domingo, 14 de abril de 2013

La broma infinita


Hace aproximadamente un mes, se estrenó en España la segunda película de Josh Radnor: "Amor y letras". La primera me dejó bastante frío, pese a las buenas críticas. Ésta me ha llegado por momentos. Os cuento la historia: Jesse Fisher, antiguo estudiante de letras, vuelve a su universidad para asistir a la fiesta en la que se rinde homenaje a uno de sus antiguos profesores porque éste se va a jubilar. Ahí conoce a una joven universitaria que se enamora de él. Bueno, ese es el punto de partida. Ello sirve para que Radnor, guionista, director y protagonista del film, divague sobre la madurez, o la inmadurez, de los treintañeros, el debate sobre cultura basura/cultura con letras mayúsculas, el amor intergeneracional, la pérdida de la ilusión, la amistad, la depresión, las ganas de vivir, lo fabulosos que son los años de estudiante,... Lo cual es desarrollado de manera imperfecta y egocéntrica por su director. Y es eso precisamente lo que más me ha gustado de "Amor y letras": que su autor ha hecho la película que él querría ver, sin miedo a los defectos. Por eso transmite vida.
Se trata de un film ligero, pequeño, pero agradable de ver.
Para quien no pille el título de esta entrada, es también el del libro favorito del protagonista. Uno de los personajes, depresivo, no para de releerlo y Jesse le recomienda que pare, que se relacione con gente, que viva. Porque, al fin y al cabo, su autor, David Foster Wallace, acabó suicidándose y no es un modelo a seguir. Vamos, que mejor no obsesionarse con nada o acabaremos respondiendo lo que otro de los personajes cuando le preguntan qué le ocurre, por qué está tan amargada. Ésta responde: "La vida, me pasó la vida". (Vaya entrada alegre me ha quedado).

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