo, de alegrías. Porque ésa, si no la felicidad, es la emoción que provoca esta novela en el lector.
He dejado escrito en una entrada anterior que hay lugares por los que siento especial debilidad. Uno de ellos es el Perú, o quizás más bien la Lima que Alfredo Bryce Echenique me enseñó a querer hace más de quince años ya.
 
P.S.: Para ser justo y dar voz a quienes opinan de manera diferente a mí, añado un enlace a una crítica que pone esta novela a parir. http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/31875/Dandole_pena_a_la_tristeza 

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