miércoles, 18 de diciembre de 2013

Viajes por el scriptorium


Nicole Krauss podría ser ella misma un personaje de ficción: Nacida en Manhattan, estudió en la Universidad de Stanford, donde conoció al que se convirtió en su mentor, Joseph Brodsky, Premio Nobel de Literatura en 1987, y posteriormente en la de Oxford. Publicó su primera novela a los 28 años (en principio, únicamente en formato digital). Está casada con el autor de culto Jonathan Safran Foer (junto a él y unos cuantos tótems literarios americanos, como David Foster Wallace o Rick Moody, forma parte de la llamada generación McSweeney´s). Ha sido alabada por intelectuales de la talla de la fallecida Susan Sontag y el Nobel J. M. Coetzee. Colabora con algunas de las revistas más relevantes en lengua inglesa (nombremos sólo una: The New Yorker). Es judía, lo cual se filtra en su obra, aunque ella dice no ejercer como tal. Amante de la literatura hispanoamericana (desde Bolaño a Vila-Matas), en la actualidad vive en Brooklyn junto a su marido y sus dos hijos. (Bueno, tampoco hay que olvidar que uno de sus vecinos, con el que trata habitualmente, es el mismísimo Paul Auster, marido de Siri Hustvedt. Está claro que en ese barrio la densidad de talento por habitante es superior a la media de cualquier otro).
Hace algunos años que mi radar de escritores a seguir no paraba de sonar cuando leía u oía su nombre. Así que no es de extrañar que estuviera entusiasmado cuando un amigo me regaló su tercera y última novela, "La gran casa", libro dividido en dos partes: En la primera se narran cuatro historias y en la segunda, la continuación de éstas, donde entendemos la relación que hay entre ellas.
Prefiero no desvelar demasiado sobre el contenido de las cuatro narraciones que componen el libro. Tan sólo explicar que nos hablan de la memoria, de la capacidad que tienen los muebles de evocar recuerdos a aquellos que han vivido rodeados de ellos (en este caso, se trata de un escritorio que pudo haber pertenecido a Lorca), del dolor que supone la pérdida de esos objetos de inmenso valor sentimental. Pero también nos habla de la Literatura, de las obsesiones, de las costumbres judías, de la dictadura pinochetista y sus desaparecidos (palabra que siempre me ha parecido un cruel eufemismo que dulcifica miles de asesinatos, torturas y secuestros), de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, del mundo intelectual. Y va más allá: De las relaciones familiares, de los secretos e intimidades de las parejas, de los reproches entre personas que se quieren, de lo truculento de algunas enfermedades (el cáncer y las neurodegenerativas), de la pérdida de los seres queridos, del amor, de la vida y de la muerte. Y lo hace con un poder descriptivo poco común y a modo de confesiones o de monólogos, funcionando como si fuera un libro de relatos.
Se trata de una bellísima novela, que ha sido candidata al prestigioso National Book Award. Una de esas novelas que dejan huella. Rotunda. Impresionante.
Me gusta particularmente esta vuelta de tuerca a la famosa frase de Blanche Dubois "Siempre he dependido de la amabilidad de los extraños": "Hay momentos en que la amabilidad de los extraños no hace más que empeorarlo todo, porque entonces uno se da cuenta de lo necesitado que está de amabilidad y de que sólo un perfecto desconocido puede ofrecérsela". Difícil transmitir tanta fragilidad en tan pocas líneas.

P. S.: Disculpad la fotocomposición que ilustra esta entrada. Ya sé que no anima a tomarse a Nicole muy en serio. Claro que tampoco la culpa es del todo mía. La mitad de la foto la conforma la portada anglosajona de la novela, que parece una tarta multicolor. Prefiero la edición española de aquí a Lima.


No hay comentarios:

Publicar un comentario