domingo, 21 de octubre de 2012

La semilla del diablo

Ridley Scott es un director más que irregular, capaz de dirigir tontadas como La teniente O´Neil (cuyo título en inglés es aún más penoso: G.I. Jane) y obras maestras como Thelma y Louise. Pero, probablemente, lo más memorable de su obra es su aportación a la Ciencia Ficción: Alien y Blade Runner. En ambos casos, por el inmenso poder visual de sus imágenes, por la capacidad de crear nuevos mundos. Es algo que repite con la impresionante Prometheus. 
No soy dado a admirar este género ni en la literatura ni en el cine, porque siempre busco algo más. Por eso me suelen parecer películas y libros planos. No es el caso de la última producción de Sir Ridley Scott. En ella, de manera orgánica, nos introduce en el futuro, en un planeta que parece el nuestro, pero en sus condiciones más extremas, las que podríamos encontrar en Islandia, por ejemplo. Son estos un futuro y un planeta en los que el Mal en estado puro está presente en todo momento; el Mal que atrae a un grupo de científicos que buscan el origen de la vida en la Tierra; el Mal que invade a algunos de los pasajeros de la nave Prometheus (literalmente, se adentra en ellos); el Mal como fuerza de la Naturaleza cuyo único objetivo es terminar con la vida que ha creado. Quizás porque la considere un error, un experimento fallido.
Se trata, pues, de una precuela de la fundamental Alien, el octavo pasajero, que supone un digno punto final tras la absurda deriva a la que había sido abocada la saga.

1 comentario:

  1. Quizás tú hayas expresado mejor que yo cuál es mi problema con la ciencia ficción: No es que no me guste, sino que se hace tanta bazofia en ese terreno, que la tarea de buscar una buena película o un buen libro de este género, resulta ardua. Claro que quizás por eso son obras de culto.
    Un abrazo, Juan.

    ResponderEliminar