No sé si es algo que sólo me ocurre a
mí, pero hay países, ciudades, incluso lenguas que siento como más
propias que la mía. Una de esas ciudades es Glasgow, con sus calles tan empinadas y sus gentes de acento tan cerrado, de la que
pienso, desde hace más de una década, que es imposible no ser feliz
en ella. "La parte de los ángeles", última película de
Ken Loach y Premio del Jurado del Festival de Cannes 2012, da fe de
ello.

Ken Loach y su guionista, Paul Laverty,
consiguen transmitir todo lo que pide la historia: la agresividad y,
a la vez, la fragilidad del personaje protagonista (primera
interpretación de la futura estrella Paul Brannigan); el humor
escatológico y algo tontaina, pero encantador, con la dosis adecuada
para cada momento; la tensión de las secuencias de acción; y la
emoción que conlleva la presión del ambiente que trata de hundir a
Robbie y la que transmite la visión de un bebé en brazos de su
padre.
Todo parece avocar al protagonista de
"La parte de los ángeles" a una vida destrozada, en la
cárcel y siendo visitado por su novia y su hijo, y a que su hijo
acabe como él. Pero vive en Glasgow, así que no le queda otro
remedio que llegar a ser feliz.
(Lo sé, esta entrada es algo tramposa,
pero permítaseme homenajear una ciudad que evoca tantos recuerdos
hermosos para mí).
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