lunes, 27 de mayo de 2013

Un amour à taire

Tengo una extraña tendencia: no suelo respetar a aquellas personas que no respetan a los demás. Ya sé, suena algo excesivo, pero uno no es perfecto. Por eso, cuando ayer vi la turba de presuntos homófobos que bañó las calles de París pidiendo que se prive a una parte de la población francesa de su derecho a casarse, no he podido ni querido evitar despreciar a esa presunta gentuza retrógrada que considera que sólo ellos han de gozar de determinados derechos y que, probablemente, querrían vivir bajo un gobierno presidido por la presunta neo-fascista Marie le Pen (ella niega serlo, pero, parecerlo, lo parece de aquí a Lima). Otra que me produce arcadas nada más aparecer en pantalla su sonrisa, que, como la de Montoro, evidencia su desprecio hacia las desgracias de sus conciudadanos. 
Ha tenido que ser un director tunecino, Abdellatif Kechiche, quien les recuerde a los franceses algo que muchos de ellos ya saben, pero que algunos olvidan: el privilegio que supone vivir en un país con un gobierno que respeta a las personas, sus derechos y sus libertades. Y es que, según él, lo que ha tratado de mostrar con su última película, la flamante ganadora de la Palma de Oro de la 66ª edición del Festival de Cine de Cannes, ha sido precisamente la libertad de que gozamos en los países civilizados para elegir a quién amamos, cosa que no ocurre en el suyo. Mis respetos.

P.S.: Por supuesto, la película a la que me refiero es "La vie d´Adèle". 

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