martes, 21 de enero de 2014

Mi país inventado: Château d´Espagne


Me pregunto si existe algún elemento en las novelas de aventura que predomine sobre la sensación de precariedad. Cualquier empresa que carezca de ella adolecerá de falta de épica y, sin ésta, no hay aventura que valga. Ésa es una de las conclusiones que resultan más evidentes de la lectura de "El príncipe de la niebla", de Martin Mosebach, obra ambientada en la Alemania de finales del XIX, cuando aún existían territorios "sin dueño" y los exploradores no eran meros turistas con ínfulas. Su autor aprovecha un episodio real de la historia colonial germana como excusa para el desarrollo de esta novela en la que un joven e inexperto aprendiz de periodista, Theodor Lerner*, se ve embarcado (nunca mejor dicho) en una expedición por mar cuyas razones de ser son dos: La públicamente reconocida, encontrar a un ingeniero perdido en el Ártico, y la secreta, conquistar la Isla del Oso para su explotación minera. Detrás de ello se encuentra un personaje cándidamente maquiavélico, la señora Hanhaus, estafadora con un concepto curioso de las relaciones sociales: Todos utilizamos a los demás en nuestro beneficio, sin importarnos la licitud o la moral de los medios, y todos somos conscientes de ello. Por eso, la señora Hanhaus no se siente culpable ante sus víctimas, pero tampoco exige responsabilidades a quienes tratan de timarla.
Lo que comienza como una narración a lo Julio Verne va convirtiéndose progresivamente en una detallada descripción del submundo de la especulación hasta, finalmente, transmitir una idea como aprendizaje tras todos los eventos que reseña: La vida en sí es precaria y es eso lo que la convierte en una aventura.

* Parece evidente la intención de Martin Mosebach a la hora de elegir apellido para el protagonista de "El príncipe de la niebla": Lerner significa "persona que aprende".

Destaco un pensamiento del director del periódico para el que trabaja Theodor: Considera que no existe prensa libre mientras ésta sea esclava de los sucesos del día a día, mientras deba esperarse a que éstos tengan lugar para informar sobre ellos y que "la prensa se libera del yugo de los acontecimientos, con su carácter azaroso, imprevisible e imponderable" cuando es ella misma la que "inventa los acontecimientos que relata". A través de críticas indirectas, aunque nada veladas, como ésta a determinada manera de entender las cosas, Mosebach da profundidad a un género a priori ligero, sin por ello olvidarse de entretener.

P. S.: Quienes no sepan francés, por favor, no traten de traducir literalmente la expresión "Château d´Espagne". Significa, aproximadamente, "castillos en el aire".

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