viernes, 14 de febrero de 2014

Un año de amor


Os confieso uno de mis prejuicios literarios: A pesar de gustarme las biografias, las autobiografías y las memorias, siempre que comienzo la lectura de una, temo la falta de interés que pueden producir en mí los años de infancia y adolescencia de la persona sobre la que versa. Por eso agradezco que, en el caso de "Un año ajetreado", de Anne Wiazemsky, ésta haya decidido saltarse esos estadios de su vida para pasar directamente a relatarnos el primer año de su relación con el cineasta francés Jean-Luc Godard.
Para quienes no sepan de quién se trata, Anne es nieta del Nobel de Literatura François Mauriac e hija de los príncipes Wiazemsky. No diría que vivió entre algodones durante los primeros años de su vida, pues perdió a su padre muy joven, pero sí que gozó de muchos privilegios. No todos nos movemos de mansión en mansión, ni somos amigos desde la infancia de Antoine Gallimard. Supongo que gracias a ese ambiente culturalmente elitista, protagonizó "Au hasard, Balthazar", de Robert Bresson, a la edad de 19 años. Tras su estreno, Godard, cautivado por su imagen en la pantalla, trató de conocerla. Pero fue una carta que Anne envió a la redacción de Cahiers du Cinéma lo que facilitó el encuentro que dio comienzo a su historia de amor.
Anne, casi carente de experiencia en ese terreno, no dejaba de ser una niña. Y así se sentía. Jean-Luc, que casi le doblaba la edad, impetuoso, excesivo y caprichoso, se comportaba en cierto modo como si también fuera un niño. En estas memorias noveladas, se nos describen los miedos, la inmadurez, la ilusión y el descubrimiento del sexo con amor típicos de la etapa sobre la que habla. Y se hace de manera tan vívida que parecemos estar descubriendo esas sensaciones con su autora.
Otro de los atractivos de esta obra es conocer íntimamente a personas a las que admiramos: Ese abuelo católico y cacascarrabias que era François Mauriac; una perfecta anfitriona llamada Jeanne Moreau; un cómplice amigo de toda la vida, Antoine Gallimard; un Godard que se convierte en un dictador excéntrico cuando dirige; y la presencia de Truffaut, Rivette,... No es de extrañar que Anne llegue a decir que en su "amor por Jean-Luc intervenía el amor a su profesión, a sus películas y a sus amigos: me enamoraba tanto él como su universo".
Godard, contradictorio, se muestra tierno y severo, es comunista y conduce un Alfa-Romeo. Resulta algo impúdica, en ocasiones, la manera en que Wiazemsky lo describe. Y completamente incomprensible su reacción en un momento dado: Jean-Luc "presa de otro ataque de rabia, me soltó una patada brutal", nos dice. Para, a continuación, seguir como si tal cosa, con bromas y risas.
No sé si éste es el libro perfecto para recomendar en San Valentín, pero igualmente lo hago. Cualquier día es bueno para disfrutar de una lectura fresca, amena e interesante como la suya, en la que, un poco a la manera de la Sagan, se da los buenos días, no a la tristeza, sino a la vida.

1 comentario:

  1. Wiazemsky siempre me ha gustado, es como la versión mejorada de Shelley Duvall (o mejor dicho esta última es la mala versión de Anne, si consideramos la cronología). Y bueno, haber conquistado a Godard es un logro inmenso. No conocía estas memorias, pero habrá que echarles un vistazo

    Muchos saludos!

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