sábado, 31 de mayo de 2014

La verdad no sospechada

Andrea, la joven protagonista de "Nada", el clásico de Carmen Laforet, llega llena de ilusiones a Barcelona, esa ciudad que, aun durante la posguerra, promete convertir en realidad los sueños de quienes la eligen como destino. Desde la estación de trenes hasta la que será su casa, la de los parientes que la acogen en la calle de Aribau, a un tiro de piedra de la universidad en la que va a estudiar, sus ojos van asistiendo al bello espectáculo arquitectónico que ofrece la ciudad condal, mientras ella va preguntándose por las historias que se ocultan tras los visillos. Lo que no puede esperar es lo que se encontrará en su propia vivienda: Un hogar poblado de rencores y de miseria, en el que la violencia resulta un elemento cotidiano; en el que intentan controlarla y la tratan como a una más, o sea, con insultos y demás humillaciones. Sin llegar del todo a conocer las razones últimas de la locura que encierra esa casa, sí va descubriendo algunos de sus secretos, pues, como ella misma se dice "unos seres nacen para vivir, otros para trabajar, otros para mirar la vida. Yo tenía un pequeño y ruin papel de espectadora". Lo cual no obsta para que esos hechos que presencia la hagan evolucionar y convertirse en la mujer que narra en un tiempo futuro dichas experiencias.
"Nada" es la historia de muchas ambiciones frustradas, pero también sirve como fresco de esa Barcelona de posguerra cuya fisonomía había cambiado rápidamente. Se nos habla de la burguesía, que tan importante papel ha jugado en el mundo cultural de la ciudad; de los artistas bohemios catalanes, algo así como el germen de la gauche divine; por supuesto, de las clases menos favorecidas, y de la relación existente entre dichos grupos, en gran medida marcada por la envidia.
La capacidad evocadora de Carmen Laforet parece no tener límites y solo por sus descripciones merece la pena la lectura de esta novela ("Barcelona se había quedado infinitamente vacía", dice Andrea con motivo de las vacaciones estivales, y con la simple inclusión de un adverbio nos hace sentir el peso trascendente del vacío que la envuelve). Pero no es esa la única virtud de "Nada". Solo que, por lo mismo que no he desvelado ningún detalle de las diversas tramas que cuenta, dejaré que seáis vosotros quienes descubráis los encantos que encierra entre sus páginas. Setenta años después de haber inaugurado el Premio Nadal, su lectura sigue atrapando como si acabara de ser escrita. O más, si la comparamos con algunas de las últimas novelas que han ganado.

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