jueves, 27 de junio de 2013

Josef K., de Kafka

Hace más de una semana que terminé de leer "El proceso", de Kafka, pero me ha costado escribir esta reseña dada la complejidad de la obra (del conjunto de ella) de su autor.
Comenzaré por contar de qué va: Josef K., su protagonista, es empleado de banca (Franz lo era de una aseguradora). Una mañana, antes de ir a trabajar, es detenido. Pero, a la vez, no es detenido. En realidad, sólo se le comunica su detención, aclarándosele que puede seguir con su vida, pero que ha comenzado un proceso en su contra del que no se le puede informar. Como se dice inocente, cree imposible lo que le está ocurriendo: Un estado de Derecho como el suyo no puede dar cabida a tales injusticias. Días después, es interrogado por un tribunal respecto a cuyos magistrados se muestra orgulloso, pues él está en posesión de la razón y ellos, según se va demostrando, son tan solo una panda de pervertidos y corruptos. El tribunal se encuentra en un edificio de ambiente estancado, donde no corre el aire, donde se hace difícil respirar. Tanto, que K. tiene que ser asistido para salir de él porque siente que va a desmayarse. Sintomáticamente, cuando han llegado a la calle, una de las personas que lo ha ayudado tiene que entrar porque le hace daño el aire puro del exterior (y es que está tan acostumbrada a un sistema enfermo, que lo salubre le repele). A medida que pasa el tiempo, Josef va convenciéndose de que la cosa va en serio (como la vida) y va ocupándose más de su caso. Contrata a un abogado, consulta con cada persona que dice que le puede favorecer,... Pero todo es confuso, impredecible. Un día, en la catedral, un cura le dice algo que define la naturaleza de toda la novela: "El proceso se convierte poco a poco en sentencia". No contaré más. Tan sólo que, a pesar de tratarse de una obra inacabada, tiene un final cerrado.
No intento decir nada novedoso, porque ya todo se ha dicho sobre esta monumental novela de uno de los autores más representativos del s.XX. En ella, encontramos una actitud desafiante hacia la autoridad (parece que esto tiene que ver con la difícil relación de Kafka con su padre), una descripción muy negativa de la burocracia y de la Justicia, una imagen del sexo como algo sucio e interesado,... Todo puede ser interpretado de muy diferente forma en la obra de su autor. Y todo con una base firme: Podemos decir que "El proceso" es un  libro cargado de gravedad, de seriedad, que es imposible encontrar una gota de humor en éste; pero sabemos que cuando Franz Kafka leyó el pasaje relativo a la detención de K. no paró de reír, razón por la que Guido Crespi destaca el carácter cómico-dramático de su autor en el ensayo "Kafka humoriste". También existen distintas teorías sobre el ojeto del proceso contra el protagonista. La más peregrina, probablemente, pero a la vez, razonable, es la expuesta por el Nobel Elias Canetti: Se trata de "una transposición narrativa del compromiso matrimonial de Kafka con Felice Bauer" (junto a él en la fotografía que ilustra esta entrada). Aunque también vemos en ella una expresión del caos, de la falta de lógica de una época marcada por la Gran Guerra. (Leemos en el prólogo a la edición publicada por Random House Mondadori, de Jordi LLovet, unas palabras de Franz Kafka que definen la pintura de Picasso, pero también la narrativa del autor que nos ocupa: "Registra las deformaciones que todavía no han penetrado en nuestra conciencia").
En conclusión, nos encontramos con un hito en la Historia de la Literatura Universal que nos interpela con preguntas que mantienen la fuerza con la que fueron planteadas a principios del siglo pasado. Siempre he pensado que sería positivo perder algo del respeto que sentimos hacia los clásicos. Ese respeto que a algunos les echa para atrás y los disuade de leerlos. Y es que merece la pena acercarnos a ellos y, al contrario de lo que suelen dar a entender los prejuicios, comprender que son amenos, cercanos y tratan cuestiones actuales.  

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